Generación “Z”

Hablar de la edad y las características de las personas, con frecuencia lleva a términos como: “Los Baby boomers”, individuos nacidos entre 1946 y 1964, que los coloca entre los 61 y 79 años. Aunque antes, se encuentra la “generación silenciosa” —de la que poco se habla— que comprende a las personas nacidas de 1926 a 1945, cuya edad oscila entre los 80 y 99 años. Volviendo al orden cronológico, está la generación “X”, que agrupa a quienes nacieron entre 1965 y 1980. Tienen entre 45 y 60 años.

Los millenials, también conocida como generación “Y”, nacidos entre 1981 y 1996. Actualmente, entre los 29 y 44 años. La generación “Z”, nacidos entre 1997 y hasta 2012, también conocidos como “Centennials” y que tienen entre 13 y 28 años.

Un análisis serio sobre las problemáticas sociales que están viviendo las juventudes clasificadas como generación “Z”, no puede tomar como referencia una categorización de este tipo para explicar su comportamiento, pues los valores, las creencias y las experiencias de vida son variadas, y hacerlo, ignora la diversidad individual de personas de 13 años, en comparación con las de18, 20, 25 y 28 años que son los que pertenecen a esta generación. Los cuales, están atravesados por su nivel socioeconómico, el espacio geográfico en el que habitan y un entorno familiar totalmente distinto.

Reducir a una generación a estereotipos es tan absurdo como pensar que el destino de una persona depende de su signo zodiacal o del “santo” que se celebra el día de su nacimiento. Sin embargo, cuando jóvenes se ven involucrados en hechos lamentables, la respuesta pública suele ser simplista. Este discurso desvía la atención de lo realmente importante: las causas estructurales y contextuales que explican por qué los jóvenes están protagonizando actos de violencia extrema.

Dos casos ilustran esta situación. El más reciente ocurrió en Lázaro Cárdenas, Michoacán, donde un estudiante de secundaria, de apenas 13 años, difundió un video en redes sociales incitando a sus compañeros a asesinar a dos maestras. Las amenazas explícitas generaron alarma entre la comunidad escolar y llevaron a la Fiscalía a abrir una carpeta de investigación. Pero ¿Qué lleva a un menor a verbalizar con tanta claridad un deseo homicida? ¿Qué está fallando en su entorno para que esa idea no solo exista, sino se comparta públicamente? ¿A quién o quiénes está tomando como referentes?

Otro caso es el de Víctor Manuel Ubaldo Vidales, de 17 años, quien fue señalado como responsable del asesinato del exalcalde de Uruapan, Carlos Manzo. Según la Fiscalía, el joven fue reclutado por el Cártel Jalisco Nueva Generación. En este caso, se habla de la inserción en redes criminales que aprovechan la vulnerabilidad de los jóvenes para convertirlos en instrumentos de violencia.

Estos casos no pueden explicarse por el año de nacimiento de los involucrados. Lo que reflejan es una problemática mucho más compleja: abandono institucional, descomposición familiar, normalización de la violencia en medios de comunicación y redes sociales, ausencia de redes de apoyo y de políticas públicas integrales. La generación “Z” no es violenta por naturaleza, ni está condenada por su contexto digital. En todas las generaciones han existido escenarios distintos.

En el caso de México, no es lo mismo nacer en la sierra norte de Chihuahua que en el centro de Guadalajara, Monterrey o la Ciudad de México, y aún con eso, las oportunidades de vida serán distintas en función de la clase social a la que se pertenece. Lo que ocurre es que muchos adolescentes y juventudes de esta generación, están creciendo en entornos que no les ofrecen alternativas, ni contención, ni esperanza.

Por otra parte, otro sector de la generación “Z”, salió a las calles en diferentes ciudades el pasado fin de semana para manifestarse contra la violencia, la inseguridad y en favor de causas sociales como la jornada laboral de 40 horas, el derecho a la vivienda y mayor atención a los problemas que afectan su presente y su futuro. Esta movilización refleja que dentro de esta generación conviven múltiples realidades: mientras algunos enfrentan entornos de riesgo y descomposición social, otros se organizan, protestan y buscan transformar el país desde la acción colectiva. Ambos extremos son parte de una misma generación que no puede ser reducida a etiquetas, sino entenderse en su complejidad.

No se trata de satanizar a una generación, sino de entender que nos está pasando como sociedad. Es urgente contar con estrategias que involucren a las familias, las escuelas, los medios de comunicación y los distintos niveles de gobierno. Así como contar con educación emocional, prevención, acompañamiento y oportunidades reales. Seguir culpando a los jóvenes por ser jóvenes es la forma más cómoda de no asumir responsabilidades. Porque al hacerlo, dejamos de ver que lo que está fallando no son ellos, sino el mundo que les estamos heredando.