HISPANIDAD: UNA HISTORIA QUE SEGUIMOS ESCRIBIENDO JUNTOS

Aunque no será hasta el próximo domingo cuando se celebre oficialmente el día de la Hispanidad, los actos festivos ya han comenzado en Madrid. La unión entre culturas estrecha, más que nunca, sus lazos estos días. No es tan complicado ver los vínculos que nos unen, aunque el Atlántico nos separe. Esta celebración, sin duda, además de conmemorar el encuentro entre dos mundos, es una oportunidad para reflexionar sobre todo lo que compartimos las comunidades hispanohablantes: una lengua común, una herencia histórica compleja y una riqueza cultural sin límites. Todo ello visto en las tradiciones, la gastronomía, la música, los bailes…

La Hispanidad no es solo una conmemoración, es un puente. Uno que une continentes, lenguas, historias, ritmos y corazones. La compartimos millones de personas a ambos lados del Atlántico, y aunque la distancia geográfica sea evidente, hay un hilo invisible que nos conecta. Lo notas en una canción, en una palabra que suena igual en distintos acentos, en un plato que huele a infancia aunque se cocine a miles de kilómetros de donde naciste.

Hace años tuve la suerte de vivir en México. Fui con una maleta cargada de tópicos y volví con el alma llena de certezas: nada enseña más que convivir. Porque cuando vives otro país desde dentro, sin mapas ni guías, aprendes a quererlo como propio. Y eso me pasó. Allí descubrí que el picante no es lo más fuerte que tiene México, sino su gente. Su forma de abrazar, de hablar, de reír. Todavía hoy, cada otoño, espero con ganas un pan de muerto, como quien espera una postal que le traiga recuerdos de otra vida. Pero no es solo México. Es Perú, Colombia, Argentina, Venezuela, Ecuador, Bolivia, y tantos otros países que forman parte de esta enorme casa que es la Hispanidad. Cada uno con su identidad, su historia, sus heridas y su belleza. Y todos, sin excepción, aportan algo que nos enriquece.

No se trata solo de compartir idioma. Se trata de aprender a mirar con otros ojos. Como he dicho al inicio, hay que dejarse empapar por la música, la gastronomía, las costumbres, las palabras distintas que en el fondo dicen lo mismo. Y sobre todo, hay que entender que todos los acentos tienen derecho a sonar sin que nadie los corrija.

La Hispanidad no debería limitarse a una semana de actos ni a una cita marcada en rojo en el calendario. La Hispanidad es un gesto diario. Es cómo miramos al que llega, cómo escuchamos al que habla distinto, cómo nos abrimos a lo que no conocemos. Si no hay integración, si no hay respeto, si no hay diálogo, entonces solo tendremos una festividad sin alma.

Este domingo toca celebrar, pero no de cualquier manera. Es necesario que la fiesta no sea solo de ruido, sino que en ella haya memoria, gratitud y también esperanza. Porque en un mundo que a veces se empeña en levantar muros, recordar lo que nos une es más urgente que nunca.

Al final, la vida, como la lengua, no entiende de fronteras. Y si algo hemos aprendido los que amamos las palabras, es que cada acento es una forma de decir “estoy aquí”. En definitiva, la vida no entiende de acentos, pero sí de humanidad.