EMERGENCIAS Y URGENCIAS 42 

16 de febrero de 2025

Sacerdote Daniel Valdez García 

Queridos hermanos y hermanas,
 
Hoy, en el VI Domingo del tiempo ordinario, nos sumergimos nuevamente en el evangelio de San Lucas. Nos encontramos a solo 16 días de iniciar la Cuaresma, un camino de sanación que nos prepara para celebrar renovados la Pascua. En un mundo hambriento de esperanza y plenitud, este es el momento de tomar acción. Dios nos necesita sanos y santos para ayudar a un mundo enfermo y pagano.
 
En nuestra  nuestra reflexión número 42 titulada “Emergencia y Urgencias”, exploramos la conexión entre los pasajes bíblicos y nuestra vida diaria; un vínculo esencial que nos enseña que Jesús se dedicaba tanto a la salvación de almas perdidas como al cuidado físico de los necesitados. Esto nos invita a una pregunta crucial: ¿Preferimos medicina curativa o cuidados paliativos? La respuesta es ambas, pues aunque vivimos tiempos en donde las enfermedades degenerativas e incurables son comunes, se trata de enfermedades de impacto catastrofista, y debemos enfocar nuestros esfuerzos en la prevención, la salud comunitaria, y en educar para la salud. Pero sobre todo, debemos asegurarnos de que cada paciente se sienta no solo curado, sino profundamente cuidado.
 
Jesús, como relata el Evangelio de Lucas 6, 17.20-26, nos ofrece las bienaventuranzas y advertencias que revelan la verdadera riqueza: la vida y la salud. Ahora más que nunca, debemos honrar a los profesionales de la salud y a todos los que con humildad y dedicación trabajan por el bienestar de los demás. Muchas cosas son de incalculable valor: la vida, la salud, el amanecer, el atardecer, un anochecer tachonado de estrellas y la luna bañando con su luz. En fin, hay tanto pero tanto que se deja de disfrutar por ser una sociedad que va a toda prisa, aunque tenemos reloj no tenemos tiempo. Hemos perdido la brújula.
 
Las advertencias de Jesús no son condenas, sino faros de guía. Evitemos vivir una vida sin propósito, y decidamos ser agentes de cambio, rechazando la mediocridad y contribuyendo activamente al bienestar común.  Son las pequeñas acciones las que tienen un impacto grandioso. Cuando los obstáculos son insuperables, el respeto y la dignidad hacia el paciente deben ser nuestra prioridad. Cada diagnóstico debe servir como brújula para guiar los cuidados paliativos o la mejora con cuidados de calidad su vida, no cuando ya están en agonía o totalmente inconsciente, se trata de casos como los síndromes, grados de parálisis, cáncer, deficiencias cardiorrespiratorias y otros casos que pueden curar o poner en riesgo la vida. De tal manera que los cuidaos sean médicos, psicológicos, morales, éticos y espirituales evitando agregar más daño al paciente. Pues se dice que “el que solo medicina sabe, ni medicina sabe”.
 
Validemos las bienaventuranzas y usemos las advertencias como orientación, no como castigos. Las personas buenas no se entierran, se siembran. Por eso, hemos de tener como valores fundamentales las bienaventuranzas y como orientaciones las advertencias.
 
Pensemos seriamente. Imaginemos que es la última oportunidad de ver a un ser querido. ¿Te comprometerías a ofrecer tu presencia y compasión en lugar de desesperarte? Recuerden siempre que los actos de bondad dejan huellas imborrables, mientras que las malas decisiones dejan cicatrices difíciles de sanar. Dios nos necesita sanos y santos, para eso nos dio las bienaventuranzas y las advertencias. El enfermo no es la única enfermedad, y siempre hemos de cuidar su dignidad. Las bienaventuranzas son, pues, camino de felicidad.
 
Amén, amén, Santísima Trinidad.