Polarización en las redes sociales
Por: Jesús Humberto López Aguilar
Las redes sociales son hoy por hoy las gafas con las cuales miramos el mundo, gracias a ellas estamos conectados de manera ininterrumpida a un canal en donde fluyen todo tipo de encabezados, comentarios, materiales audiovisuales y demás interfaces construidas con unos y ceros. Y es precisamente aquí, en este constructo digital, donde todo tipo de opiniones son expresadas con total libertad, sin miedo a obtener represalias tangibles por la postura de estas, pero que, en ocasiones, termina resultando en un intercambio de ataques e insultos. Los temas que más chispas suelen sacar son los llamados “trending topics”, o traducido al castellano, “temas en tendencia”, que usualmente envuelven hechos muy concretos, como, por ejemplo, el conflicto de Israel-Hamas, el desastre provocado por el huracán Otis en Acapulco, e incluso, el resultado de un partido de fútbol de gran relevancia. Lo que debería de llamar la atención en este punto, es que los usuarios siempre toman partido para desacreditar, con una gran variedad de falacias ad hominem (ataques directos a la persona), a todo aquel que no comparta su misma opinión.
¿Por qué una persona debería estar de lado de Israel o de Hamás-Palestina? Siendo patente que la mera pérdida de vidas es injustificable y que ambos han cometido crímenes en contra del otro. ¿Por qué apoyar las burlas que muchos usuarios hacen del presidente por el hecho de quedarse atascado en su ruta al lugar del desastre?, o, ¿por qué ser testigo pasivo de cómo se lanzan improperios contra un individuo por haber emitido una opinión respetuosa sobre el despido del director técnico de un equipo de fútbol?
El potencial polarizador que tienen las redes sociales es equivalente al que tienen para conectar al mundo. En su infinidad de algoritmos, les muestran a los usuarios contenidos que sigue cierta corriente ideológica, la cual les forma, poco a poco, una visión muy sesgada de la realidad, y, por otro lado, enciende sus pasiones al tropezarse con contenido proveniente de otra línea de pensamiento, envalentonándolos desde la comodidad de sus pantallas a llevar a cabo los ataques mencionados hace un momento.
Lo peor de esta situación, es que son personas públicas quienes, de manera directa o a través de cuentas falsas, fomentan estas guerras mediáticas, incitando ataques de odio que ya no solo se limitan a las redes sociales.
A pesar de que, en algunos países, especialmente en los más desarrollados, existe una legislación que abarca el terreno virgen de las redes sociales, el control que tienen las autoridades sobre ellas es casi nulo. No somos conscientes de la cantidad de crímenes que son facilitados por estas, que van desde estafas, extorsiones, secuestros y, aunque no sea muy manifiesto, de la manera en que el criterio de una persona es influenciado por la exposición a la gran cantidad de información descontextualizada que ahí se transmite.
En otro tiempo, los medios de comunicación tradicionales se usaron como principal recurso para la manipulación de su audiencia, hoy, las redes sociales, son una espada de doble, triple y cuádruple filo para la consecución de este fin, la diferencia radica en que debido a la gran variedad de opiniones y posturas que son emitidas, las personas suelen caer en un ideario que los confronta a muchos otros, haciendo que tomar partido sea la única opción y además, aunado al deficiente manejo de las pasiones y al nulo respeto que la mayoría de los usuarios suele profesar por el prójimo, se genere violencia de diferentes grados.
En conclusión, el acceso a las redes sociales debería de ser mucho más restringido, requiriendo al usuario identificarse como si fuera a tomar un vuelo o sacar un préstamo, con el objetivo de tener control total sobre las interacciones de una persona y dando fe de que se trata de un usuario real, evitando la proliferación de los muy conocidos “bots”.
Sin embargo, es deber de cada persona forjarse un criterio sólido para tener una buena capacidad de discernimiento, evitando caer en juicios erróneos o incompletos que los lleven a tener arranques de odio.
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