MADRE NO HAY MÁS QUE UNA
- Jimena Bañuelos
- 29 abril, 2024
- Columnas
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Mayo está llamando a la puerta y está pidiendo el testigo a un mes de abril que se despide con temperaturas más propias de febrero, aunque los alérgicos saben bien que estamos en primavera. Cerramos un capítulo más de este año para dar la bienvenida al mes de las flores. Éste arranca con un día muy señalado. Rendir homenajes a las madres nunca está demás.
El próximo domingo es el Día de la Madre y siendo el mes de las flores, éstas son un buen regalo para esas fieles compañeras de vida que están dispuestas a todo por ver una sonrisa en el rostro de sus hijos. Decía el poeta británico George Herbert que “una buena madre vale por cien maestros” y yo, dejando la objetividad a un lado, tengo a la mejor. Eso vaya por delante.
Las madres tienen ese instinto que la naturaleza les da y te entienden con una mirada, te aconsejan velando por tu bien y están dispuestas a todo, ya que la unión de una madre con un hijo es la más fuerte que hay. Y eso, también, es incuestionable.
La distancia nunca podrá impedir un sentimiento, este año no estaremos juntas pero el escritor estadounidense Fitzgerald decía que “puedes acariciar a la gente con tus palabras”, al menos yo así lo creo. Siento que estás conmigo aunque no te tenga. Podía haber escrito de muchos temas, pero hoy me apetecía escribir de ti. Las palabras pronunciadas se las lleva el viento pero las escritas permanecen y eso es, precisamente, lo que quiero.
Quiero darte las gracias porque nunca me has fallado. Como dice la liturgia del matrimonio, estás ahí, en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad todos los días de mi vida. En el fondo fuiste la primera persona a la que estuve unida cuando apenas abultaba un centímetro. Eres madre, hermana, esposa, amiga…eres especial. Eres la rosa de mi vida. De niña siempre decía que de mayor quería ser como tú, ahora de mayor soy lo que soy gracias a ti. Sé que “lo dejarías todo” por mí y juntas nos pintamos la cara “color esperanza” cuando más lo hemos necesitado. Me has enseñado a ser fuerte y a “vivir mi vida” y sobre todo, me has enseñado a ser fiel a mis principios forjados en una personalidad que ha ido creciendo a medida que han ido pasando los años.
Unos años que están cargados de recuerdos. Todavía quedan muchos más para ir llenando nuestra memoria. Hay que reconocer que el árbol de la vida es así y hay que regarlo con la felicidad de ir viéndolo crecer mientras asienta firmes sus raíces. Unas raíces que, obviamente, están unidas a mi madre. Por eso, vayan estas palabras como regalo y aunque no estemos juntas el domingo seguimos muy unidas.
Acabo con estos versos de Antonio García Barbeito: “por lejos que me encuentre/ de ti, todas mis raíces/ siguen estando en tu vientre”…