A mitad de la semana

La dolorosa ingobernabilidad del EDOMEX

Por Julián Chávez Trueba

La gobernabilidad, la define Williamson como la capacidad de un gobierno para ejercer autoridad, garantizar el orden y mantener la estabilidad dentro de un Estado; algo que dejamos de ver hace ya un buen tiempo en el Estado de México.

Hoy cualquiera cierra vías de comunicación, toma aeropuertos, impide el libre tránsito… y el gobierno no hace nada. Por una parte, está la libertad de expresión, que obliga a todos —autoridad y ciudadanos— a respetar cualquier foro para explayarnos, con la seguridad de que será respetado ese derecho de tribuna. Sin embargo, persiste, lógica y jurídicamente, la máxima juarista de que “el respeto al derecho ajeno es la paz”. Esto significa que tu derecho a la libertad termina donde empieza la libertad de los demás.

Particularmente, noto con dolor que la gobernadora Delfina Gómez no ejerce su función como tal, sobre todo, deja de actuar en favor de quienes votamos y no votamos por ella, pero que residimos en el Valle de Toluca. No tiene gobernabilidad alguna en este, su territorio.

Antier fueron las pipas, pero es recurrente que cualquier grupo organizado genere un caos vial para exigir que se cumplan sus peticiones. Si bien es cierto que la autoridad no debe permitir este flagrante delito —consagrado en la reforma a la Ley de Vías Generales de Comunicación de 2025—, también es comprensible que la gente recurra al cierre de calles ante la impotencia de no obtener una respuesta coherente por parte del gobierno. Muchas veces, se trata de asuntos menores que simplemente no se atienden por la dolorosa ineficacia burocrática.

Y entonces, inevitablemente, volvemos al mismo responsable: la autoridad. La autoridad que no hace nada por atender las necesidades mínimas de la población, que empuja a la gente a las calles y que después se lava las manos alegando que no puede reprimir.

Muy mal por nuestros gobernantes estatales y federales, que hoy son ejemplo de lo que no se debe hacer. Se ha creado ya una fórmula absurda pero efectiva:

1. Se pide audiencia con un funcionario.

2. Se entrega un oficio, aunque sea un disparate.

3. Se cierra una vialidad —entre más importante, mejor— para exigir que se cumpla la petición.

4. Se cumplen las peticiones o se juntan con otro grupo para aumentar la presión social.

No se debe permitir ni la ineficacia gubernamental ni la falta de vialidad. Ambos son derechos de todos que no nos deben arrebatar: ni la autoridad, ni un grupo de inconformes.