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Por. Rocío Hernández Rogel

Muchas risas, muchos memes y acciones que nos distraigan de lo realmente importante.

Uno de los grandes problemas como sociedad es que buscamos siempre a quién “culpar” de las situaciones y, sobre todo, catastróficas que suceden en el mundo, en el país, en los estados, en las ciudades, en los municipios, en las colonias, en los trabajos y escuelas, en los hogares y familias y hasta con uno mismo.

Todo puede ser divertido y creer que una ballena se aparece en las calles convertidas en ríos, la “fiesta de espuma”, las fuentes danzarinas simuladas con las coladeras colapsadas que revientan. Es bueno reírnos, tener ese humor que puede amortiguar lo realmente a considerar, pero no he visto nada (al menos yo y por ahora) algún video en donde nos exhorten a la conciencia y acciones debidas sobre estos temas, porque todas y todos somos responsables, pero ¡qué miedo da esa palabra!, qué flojera da el comprometerme con: no tirar basura, reciclar o reutilizar, esperar a que pase el camión de la basura para tirarla y no dejarla en los postes, no arrojar a los drenajes cosas que contaminen u obstruyan la circulación correcta del sistema pluvial.

Y de igual manera para los funcionarios públicos, en dónde está el buen servicio y supervisión de los drenajes y alcantarillas, cada cuánto hacen limpieza y revisan que todo funcione bien, pero qué tal los impuestos, qué tal los videos como “influencers”, qué tal los eventos que solo propician más basura.

Y después, nos escuchamos quejándonos de lo que uno mismo genera, de lo que uno mismo no exige y dejamos pasar porque como ya te trajeron a tu banda favorita o el baile del año, lo demás no importa, pero eso sí, la “culpa” total es del “gobierno”, recordemos que como toda relación es un 50 y 50, así que sería importante reconocer que a nuestra ciudad, qué digo ciudad, todo nuestro Estado, está literalmente “ahogado”.

Y si esto lo llevamos a nosotros mismos, qué tan ahogado te sientes, cuánta basura permites que entre a tu vida, o cuánta basura arrojas a la vida de otras y otros, con cuántas cosas te distraes para que no puedas ver lo realmente importante que eres tú misma, tú mismo. Cuántas personas más tiene que culpar y señalar para seguir viviendo en tu victimismo, cuántos chistes más tienes que contar para seguir disfrazando lo que te duele y te incómoda pero que tampoco quieres hacerte cargo. Con qué cosa tan pequeñita te desbordas por todo el cúmulo de lágrimas que tienes atoradas porque te dijeron que tenías que ser fuerte y llorar era sinónimo de debilidad.

Nada es casualidad, todo es el reflejo de lo que somos, el lugar en donde estás viviendo, tu espacio de trabajo, tus relaciones, tus gustos; cuánto tiempo dedicas a cuidar de ti, a separar lo que ya no sirve en tu vida, cuánto tiempo pasas pensando cosas que te ahogan y que quizá nunca van a pasar, cuánta basura aceptas de los otros y no te atreves a poner límites, cuánta basura prefieres arrojarle a otros en vez de trabajar en ti y comenzar a barrer y limpiar tu caos interior. 

Todas y todos tenemos muchos propósitos en la vida, no solo uno y somos responsables de lograrlos, por eso una máxima de la logoterapia que estudia el propósito y sentido de la vida nos dice: “Obra así, como si vivieras por segunda vez y la primera vez lo hubieras hecho tan desacertadamente, como estás a punto de hacerlo ahora”, esto quiere decir que estimula el sentido de la responsabilidad e invita a imaginar, en primer lugar, que el presente ya es pasado, y en segundo lugar, que el pasado es posible de enmendarse.

Haciendo entonces la invitación a que tu existencia también es vista como responsabilidad social, ante tu consciencia. ¿Cuánto más caos necesitas para empezar a vivir con consciencia?

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