SIN TON NI SON
- Francisco Javier Escamilla
- 9 febrero, 2023
- Columnas
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Hablé del significado de algunas palabras en mi colaboración anterior, así pasé de las palabras a las frases y me detuve a pensar en los refranes. Todos nosotros, alguna vez o con frecuencia recurrimos al uso de los refranes, y es muy común que desconozcamos su origen, por ello ahora me voy a referir al origen de algunos refranes:
“Enseño el cobre”, se dice que esta frase surge cuando comenzaron a usarse las monedas de oro. La razón es que, desde siempre, ha habido quienes falsificaban monedas de cobre y las bañaban con oro (asegurando que eran de oro puro); debido a esto, la gente comenzó a morder las monedas que recibían: si se dañaban, desaparecía la cubierta de oro y aparecía el cobre, descubriendo de esta manera la trampa.
“Como Pedro por su casa”, este es uno de los refranes más comunes para todos nosotros, y hace referencia a una persona que se mueve de forma cómoda por un espacio que no le pertenece. Los historiadores explican que se trata de un refrán popular que tiene su origen en Pedro I de Aragón, en España. En el año 1906 Pedro conquistó Huesca tras ganar la batalla de Alcoraz sin que se le haya presentado ninguna resistencia.
“Salvado por la campana”, Utilizamos este dicho cuando algo o alguien nos salva de una situación incómoda o de algo que no queremos hacer; aunque muchos creemos que se refiere a la campana que da fin a un round y evita el nocaut, en realidad se refiere a que en la antigüedad, a muchas personas se les enterraba mientras todavía estaban con vida y para que no murieran bajo tierra, se optó por colocar una pequeña campana junto al “difunto”. De esta manera, si alguien despertaba, podía pedir ayuda.
“Quien fue a la Villa perdió su silla”, refrán cuyo origen viene de España y reza “Quien se fue a Sevilla perdió su silla”. Todos en alguna ocasión hemos usado este refrán después de ocupar una silla en la que antes estaba sentada otra persona; su origen proviene de en una disputa entre dos clérigos que querían hacerse con el Arzobispado de Sevilla. El primero se fue a Santiago de Compostela para preparar su ascenso al cargo, pero cuando volvió a Sevilla descubrió que el otro le había usurpado su puesto.
“Se pierde la chaveta” El vocablo chaveta es una españolización del italiano chiavetta, como diminutivo de chiave, que significa llave. Como tal, llavecilla aparece ya en castellano en el siglo XVI y no mucho más tarde en catalán, a causa de las relaciones italo-ibéricas del imperio español. De esta manera, el español chaveta es, en principio, una llave pequeña, es decir una clavija o pasador que se coloca en el agujero de una barra o eje para sujetar sus piezas. Quedamos, pues, en que la chaveta sirve para impedir la pérdida de ciertas piezas o para sujetar una barra que debe quedar articulada en un mecanismo. Entonces está claro que cuando falla la chaveta todo el armaje, entramado mecánico o engranaje se desarma y cada pieza se descoloca. Por tanto, ya tenemos una explicación clara para el dicho metafórico de perder la chaveta.
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