La educación y sus tropiezos
- Elva María Maya Marquez
- 2 abril, 2024
- Columnas
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En los últimos 15 años, la educación en México “se ha convertido en una mercancía; los estudiantes, en consumidores; sus padres, en clientes, y los maestros, en proveedores de un servicio. Eso ha convertido a la educación, inclusive a la pública, en un negocio, una industria” (Andreas Schleicher, 2020).
La declaración del creador del Programa para la Evaluación Internacional de Alumnos (PISA por sus siglas en inglés), expone el enorme bache en el que ha caído la educación en nuestro país, con una enorme incapacidad de trazar el horizonte educativo al que nos queremos dirigir, el cual, requiere de cambios profundos. Ni reformas educativas al vapor, ni modelos educativos improvisados, pues no hay sociedad que avance y evolucione sin un modelo educativo sólido.
Para el análisis que hoy propongo, quiero retomar el papel de las pruebas estandarizadas, las cuales, por una parte, pretenden medir el nivel de conocimiento de los estudiantes a determinada edad y por otra, ser utilizadas como mecanismos de ingreso a la educación Media Superior y Superior.
De entrada, parece ilógico evaluar igual a personas que provienen de contextos desiguales. De manera posterior, es pertinente cuestionar si la preocupación debe centrase en qué evaluar y no, en cómo se está enseñando, pues los resultados obtenidos serán producto de la combinación de estos dos elementos.
En lo que respecta a la prueba PISA de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), tiene como objetivo medir la capacidad de los alumnos de 15 años para utilizar sus conocimientos y habilidades de lectura, matemáticas y ciencias para afrontar los retos de la vida real —en teoría—. Cabe mencionar que la prueba PISA 2022, fue aplicada en 81 países a nivel mundial y sus resultados se dieron a conocer en diciembre de 2023.
Lo que pasa con este tipo de pruebas estandarizadas, es que establecen un resultado esperado que de manera posterior pueda ser comparable pensando en un mercado global donde lo que aprende el niño de Finlandia, Alemania y México sea igual, el problema es que este tipo de pruebas no considera la complejidad de los sistemas educativos; lo que sucede en el aula, los retos a los que se enfrentan los maestros y todo lo que sucede fuera del salón de clases, aspectos determinantes en el desempeño escolar de los estudiantes.
Casi nadie puede negar que la evaluación es necesaria, que debe motivar la reflexión de la labor educativa y no simplemente quedarse en un número o porcentaje de aprobados y reprobados. La evaluación no se debe utilizar para premiar o castigar, sino para mejorar. Se dice que lo que no se evalúa, no se puede mejorar, cierto. Pero si se evalúa mal, la consecuencia inevitable llevará a empeorar.
Se debe considerar que los resultados educativos invariablemente están ligados con el nivel socioeconómico de las personas, por ello, se deben poner los pies sobre la tierra y entender nuestra realidad. Cuando se pretende comparar a México con Finlandia, uno de los países mejor posicionados en educación a nivel mundial, esto no tiene sentido. La población de Finlandia es de menos de 6 millones de habitantes y su economía es una de las más prósperas de Europa.
En México, hasta julio de 2023, la población ascendía a más de 131 millones de habitantes (CONAPO). Con base en el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), en 2022 se contaba con 46.8 millones de personas en situación de pobreza, lo que representa el 36.3% de la población total del país, a esto se suman 9.1 millones de personas en condición de pobreza extrema, que representan el 7.1% de la población total. Si sumamos el número de personas en pobreza y pobreza extrema, el resultado es de 55.9 millones de personas, es decir, 43.4% de la población mexicana. En consecuencia, por más reformas educativas que se planteen, de no resolverse un problema estructural como este, es imposible avanzar en la materia.
