ANTÍPODAS

Imaginando las entrañas de la Tierra

Por: Jesús Humberto López Aguilar

Los movimientos que de vez en cuando sacuden a las criaturas que moran sobre la Tierra han causado consternación en ellas desde tiempos remotos, pero, en algunos casos más contados, curiosidad por lo que realmente los provoca.

Desde que la superstición dejo de acaparar la mente de los hombres, han surgido una enorme variedad de argumentos que buscan explicar lo que sucede a miles de metros bajo nuestros pies. La teoría que a día de hoy puede despejar de manera más eficiente esta incógnita es la tectónica de placas.

En suma, esta teoría habla de enormes placas de roca que flotan sobre el manto, causando que, de manera imperceptible para nosotros, los continentes y el lecho marino se muevan en cierta dirección unos pocos centímetros al año. El factor que provoca a los llamados sismos es la fricción que existe entre las fronteras entre una y otra placa. Esta fricción no es por un mero choque o roce entre estas, sino porque literalmente una de estas está siendo succionada hacia abajo, fundiéndose poco a poco con el calor del manto. Sin embargo, al mismo tiempo, y a un ritmo más acelerado, en el otro extremo de la placa que está siendo consumida, se está solidificando más corteza que la conformará en un futuro.

Retomando la realidad sobre los sismos, la placa que está siendo subducida puede ver obstaculizado su movimiento por alguna irregularidad en esta o en la que se sobrepone a ella. En dicho punto, la energía se va acumulando poco a poco, hasta que el tapón se rompe y se libera en forma de ondas, las cuales generan terremotos. Por lo que, entre más tiempo el movimiento de la placa subducida se encuentre bloqueado, más grande será la magnitud de la vibración tectónica a la hora de proseguir con su trayectoria.

En cuanto a los movimientos de los continentes se refiere, este es el resultado después de millones de años de lo anteriormente explicado, no obstante, es imperativo hacer una puntualización. Si se sigue la lógica anterior, es posible imaginar que la tierra que hoy ve a la humanidad florecer, tarde o temprano se fundirá en el manto, pero en realidad, la corteza continental es mucho más densa que la corteza oceánica, por lo que esta última tiende, en el cien por ciento de los casos, a ser subducida por la primera.

En consecuencia, los continentes que observamos en el mapa seguirán existiendo por siempre, con la diferencia de que quizá estarán más separados o unidos entre sí, razón por la cual las costas oriental y occidental de Sudamérica y África, respectivamente, parecen encajar a la perfección, lo que da entender que algún momento de la historia formaban un único bloque. Esto es algo que el territorio que comprende a la República Mexicana no puede presumir.

No es coincidencia que una intensa actividad sísmica y volcánica forme parte de la normalidad de sus habitantes. A diferencia de lo que sucede en otras zonas del mundo, México yace sobre la frontera de una gran variedad de placas. Fijar exactamente el número de cuantas no haría honor a la verdad, ya que, aunque se tienen ubicadas un gran número de las que existen a nivel global, hay una gran cantidad de “mini-placas” que aún no han sido delimitadas.

Con relación a la situación del país del águila y de la serpiente, su territorio no estuvo unido en el pasado, su creación fue posible gracias a duros encontronazos entre diversas placas que la hacen temblar con frecuencia y que, además, le han ocasionado mucho salpullido a lo largo de su historia.

Explicar con más profundidad esta fascinante teoría equivaldría a más de setecientas palabras, no obstante, refrescar nuestro conocimiento de la tierra que nos sostiene nunca es una pérdida de tiempo. Cabe recalcar que, la tectónica de placas no resuelve todos los enigmas que rodean al interior del planeta, por lo que seguirse fascinando, después de asustarse al sentirlo en movimiento, nos llevará un día a comprobar o replantear la teoría vigente.

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