Las víctimas de la guerra

Soltar globos blancos y lanzar un par de palomas por la paz, no es la acción más afectiva que llevará al mundo a frenar este clima de odio, de violencia y de conflictos bélicos en los que actualmente diferentes regiones del mundo se encuentran inmersas. Una guerra es lo peor que nos puede pasar, nunca habrá ganadores o perdedores, el resultado será gente inocente que muere de un lado y de otro.

A quienes se detienen a pensar en el horror que significa vivir en una zona en guerra, que intentan sentir y conocer el dolor de quienes todos los días están pensando si es el último de sus vidas o habrá un mañana, que toman conciencia de los daños a corto, mediano y largo plazo de un hecho de este tipo, y en general, de los estragos sociales, económicos, políticos, ambientales y culturales, no importa a cuantos kilómetros de distancia se esté, no puede ser indiferente ante tanta tragedia y devastación.

Como ser impasible ante las muertes y los daños que se ocasiona a los más inocentes; los niños, que a su corta edad no comprenden lo que ocurre y tampoco tienen manera de defenderse del peligro que los asecha y que, sin mayor opción, son tomados como carne de cañón para torturar, herir, obtener información, intimidar o castigar al “enemigo”.

Una guerra rompe familias, separa a los niños de sus madres y padres, muchos de ellos quedan en orfandad, solos, asustados e incapaces de cuidar de sí mismos. Los menores al verse sin quien los provea, padecen desnutrición y llegan a ser víctimas de más violencia, secuestro, abandono y abuso sexual ¿Qué futuro puede existir para la niñez bajo una condición así?

Lo cotidiano en época de guerra se vuelve parte de lo imposible. Jugar en la calle ha llevado a niñas y niños a perder alguna extremidad como resultado de algún bombardeo. En países en guerra, la niñez reconoce el sonido de una bomba, las armas de fuego no le son ajenas, las conocen, saben cómo funcionan y lo que pasa cuando se activan, el problema con esto es que tan solo son niños.

La pregunta obligada es ¿Cómo poner fin al conflicto? Ya que mientras esto no se detenga, continuará el sufrimiento y la muerte de más personas. Aun cuando los ataques y el fuego logren frenarse, pasará mucho tiempo, tal vez décadas para que los países en guerra logren ponerse en pie y los sobrevivientes recuperen su vida y asimilen la catástrofe causada por los intereses de unos cuantos que, sin tomar en cuenta a la población, fueron capaces de sacrificar a hombres, mujeres, adultos mayores, jóvenes y niños, con tal de mostrar quien era “más fuerte” y “más poderoso”, pasando por alto las vidas que se perderían en el camino.

Recomponer las piezas no será tan fácil, algunas comunidades y ciudades desaparecen, lo que queda es el recuerdo de familiares y amigos, de aquello que algún día existió, pues un conflicto armado lo cambia todo. El presente y el futuro nunca será igual. Sólo la solidaridad y la fraternidad mundial, aunado al apoyo financiero, político y sanitario, puede ayudar a un país que vivió en guerra a recuperarse, no obstante, sin ser pesimista, pero con la mirada puesta en la realidad por cruel que esta sea, no se avizora de manera pronta el fin de las guerras que actualmente se viven.

No se puede dejar de mencionar de manera particular el caso de las mujeres, pues en estas circunstancias las desigualdades de género incrementan y las violaciones a derechos humanos son incontables, ya que, al ser separadas de sus parejas, esposos e hijos, son víctimas de abuso sexual, mismo caso de las niñas, quienes son sometidas a matrimonio infantil forzado, sumado a temas de esclavitud y otras formas de tortura.

Las cifras del dolor aumentan, a más de 600 días de guerra entre Rusia y Ucrania, ataque armado que dio inicio el 24 de febrero de 2022 y que de acuerdo con datos publicados el pasado mes de agosto por “The New York Times”, las bajas militares rusas se acercan a los 300 mil, incluyendo hasta 120 mil muertos y entre 170 mil y 180 mil heridos, mientras que las bajas ucranianas se acercan a las 70 mil, con entre 100 mil y 120 mil heridos.

En lo que respecta a la guerra entre Israel y Palestina, en tan solo 15 días se habla de más de 5 mil muertos, situación totalmente devastadora. El hecho más doloroso que tenemos presente es el ataque del pasado martes 17 de octubre al hospital de la Franja de Gaza, donde se habla de más de 500 muertos, y que hace pensar que este conflicto bélico seguirá escalando y con ello, el número de víctimas inocentes.

Ambas guerras continuarán, y no sabemos si México, en algún momento tendrá que tener una postura más clara al respecto, ya que de eso dependerá el tipo de relaciones geopolíticas que afiancemos como país y el tipo de tratados comerciales que se habrán de realizar y mantener. Los países que no viven la guerra de manera directa, también se ven afectados de una u otra manera, ya sea por la producción de ciertos productos que se importan de los países en guerra o bien, por el tipo de relaciones diplomáticas que se reconfiguran.

El mundo vive momentos difíciles, necesitamos transitar a un clima de paz en tiempos de guerra, los llamados internacionales no han servido de nada, cada país tiene sus propios intereses y para aquellos que se dedican a la industria de las armas, conviene que esto siga. Sorprendente a donde hemos llegado, la deshumanización se convirtió en el mal de nuestros tiempos y en la actualidad, importa más el territorio que la vida de las personas. Algo estamos haciendo mal, nuestro tejido social es cada día más frágil y las sociedades son cada vez más indiferentes. No hagamos de la tragedia un espectáculo, no dejemos que los medios de comunicación impongan una postura de buenos y malos, que además de ser una visión simplista y reduccionista, evita comprender lo complejo del tema.

La guerra representa, en definitiva, el fracaso de la razón y la máxima expresión de violencia entre las naciones. Una guerra jamás resolverá algo, pero mientras exista un diálogo de necios y de sordos, con problemáticas como la pobreza, el hambre, la discriminación y el malestar social, seguiremos cultivando espacios propicios para más guerras.