Volviendo al tema de los resultados de la prueba PISA, todos los países de la OCDE que fueron evaluados en 2022 sufrieron una caída, en promedio una disminución de 15 puntos en matemáticas y 10 en lectura. Si bien la posición 51 de México no es algo digno de celebración, el hecho es que subió 7 posiciones, pasando del lugar 58 en 2018 al 51 en 2022. Sin embargo, el descenso de todos los países evidencia los severos daños que ocasionó la pandemia, por lo que es erróneo pensar que únicamente México tiene un problema en materia educativa, el mundo comparte este mismo problema.
Otro de los aspectos a los que se ha hecho mención con referencia a la prueba, tiene que ver con la manera en que se plantean las preguntas, ya que estas, no están contextualizadas de acuerdo con cada país, por lo que en diversas ocasiones no es que el estudiante no cuente con las habilidades que la prueba busca medir, simplemente no se encuentra familiarizado con los términos que utilizan.
Ahora bien, pasando de manera particular al tema de los exámenes de admisión del Nivel Medio Superior y Superior, es dramático el número de alumnos rechazados en cada ciclo escolar, donde el sistema educativo hace que el alumno que no logra obtener un lugar asuma esta situación como un fracaso individual, cuando en realidad, en la mayoría de los casos es un fracaso del sistema educativo en dos sentidos. El primero; porque no garantiza al alumno el acceso a lo que se supone que es “un derecho” —artículo 3° constitucional— al no contar con lugares suficientes para atender la demanda, y el segundo; porque los sistemas educativos previos no dotaron a los estudiantes de herramientas suficientes para enfrentar con éxito un modelo estandarizado de admisión.
Por otra parte, se menciona que, en este tipo de exámenes de selección, todos tienen las mismas oportunidades, lo cual es mentira. Los exámenes estandarizados reproducen las desventajas socioculturales y económicas. Entre las personas con niveles socioeconómicos más altos, el promedio de éxito es mayor en contraste con los niveles socioeconómicos más bajos. Y por más duro que parezca, en este país, la peor educación es para quienes más la necesitan.
Para finalizar, quiero hablar de los certificados de estudio que se emiten deliberadamente en las instituciones educativas. Lo menciono porque se otorgan sin importar que no se cuente con aquellos conocimientos, habilidades y competencias que se supone que el certificado avala que se adquirieron. El certificado de primaria dice que se obtuvieron conocimientos que al llegar a la secundaria se comprueba que no es verdad, lo mismo sucede al llegar a la preparatoria, la universidad y hasta el posgrado.
Es necesario rechazar una prueba estandarizada como PISA, la cual ha generado más daños que beneficios. No hablo de renunciar a la evaluación, ya que esta es necesaria siempre y cuando considere las características de cada país y permitan que la educación mejore. Por su parte, los exámenes de admisión se han convertido en un mecanismo efectivo de exclusión y reproducción de las desigualdades, lo cual invita a evaluar que tan efectivo es el derecho a la educación en el Nivel Medio Superior y Superior.
Es un hecho que el sistema educativo de México no es de los mejores del mundo, tampoco de los peores. Pero, para que este se transforme es necesario incrementar el presupuesto en educación, gastarlo de mejor manera, dignificar el trabajo de los docentes y dejar atrás un modelo de simulación donde se está más pendiente de aprobar pruebas que no aportan información sustantiva al sistema educativo o bien, por ser parte de rankings que dejan más dudas que certezas en cuanto a los parámetros considerados.
Responsabilizar a una sola persona de la educación que tenemos es absurdo. El problema no está en el modelo educativo, en los profesores, en las autoridades administrativas, en los estudiantes o en los padres y madres de familia, está en el sistema educativo. En mayor o menor medida todos tienen que cambiar, pero se requiere de disposición para hacerlo.
Hay mucho por hacer en materia educativa, y si hasta hoy no se han logrado cambios medulares no es porque no se pueda, es porque no ha existido un interés real y tampoco voluntad política. La educación no tiene que ser el privilegio de unos cuantos, es un derecho establecido en la constitución. Dignifiquemos la educación, volvamos a hacer de esta un bien social y no una mercancía.