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“De la Trumpada”
- Elva María Maya Marquez
- 11 febrero, 2025
- Columnas
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A diferencia de muchos políticos, Donald Trump ha demostrado que las promesas de campaña no solo se cumplen, sino que se pueden realizar en tiempo récord. Desde el 20 de enero que llegó a la casa blanca, ha hecho válida su promesa en materia de deportaciones. En el caso de México, el pasado 7 de febrero la presidenta compartió que se han deportado 10 mil 964 personas a nuestro país: 8 mil 425 mexicanas y mexicanos y 2 mil 539 de otras nacionalidades. Impresionante que en un par de días se haya alcanzado esta cifra, por lo cual, es inevitable no pensar si esta “casería” de migrantes continuará.
Jonathan Hernández Cruz de 39 años, originario de Guerrero, uno de tantos migrantes mexicanos deportados en los últimos días y quien estaba por cumplir cuatro años trabajando en Florida, en Estados Unidos, relata cómo el miércoles 29 de enero, agentes de migración llegaron de forma sorpresiva a su lugar de trabajo: “aún estaba obscuro, nos apuntaban con lámparas en la cara, nos esposaron de las manos y nos subieron a unas camionetas. Al llegar a una especie de oficina de migración que parecía más una cárcel, nos tomaron fotografías, nos identificaron con un número y nuevamente nos esposaron, esta vez de manos, pies y cintura como si fuéramos delincuentes”. Esto, fue parte de lo que comentó en entrevista con la periodista Romina Gándara y Álvaro Delgado el pasado 5 de febrero.
La jornada de Jonathan comenzaba a las 6 de la mañana. Llegó a las 5:30 como lo hacía normalmente para colocarse el equipo de trabajo e iniciar la jornada laboral de 8 horas. Refiere que, “de las 150 personas que aproximadamente trabajábamos en ese lugar (recolectando pepino y brócoli), la mitad lograron correr, pero otros no alcanzamos a salir. Yo estaba arriba del tractor cuando me ordenaron que bajara”.
En cuanto a la deportación, “llegas a México en el vuelo que ellos proporcionan, de Miami a Brownsville. En Brownsville te cambian de un avión a otro y empiezan a hacer una lista. Unos para acá y otros para allá. Unos venían de Chiapas, otros de Tabasco, de Honduras y otro país”. Recordó que llevaba consigo su cartera, su teléfono y 800 dólares cuando fue detenido. Los agentes guardaron sus pertenencias en una bolsa y le aseguraron que se las devolverían antes de cruzar la frontera. Nunca ocurrió.
Una vez en territorio mexicano, en la ciudad de Reynosa, Tamaulipas, les retiraron las esposas y quedan a cargo de las autoridades nacionales. “El intercambio de migración de Estados Unidos lo llegan a hacer hasta Reynosa, una vez en Reynosa a nosotros nos quitan las esposas, nos pasan con migración de México y ellos nos traen a Veracruz, llegamos a Coatzacoalcos y nos reciben ciertas dependencias y nos empiezan a hacer preguntas de cómo nos trataron”.
Señaló que, en Coatzacoalcos, las autoridades mexicanas le pagaron un boleto rumbo a la Ciudad de México, pues no contaban con traslado a Guerrero, no obstante, ahí recibiría orientación. Una vez en la Ciudad de México y ante la falta de información o módulos de gobierno federal, Jonathan buscó el apoyo de personal de la central de autobuses. Solo encontró la de los guardias, quienes le indicaron que no había centros migrantes cercanos y los que había atendían a migrantes centroamericanos y él, era mexicano y ya estaba en México.
Al no saber qué hacer terminó pidiendo limosna hasta que la periodista Romina Gándara lo encontró por casualidad en la terminal de autobuses. Derivado de la entrevista las autoridades de la Secretaría de Gobernación se pusieron en contacto con él. Sin embargo, este es un claro ejemplo de las condiciones inhumanas en las que están siendo deportados muchos mexicanos y mexicanas. Lo más triste es que al llegar al país, la situación no es diferente. Mucho discurso y poca eficiencia.
El sueño americano se ha convertido en una pesadilla. Es muy pronto para saber si esta es la forma de gobierno que ejercerá Trump durante los próximos años. De ser así, estará “de la Trumpada”, con un esquema de amenazas, arrebatos y caprichos. No sabemos qué tanto de su discurso se convierta en realidad y que tanto de lo que dice lo hace para negociar. Que mala suerte tener a un vecino tan incómodo y saber que nunca será un amigo, pues Estados Unidos no tiene amigos, sólo tiene intereses y también aliados.