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Indignación: De este modo se ha “reconocido” a los artesanos en el Estado de México

Por: Jesús Humberto López Aguilar

No es ningún secreto a voces que, el gobierno, lejos de representar lo mejor de la sociedad, refleja sus peores vicios. Dentro de sus escasas virtudes, destaca una labor que funge como consuelo a esta realidad inapelable: El respaldo a la cultura, el alma de la sociedad.

Sin embargo, dicha dimensión no está exenta de acciones sumamente cuestionables por parte de sus representantes, que enturbian aún más su legitimidad.

Un hecho concreto, acontecido recientemente, y que desató una ola de inconformidad entre sus asistentes, fue el trato recibido en la entrega del galardón artesanal del Instituto de Investigación y Fomento de las Artesanías del Estado de México, un evento realizado el pasado 19 de marzo de 2025, con el propósito de rendir homenaje a quienes día con día contribuyen a la labor de conservación del patrimonio tangible de nuestro territorio. 

Los galardonados fueron convocados a las nueve de la mañana de la jornada referida, en el Centro de Convenciones EDOMEX, situado en las inmediaciones del aeropuerto internacional de la ciudad de Toluca. Conviene subrayar que, muchos de ellos, son originarios de diversos municipios mexiquenses, lo que implicó viajes significativos para acudir al acto mencionado.

A los artesanos se les comunicó que el encuentro arrancaría a las diez en punto, lo que justificó la premura de su llamado. El primer inconveniente, aunque esperado, considerando el carácter de lo vinculado con las instituciones gubernamentales, se materializó cuando su apertura se retrasó un poco más de una hora, justo hasta el arribo de la señora gobernadora, Delfina Gómez Álvarez, invitada de honor. Naturalmente, la dirigente, nada más llegar, ofreció un extenso discurso que concentró toda la atención del auditorio, un lleno completo del espacio habilitado, mientras que, en las tribunas, varios grupos de acarreados de diversas administraciones municipales manifestaban su presencia a gritos, coreando el nombre de su municipio de procedencia.

Una vez que las palabras de la gobernadora escasearon, se cedió la palabra, por tan solo cinco minutos, a un conjunto de maestros mezcaleros que, en fechas recientes, habían obtenido merecidamente un prestigioso premio en la ciudad de París por la calidad de su trabajo. Luego de ese fugaz momento, el cual transcurrió como un suspiro, el micrófono pasó a manos de la secretaria de Turismo, quien deleitó a los asistentes con una nueva y larga intervención llena de politiquería barata.

Y, de esta manera, con una presunta entrega de galardones, que terminó siendo un mero acto de lambisconería, el maestro de ceremonias dio el encuentro por finalizado sobre las doce y media de la tarde. 

Los olvidados artistas manuales, como era previsible, se miraron los unos a los otros con confusión al tiempo que el recinto se vaciaba. Molestos, ya se habían percatado de la manipulación de la que habían sido objeto, utilizados como simples adornos humanos por los organizadores para darle un carácter mucho más real a la simulación de un evento de reconocimiento a la cultura.

El colmo llegó cuando, hasta la una y cuarto de la tarde, y con solo ellos mismos presentes, finalmente recibieron los tan ansiados galardones, recibiendo aplausos, únicamente, de sus propios compañeros de oficio. Una muestra absoluta de menosprecio y falta de respeto. ¿Tanta pompa y platillo para un evento secundario y sin público? Toda esa espera y sacrificio ¿para qué?

No cabe la menor duda de que hay tres realidades inquebrantables en la vida: La muerte, que nos aguarda a todos los seres humanos, los impuestos, que todo ciudadano debe de rendir sin excepción y el cinismo del gobierno, encargado de recaudarlo, que, con un incentivo vacío en la mano, obliga al pueblo, simbolizado por la liebre, a saltar repetidamente, haciéndole creer que recibirá una fracción de todas las riquezas que ha acumulado a su costa.

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