EL VALLE DEPORTIVO

Tu legado vivirá por siempre. Novak Djokovic

Casi en todo momento que han ocurrido las despedidas voluntarias o forzadas, los adioses, incluso los hasta nunca, de pronto surten un toque de dolor lacerante acompañado de mucha nostalgia, recuerdos, escenarios, lugares, alegrías, tristezas, posibilidades, etcétera, pero nunca jamás se está preparado para, ni hacerlo, ni aceptarlo, empero la única obligación que existe en un adiós, es la permanencia de la esencia del ser. Eso sin duda marca un antes y un después en nuestro cerebro, en las emociones y sentimientos, porque con un chasquido de dedos se deja en manos del azar el destino de cientos y miles de personas juzgadoras que en momentos críticos sólo aceptan sus realidades y no las de los demás, incluso cuando a costa de mentadas de madre alejan cualquier resquicio de buenos recuerdos. Sin embargo, cuando la medida exacta de congruencia, valor y aplomo se conectan, entonces se evoca inevitablemente a la antigua práctica romana de la decimatio, en la que uno de cada diez soldados era seleccionado al azar para ser ejecutado como castigo por los errores de toda una unidad. Este castigo no solo eliminaba la posibilidad de redención personal, sino que servía para recordar a los soldados que sus vidas estaban al servicio de un “sistema”, de una “persona”, de una “situación inusual” e incluso, de quienes en su creencia intentaban el control absoluto sobre el otro. Entonces el resultado de ello, es el aceptar que nada es eterno, que todo tiene su tiempo y que, en el mejor de los casos, hay que saber irse con la cabeza en alto, erguido y sin temores más allá de haber intentado todo y que no resultara, y esto, a la postre deja más enseñanza que errores. Y surgen entonces, a partir del adiós, un sinfín de hipótesis, de ideas que pululan en el aire y atizan la mente; la fase de los momentos comienza a ser como aquellos View Master –¿te acuerdas? en el cual se podían observar hasta 15 diapositivas al mismo tiempo- bueno pues algo así ocurre en los difíciles minutos que parecen una eternidad cuando se tiene y debe, decir adiós…

Históricamente, es bien sabido que en el deporte todo nace con fecha de caducidad, y aún cuando no se quiera ni aceptar y menos reconocer, el padre cronos, él es encargado de recordarnos que hay una cita infalible e infaltable con la realidad, con la historia y con la memoria. Para muchos no significa gran tema, para otros tantos, el tiempo transitado tiene dosis de muchísimas lágrimas y el eterno sufrimiento de aceptar que el impacto del adiós no es imparcial; al contrario, puede servir como herramienta para perpetuar en la memoria de algunos o de todos; en lo particular, creo firmemente que quienes han tenido que derribar barreras de tiempo y en cuyo caso atravesado por momentos nada agradables, y llegando a reconocer que en el límite de algunas condiciones, el avance ha sido lento y difícil y ya no hay ni para qué, ni porqué seguir extinguiéndose al azar de un proceso inevitable. A lo largo de la historia, hemos visto y somos privilegiados como terrícolas del siglo pasado y el actual, de hombres y mujeres que en el deporte se han construido y constituido sobre principios claros y basados en sus capacidades para estar a la altura de los desafíos físico-atléticos que buscaron a toda costa controlar, superar y derribar cualquier obstáculo con la firme intención de pasar a los anales como el o la mejor. Aquellas personas que en la actividad deportiva lo han logrado y conseguido, aspiran a ser personas sujetas a nunca olvidar y, generalmente se convierten en estrellas vivientes entre los mortales y referentes eternos de una evolución físico-mental constante que impacte de manera positiva en la sociedad asegurando que con sus legados, y con base en el desarrollo de sus habilidades y logros, se erijan como reyes permanentes en el corazón de uno, o  de miles de seguidores y  de aquellos de la nueva barrera generacional que tendrán como referencia obligada, a quienes han triunfado en el deporte y en la vida. Todo lo anterior es un momento de reflexión y puntos de inflexión que nos sacude, trastorna, pero sobre todo nos transforma.

Así pues, hoy cuando la historia nos presenta el adiós del mallorquín Rafael Nadal del mundo de tenis, es el mejor ejemplo de que a pesar que se quiera continuar en la lucha deportiva, existe la cita a la que todos somos convocados con mucha, pero mucha antelación, luego entonces, en plenitud de facultades mentales y un leve deterioro en el aspecto físico, inevitablemente se tiene que hacer a un lado, aceptando que todo tiene su tiempo. Ni antes ni después. Justo cuando todo se alinea y las señales son irremediablemente sugestivas y reales, es el aquí y ahora. Hoy tocó el turno de Nadal, pero mi mente y cora, alberga una larga lista de fantásticos protagonistas del deporte que han dejado huella profunda en su paso por la faz de la tierra. El legado queda para los que seguimos creyendo que mañana aún puede ser mejor si se quiere y se hace, sino, la historia se escribe con letras de oro y queda para la posteridad, incluso, a pesar de uno mismo. ¿Quién o quiénes serán los siguientes en acuñar su legado a la población mundial? Ya lo sabremos…ya lo veremos.

Pásenla bien!!!