
SIN TON NI SON
- Francisco Javier Escamilla
- 2 julio, 2025
- Columnas
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Francisco Javier Escamilla Hernández
Recordando la magia del solsticio de verano me puse a pensar en las pirámides y su trascendencia, por lo que les quiero compartir algunas reflexiones.
A pesar de la distancia geográfica y cultural entre el Antiguo Egipto y las civilizaciones precolombinas de Mesoamérica, las pirámides construidas por ambas culturas presentan sorprendentes similitudes; estas estructuras monumentales, erigidas con fines simbólicos, religiosos y políticos, revelan la universalidad de ciertas ideas humanas como la búsqueda de conexión con lo divino, la representación del poder y la trascendencia.
Una similitud evidente entre las pirámides de Egipto y las de México es su forma piramidal, que se eleva hacia el cielo en un gesto de monumentalidad; las pirámides egipcias, como las de Giza, se caracterizan por su base cuadrada y caras lisas que culminan en una punta. En cambio, las pirámides mesoamericanas, como las de Teotihuacan, Chichén Itzá o Palenque, suelen tener plataformas escalonadas y escalinatas que permiten el acceso a templos situados en la cima. Aunque sus estilos arquitectónicos difieren, ambas expresan una misma intención: acercar al ser humano a las alturas, al plano celestial, y servir como centros ceremoniales.
En cuanto a sus funciones, las pirámides egipcias eran principalmente tumbas para los faraones y nobles, eran parte de complejos funerarios que simbolizaban la eternidad y el paso al más allá; la orientación astronómica de las pirámides y los rituales funerarios vinculados a ellas muestran una profunda creencia en la vida después de la muerte. Por su parte, las pirámides mexicanas cumplían una función religiosa y ceremonial, eran escenarios de rituales públicos, sacrificios y ofrendas a los dioses; en muchos casos, como en la pirámide del Sol en Teotihuacan o la de Kukulkán en Chichén Itzá, también se observa una alineación con fenómenos astronómicos, como los equinoccios.
Otra similitud significativa entre las pirámides de estos dos países radica en su valor simbólico, ambas culturas utilizaron las pirámides como expresión de poder. En Egipto, la monumentalidad de estas estructuras reflejaba la divinidad del faraón y su capacidad de controlar recursos y trabajo. En Mesoamérica, los gobernantes encargaban la construcción de pirámides para legitimar su autoridad y rendir culto a los dioses. En ambos casos, las pirámides funcionaban como eje del mundo físico y espiritual, centros desde los cuales se articulaba el orden social y cósmico.
En conclusión, aunque separadas por océanos y miles de años, las pirámides de Egipto y México comparten significados y funciones esenciales. Ambas son testimonios de civilizaciones que buscaron en la arquitectura monumental una forma de expresar su visión del universo, su fe en lo trascendente y su deseo de perdurar más allá del tiempo.
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