
¡Con las niñas NO!
- Elva María Maya Marquez
- 21 octubre, 2025
- Columnas
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¿Ustedes consideran que una niña de 10 años quiere ser madre? Lastimosamente no es un caso hipotético, es una realidad y también una tragedia. En México, cada día en promedio, 22 niñas y adolescentes menores de 15 años se convierten en madres. En 2024, los nacimientos en los que la madre tenía entre 10 y 17 años representaron el 7% de los nacimientos registrados en el país. En total, más de 100 mil niñas y adolescentes menores de 18 años tuvieron un bebé. Entre ellas hubo 3 niñas de 10 años, 32 niñas de 11 años y 195 de 12 años. Esto, de acuerdo con la Dirección General de Información en Salud (DGIS) de la Secretaría de Salud, que incluye información de hospitales públicos y privados.
¿Será que una niña de 10 años está en condiciones de tomar una decisión así? ¿Estará consciente del proceso de embarazo y maternidad? La respuesta más probable es no ¿Pero, qué pensar cuándo el padre es 15 o 20 años mayor que ella? Ojalá que esto no fuera verdad, pero el registro de la DGIS muestra otra cosa. En este escenario, hay un dato que llama la atención, que antes de 2020, la edad del padre no se conocía. Esto quiere decir que en el país, llevamos alrededor de 4 años conociendo la diferencia de edad entre la madre y el padre.
Los números también revelan que el 9% de madres jóvenes, ya habían tenido otro bebé antes. Existen casos de niñas que antes de cumplir 18 años, contaban con 7 embarazos. Los Estados con el mayor número de nacimientos con madres menores de edad durante 2024 son: el Estado de México (10 mil 601), Chiapas (8 mil 739) y Puebla (6 mil 890).
Esta información cobró relevancia en junio de 2025, cuando se viralizaron en redes sociales dos tablas con datos que mostraban los 30 nacimientos con las madres más jóvenes y los 30 nacimientos con la mayor diferencia de edad entre madre y padre. Lo que evidenció una realidad a la que no se le está haciendo frente y esconde una problemática mucho más grave. El dato es importante porque a partir de que la Secretaría de Salud comenzó a registrar la edad del padre en los nacimientos, fue posible confirmar que la mayoría de los embarazos entre niñas de 10 y 15 años, son producto de abuso sexual.
Alejandra Padilla, periodista especializada en periodismo de datos, detalla que en 2022 fueron registrados dos nacimientos en los que la madre tenía nueve años; en 2021 fueron cinco y en 2020, 11. La tendencia sugiere que en años anteriores el número de niñas de nueve años que llevaron a término un embarazo era aún mayor, pero ante la falta de información, es imposible corroborar.
Este fenómeno no puede seguir siendo tratado como un “problema social” o una “cuestión de salud pública” sin rostro. Estamos hablando de niñas que, en lugar de jugar, estudiar y crecer en entornos seguros, son obligadas a asumir una maternidad impuesta por la violencia.
La normalización y hasta romantización de estas situaciones —en lugares donde el silencio, la impunidad y la falta de acceso a justicia son la norma— impide poner un alto a este tipo de hechos.
Organismos internacionales como el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), han advertido que el embarazo infantil es una forma de violencia basada en género y una violación a los derechos humanos. Ser madre durante la niñez, no es una elección: es una consecuencia directa de la falta de educación sexual integral, de servicios de salud accesibles, y de un sistema de justicia que rara vez actúa con perspectiva de infancia y de género.
Por más duro que parezca, a las niñas se les debe cuidar de sus familiares y círculo más cercano, pues la mayoría de los abusos sexuales cometidos se produce al interior de los hogares y en el entorno familiar, dos de los espacios donde las niñas deberían de estar más seguras y protegidas.
Cada caso representa una violación, una negligencia institucional y una fractura al tejido social. No se trata de cifras, se trata de vidas marcadas por el abuso y la indiferencia. El Estado mexicano tiene la obligación ineludible de proteger a sus niñas, de garantizarles una infancia libre de violencia y de castigar con todo el peso de la ley a quienes las agreden. En este tema, no hay espacio para la ambigüedad, pues cada niña que se convierte en madre por abuso sexual es una infancia arrebatada, una vida truncada y el reflejo de una sociedad y un Estado que han fallado. El embarazo infantil es una forma brutal de violencia que debe ser erradicada con urgencia, con acciones contundentes y sin concesiones. ¡Con las niñas NO!