SIN TON NI SON

Francisco Javier Escamilla Hernández

Departiendo con un buen amigo salió el tema de saber si existen manifestaciones de vida después de la vida, si creemos en ello o si consideramos que es sólo un mito. Ahora quiero compartir con los lectores algunas reflexiones.

La muerte ha sido, desde los inicios de la humanidad, uno de los mayores enigmas, todas las culturas, religiones y corrientes filosóficas han intentado dar respuesta a la pregunta de si existe algo más allá de la vida terrenal. El concepto de una “vida después de la vida” se ha plasmado en creencias, mitos, testimonios y experiencias que, aunque difíciles de comprobar científicamente, siguen teniendo un profundo impacto en la sociedad y en la forma en que concebimos la existencia.

Entre las manifestaciones más frecuentes se encuentran los relatos de experiencias cercanas a la muerte, personas que han estado clínicamente muertas durante algunos minutos narran haber visto túneles de luz, encuentros con seres queridos fallecidos o una sensación de paz indescriptible; la ciencia explica algunos de estos fenómenos como reacciones neurológicas ante la falta de oxígeno, para muchos siguen siendo pruebas de un plano espiritual que trasciende al cuerpo físico.

Las religiones del mundo también ofrecen visiones diversas, por ejemplo, en el cristianismo se concibe la vida eterna en el cielo o en el infierno, dependiendo de las acciones terrenales; el hinduismo y el budismo hablan de la reencarnación como un ciclo continuo de nacimiento, muerte y renacimiento, donde el alma progresa espiritualmente hasta alcanzar la liberación; los pueblos originarios de América, por su parte, creían en un viaje del alma hacia planos donde podía reunirse con los antepasados. Estas creencias muestran cómo la idea de vida después de la muerte ha sido universal, aunque expresada de formas distintas.

También existen manifestaciones culturales y espirituales en las que los vivos buscan comunicarse con los muertos, el Día de Muertos en México, por ejemplo, refleja la creencia de que los difuntos regresan cada año para convivir con sus familias, mientras que, en otras tradiciones, como el espiritismo, se realizan rituales para contactar con entidades del más allá. Si bien muchos de estos fenómenos son interpretados como supersticiones, para mí revelan la necesidad humana de mantener el vínculo con quienes han partido.

Desde una perspectiva filosófica, la idea de vida después de la vida cumple una función existencial: otorga sentido a la muerte y esperanza a la vida, si todo acabara con la muerte biológica, la existencia podría percibirse como efímera y sin trascendencia; en cambio, la posibilidad de una continuidad ofrece consuelo y motiva a actuar con responsabilidad moral.

Aunque no exista una prueba definitiva sobre la vida después de la vida, las manifestaciones que la humanidad ha interpretado a lo largo de la historia muestran que este anhelo de trascendencia es universal, más allá de lo comprobable, estas creencias reflejan la profunda necesidad humana de hallar esperanza, continuidad y sentido en el misterio de la muerte.

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