Luces y sombras en la disminución de la pobreza

Erradicar la pobreza es el objetivo de cientos de países a nivel mundial, sin embargo, nada más alejado de la realidad, y a continuación se explica el por qué. La Organización de las Naciones Unidas (ONU), dio a conocer que en 2024, casi 700 millones de personas en todo el mundo subsistían con menos de 2.15 dólares al día. Para 2025, 808 millones de personas —1 de cada 10 personas en todo el mundo— viven pobreza extrema, lo que representa un alza respecto a las estimaciones anteriores. Si las tendencias actuales continúan, el 8.9% de la población mundial, seguirá viviendo en pobreza extrema para 2030.

Ahora bien, Oxfam —el Comité de Oxford de Ayuda contra el Hambre— define la pobreza extrema como la situación en la que las personas carecen de los recursos básicos para satisfacer sus necesidades más elementales como alimentación, vivienda, acceso a servicios de salud y educación. De igual manera, destaca que la pobreza extrema no es solo una cuestión de ingresos insuficientes, sino que también está relacionada con la falta de acceso a oportunidades y derechos. 

En el caso de México, una persona se encuentra en situación de pobreza cuando tiene al menos una carencia social en los seis indicadores considerados: (1) rezago educativo, (2) acceso a servicios de salud, (3) acceso a la seguridad social, (4) calidad y espacios de la vivienda, (5) servicios básicos en la vivienda y (6) acceso a la alimentación, además de que su ingreso es insuficiente para adquirir los bienes y servicios que requiere para satisfacer sus necesidades alimentarias y no alimentarias. Y pobreza extrema, cuando se tienen tres o más carencias, de las seis posibles.

Lo anterior, es relevante, ya que el pasado miércoles 13 de agosto, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), presentó el cálculo sobre pobreza hasta 2024. En este sentido, resalta que en 2018, Andrés Manuel López Obrador, recibió el país con 51.9 millones de personas en condición de pobreza y en 2024, la cifra disminuyó a 38.5 millones de personas, es decir, 13.4 millones salieron de la pobreza. El INEGI hizo esta estimación con base en una metodología que contempla no sólo los ingresos económicos, sino también el acceso a derechos sociales como vivienda, servicios de salud y educación, así como alimentación, indicadores usados para medir la llamada pobreza multidimensional. 

Ante esto, es necesario derribar el mito de que la reducción de la pobreza se debe propiamente a los programas sociales (o las mal llamadas “dádivas”), la realidad es que el principal motor detrás de la disminución de la pobreza es el aumento de los ingresos laborales, causado por el aumento del salario mínimo y distintas reformas laborales. Mientras que los ingresos laborales están detrás de 55% del aumento en el ingreso de los hogares, los programas sociales sólo aportan 14% (Jaramillo, 2025). 

Por lo anterior, la mejor alternativa es apostar por más y mejores fuentes de empleo con salarios dignos. Esto, sin dejar de reconocer el apoyo que ha significado para millones de personas contar con algún tipo de programas social, que hoy, son derechos constitucionales.

Para dimensionar la importancia del salario, hagamos un poco de historia. Durante el periodo de Carlos Salinas (1988-1994), el salario mínimo se elevó menos de siete pesos. Con la llegada de Ernesto Zedillo (1994-2000), al salario mínimo se le añadieron alrededor de 20 pesos. Con Vicente Fox (2000-2006), el crecimiento fue de 9.16 pesos. En el caso de Felipe Calderón (2006-2012), el salario mínimo sumó un total de 11.6 pesos. Para el sexenio de Enrique Peña, creció 25.29 pesos. Finalmente, con López Obrador, incrementó 160.57 pesos.

Ahora bien, ¿Cuáles son los grandes pendientes que revela el informe sobre la medición de la pobreza? La carencia en salud, al pasar de 16 a 34% de la población, aunque no mide lo más importante, que es el acceso efectivo a la atención de salud. El rezago educativo permanece estancado alrededor del 18% durante la última década. En cuanto a la medición, sus indicadores no toman en cuenta cuánto destinan los hogares al pago de renta o hipoteca, o el gasto que les genera el tener que cubrir de su bolsillo el gasto en salud, datos que no se contemplan y es imprescindible conocer. 

Que la simpatía o el rechazo al gobierno en turno, no nuble nuestra visión para conocer y reconocer lo que muestra este informe. Ni todo está bien, pero tampoco está mal. La idea es utilizar esta información como una especie de guía para saber en qué rubros se debe seguir trabajando con un objetivo que escapa de cualquier color de partido político; el bienestar de las mayorías y particularmente de aquellos que viven o sobreviven en condición de pobreza.