SIN TON NI SON

Francisco Javier Escamilla Hernández

Tenemos el gran privilegio de contar en nuestro entorno a escritores de un talento irrepetible, en lengua española y, además, latinoamericanos. Tales como Isabel Allende, Mario Vargas Llosa, Octavio Paz, entre otros, y por supuesto Gabriel García Márquez. De este último autor (uno de mis favoritos) estuve releyendo los Doce Cuentos Peregrinos y quiero compartir con ustedes un poco de esa deliciosa experiencia.

Doce cuentos peregrinos es una colección publicada en 1992 por el Nobel colombiano Gabriel García Márquez, compuesta por relatos escritos a lo largo de dieciocho años. Aunque concebidos originalmente como guiones cinematográficos, estos cuentos adquirieron vida propia en el formato literario, dando como resultado un conjunto de piezas que, si bien breves, condensan toda la maestría narrativa del autor. La obra representa un alejamiento del realismo mágico que consagró a García Márquez, para adentrarse en una literatura más realista, íntima y melancólica, sin perder su estilo inconfundible.

Uno de los elementos más destacados del libro es la coherencia temática que lo une. Todos los relatos tienen como protagonistas a latinoamericanos que viven o transitan por Europa, desplazados en un continente ajeno que parece resistirse a ellos. Este exilio cultural, identitario y emocional impregna cada historia, otorgando al volumen una unidad que va más allá de lo formal. La noción de extranjería —no solo geográfica sino también existencial— está presente desde el primer cuento, “Buen viaje, señor presidente”, hasta el último, “Tramontana”.

García Márquez despliega aquí una prosa sobria pero cargada de matices, donde la nostalgia, la muerte, el amor y lo fantástico se entretejen sin estridencias. A diferencia de Cien años de soledad o El otoño del patriarca, donde lo extraordinario irrumpe de forma torrencial, en Doce cuentos peregrinos lo sobrenatural es casi sutil, casi cotidiano. Ejemplos de esto son “La santa”, donde el cuerpo incorrupto de una niña desencadena una burocracia eclesiástica absurda, o “El rastro de tu sangre en la nieve”, donde la tragedia se desarrolla con una serenidad escalofriante.

Una de las virtudes de esta colección es su capacidad de sintetizar en pocas páginas atmósferas densas y personajes complejos. Historias como “Diecisiete ingleses envenenados” o “Solo vine a hablar por teléfono” logran generar una tensión narrativa tan poderosa como la de una novela. Esto es producto del dominio del ritmo, del uso preciso del lenguaje y de una sensibilidad para retratar lo humano en sus múltiples facetas.

En definitiva, Doce cuentos peregrinos es una obra que permite apreciar otra faceta del autor, más reflexiva y depurada. Es un libro sobre el desarraigo, sobre la memoria, sobre los pequeños absurdos de la vida cotidiana, todo ello contado con la elegancia y el lirismo que caracterizan a García Márquez.

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