CATEQUESIS SOBRE LA VIDA Y LA MUERTE EN EL EVANGELIO DE SAN LUCAS 

Sacerdote Daniel Valdez García García

20 de Noviembre de 2025

INTRODUCCIÓN 

El pasado domingo 2 de noviembre, la celebración del Día de los Fieles Difuntos  impidió que escucháramos el pasaje de la resurrección del hijo de la viuda de Naín. Este acontecimiento, que se repite solo cada nueve años en el ciclo litúrgico, nos invita a detenernos y reflexionar con profundidad sobre un tema que nos toca a todos: la vida y la muerte. 

Ofrezco esta catequesis con la esperanza de que les resulte interesante y les ayude a sus propias convicciones.

El Evangelio de san Lucas, escrito por “el médico amado” (Col 4,14), nos enseña que la muerte no es el final del camino, sino una puerta que se abre hacia la plenitud de la vida en Dios. Desde la fe comprendemos que nuestra existencia es un tránsito sagrado: nacemos, crecemos, servimos, y finalmente, regresamos al Padre. 

1. EL SER HUMANO A LA LUZ DE LA FILOSOFÍA 

A lo largo de la historia, los pensadores han tratado de responder qué significa ser verdaderamente humano. Su reflexión puede resumirse en una pregunta: ¿hacia qué orientamos nuestra vida?

Aristóteles decía que somos “seres para la sociedad”, porque solo en comunidad encontramos plenitud. Nadie se realiza solo; todos necesitamos del otro para crecer. 

Kant consideraba al ser humano como “ser para la libertad”, pues nuestra dignidad está en elegir el bien por convicción, no por instinto. 

Heidegger, por su parte, hablaba del “ser-para-la-muerte”: al reconocer que somos finitos, descubrimos el valor del presente y aprendemos a vivir con autenticidad. 

Estas miradas nos ayudan a comprender que toda vida, aunque breve, tiene sentido. La certeza de la muerte no es motivo de miedo, sino de conciencia: nos anima a vivir cada día como un don. 

2. TRASCENDER: EL CAMINO HACIA LO ETERNO 

Cuando el ser humano piensa en la vida y la muerte, surge naturalmente la pregunta por lo eterno. No basta con sobrevivir: anhelamos tener propósito, dejar huella y encontrar significado. 

Sócrates enseñaba que vivir bien es vivir con virtud; quien obra con justicia trasciende lo material. 

Plotino veía la existencia como un retorno al Uno, origen de todo; una búsqueda de unión con lo divino. 

Santo Tomás de Aquino integró esta visión con la fe cristiana: cada criatura participa del ser de Dios y está llamada a elevarse hacia Él en la verdad y el amor. 

Por otro lado, Sartre habló de la libertad como proyección del ser hacia el futuro. 

Heidegger vio en esa apertura el corazón mismo de la existencia. 

Y Viktor Frankl, desde su experiencia humana y espiritual, descubrió que el sentido se encuentra incluso en el sufrimiento, cuando la persona se entrega a una causa o a alguien más allá de sí misma. 

El personalismo cristiano. Mounier y Nédoncelle recordaron que trascendemos amando. Es en la relación, el servicio y el don de sí donde descubrimos nuestra vocación más profunda: ser imagen del Dios que es Amor. 

-Primera conclusión pastoral:

A la luz del Evangelio de san Lucas, comprendemos que Dios no creó al ser humano para la muerte, sino para la vida eterna. La muerte no es el final, sino el cumplimiento del camino. 

Jesús, al resucitar al hijo de la viuda de Naín, devuelve la vida y también la esperanza: a esa madre, y con ella, a toda la humanidad. Así nos enseña a mirar con fe los límites y a confiar en que el amor de Dios lleva siempre la última palabra. 

Cuando vivimos con esta esperanza, aprendemos a gozar de lo sencillo, a reconciliarnos con el tiempo y con los demás, y a caminar con serenidad. Cada día se convierte en oportunidad para prepararnos con amor al encuentro definitivo con Dios, quien un día nos dirá: “No temas… levántate.”

3. LA VIDA Y LA MUERTE EN EL RELATO DE NAÍN 

Naín, un pequeño pueblo al pie de las montañas, fue testigo de una de las escenas más conmovedoras del Evangelio. Una mujer viuda lleva en procesión el cuerpo de su único hijo (Lc 7,11-12). Dolor, silencio, despedida. Jesús se encuentra con ese cortejo, se detiene, se compadece y le dice: “No llores.” Luego, toca el féretro y pronuncia su Palabra creadora: “Joven, a ti te digo, levántate.” (Lc 7,13-15). 

El joven se incorpora, y Jesús lo entrega a su madre. En este gesto vemos al Dios que se acerca, que transforma la muerte en vida, la lágrima en consuelo, la pérdida en esperanza. 

Enseñanzas teológicas y pastorales:

– Jesús es Señor de la vida y de la muerte. Nada escapa a su poder redentor. Donde el mundo ve un final, Dios abre un nuevo comienzo (Jn 11,25). 

– La compasión de Cristo nos revela el corazón de Dios. No espera que la viuda pida ayuda: Él mismo se mueve por amor (Sal 34,18). 

– La restauración divina es total. No solo revive el joven, también sana la soledad de su madre, devuelve dignidad y esperanza. 

– El poder de la Palabra. Bastó una frase para que la muerte cediera. Esa misma Palabra sigue actuando hoy en quien la acoge con fe. 

– La vida como testimonio. El pueblo, al presenciar el milagro, glorifica a Dios (Lc 7,16). Todo encuentro con Cristo renueva la fe de la comunidad. 

Conexión bíblica.

Este milagro recuerda el gesto del profeta Elías que oró para que Dios devolviera la vida al hijo de la viuda de Sarepta (1 Re 17,20-22). Pero en Naín, Jesús no ora: Él mismo actúa con autoridad divina. Su palabra es creadora; su toque vence la muerte. 

Lucas sitúa este pasaje junto a otros signos del Reino: la curación del siervo del centurión (Lc 7,1-10) y la respuesta a los mensajeros de Juan (Lc 7,18-23). En todos ellos, Jesús revela que el Reino de Dios ya está presente: los ciegos ven, los cojos caminan y los muertos vuelven a la vida. 

-Segunda conclusión pastoral :

El encuentro de Jesús con la viuda de Naín nos recuerda que ningún dolor es invisible para Dios. Aun cuando la esperanza parece perdida, Cristo se acerca, toca nuestra realidad y nos dice “Levántate.”

Su mirada compasiva nos enseña a ser testigos de esperanza en medio del sufrimiento. Como creyentes, estamos llamados a prolongar su gesto: detenernos ante el dolor ajeno, consolar, acompañar y proclamar que la vida siempre vence. 

Cada vez que alguien se deja tocar por la Palabra y el amor de Cristo, ocurre una nueva resurrección: la fe se renueva, la esperanza vuelve a brotar y la vida encuentra su verdadero sentido. 

4. CONCLUSION GENERAL 

Hoy compartimos un mundo habitado por más de ocho mil millones de personas. En cada segundo, alguien nace, alguien sonríe, alguien ama… y también, alguien parte. La vida y la muerte caminan juntas, como dos misterios que nos acompañan desde siempre. Pero, aunque la muerte es parte de la existencia, seguimos sin estar preparados para mirarla de frente, ni para acompañar al que se va, ni para aceptar nuestra propia partida.   La vida de cada uno es corta, y mucho más breve es la vida profesional o vocacional, por con cuanta mayor calidad y dignidad hemos de vivir la propia vida y la profesión como una auténtica vocación.

Cuando llega el momento final, la culpa suele tocar a la puerta: el que muere siente no haber hecho bastante; la familia se pregunta si pudo haber hecho más; incluso los médicos sienten el peso de lo inevitable. Sin embargo, el Evangelio nos enseña algo completamente distinto: la muerte no es un error, sino un paso; no es derrota, sino encuentro. En Cristo comprendemos que la vida no termina, se transforma en plenitud. 

Jesús, al encontrarse con la viuda de Naín, no dio explicaciones ni buscó culpables. Simplemente se acercó, miró, se conmovió y dijo: “No llores.” Así es el corazón de Dios: compasivo, cercano, humano. Él no huye del dolor, lo abraza con ternura y lo llena de esperanza. 

Acompañar el final de la vida —la de un ser querido o la nuestra— es aprender a confiar, a soltar con paz, sabiendo que cada hijo e hija vuelve al Padre que lo espera con amor eterno. La vida y la muerte no son contrarias: son parte de un mismo viaje que tiene destino en el corazón de Dios. 

Por eso, nuestra tarea no es luchar contra la muerte, sino vivir con amor, acompañar con misericordia y esperar con fe. Porque en las manos del Señor, ninguna lágrima se pierde, ninguna historia se olvida, y nadie muere solo. Ni la muerte, ni el sepulcro tienen la última palabra. 

En medio de esta humanidad inmensa, cada vida sigue teniendo un valor infinito. Y cuando llega la hora, Cristo vuelve a decirnos —como a la madre de Naín—: “No temas… levántate.” En su voz encontramos la promesa más hermosa: la vida siempre vence. 

REFERENCIAS

Aristóteles. (s. IV a. C.). “Política” (I. Candel, Trad.). Instituto de Estudios Políticos. 

Biblia de Jerusalén (2018).Desclée De Brouwer. 

Frankl, V. E. (1946/2015). “El hombre en busca de sentido”. Herder. 

Heidegger, M. (1927/2003). “Ser y tiempo” (J. Gaos & M. F. C. Heidegger, Trads.). Fondo de Cultura Económica. 

Kant, I. (1785/2012). “Fundamentación para una metafísica de las costumbres”. Alianza Editorial. 

Mounier, E. (1949/1992). “El personalismo”. Paidós Ibérica. 

Nédoncelle, M. (1966). “La reciprocidad de las conciencias”. Gredos. 

Plotino. (s. III d. C./1992). “Enéadas”. Gredos. 

Sartre, J.-P. (1943/1993). “El ser y la nada: Ensayo de ontología fenomenológica” (J. Valmar, Trad.). Altamira. 

Tomás de Aquino. (c. 1265–1274/1994). Suma de teología”. Biblioteca de Autores Cristianos.