SIN TON NI SON
- Francisco Javier Escamilla
- 24 febrero, 2022
- Columnas
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En esta ocasión voy a desglosar el origen de dos palabras, que se me ha hecho interesante, por su fonética. En primer lugar, me voy a referir a la palabra coñac. Cuando nos tomamos una copa de coñac después de una buena comida, estamos degustando una bebida que ya es conocida en Europa desde hace más o menos cuatro siglos; esta famosa bebida es originaria de la localidad vinícola de Cognac, en el sudoeste de Francia, donde se la llama en francés eau de vie (agua de vida). El coñac es erlaborado a partir del vino de una variedad específica de uva, se destila dos veces en alambiques especiales y se envejece en barriles de roble. Relatos que datan del siglo XVII mencionan que el creador del agua de vida fue un comerciante holandés, quien, mientras viajaba por Francia, quedó fascinado por la calidad del vino de aquella región. Dice la leyenda que este comerciante, muy contrariado por la imposibilidad de llevar aquel vino hasta, Holanda debido al costo elevado del transporte, diseñó una solución: destilarlo para extraerle el agua y parte del alcohol, de manera que ocupara un volumen menor, y luego, al llegar a su destino, incorporarle el agua y el alcohol de nuevo. Pero como era de esperar, la idea fracasó absolutamente, pero, como ahora todos sabemos, y en compensación al fracaso del citado invento, el vino destilado de Cognac se convirtió en una de las bebidas más apreciadas por el paladar humano. El nombre en inglés —brandy— recuerda esta leyenda, ya que la palabra brandy proviene del neerlandés brandewijn, que significa algo así como «vino quemado».
La segunda palabra de que voy a tratar ahora es corazón. Se trata de un vocablo sumamente importante en nuestra cultura, ya que los antiguos creían que este órgano era la sede de los afectos y de los sentimientos, y que de él partían los nervios hacia el resto del organismo. El anatomista belga Andreas Vesalio, que vivió en el siglo XVI y fue uno de los primeros empiristas en su área, declaraba que había disecado varios cadáveres y que en todos había verificado que las venas y arterias salían del corazón, y que los nervios salían del cerebro. Entrando en el desglose de la palabra: corazón proviene del latín cor, cordis, que se formó a su vez a partir del griego kardia, que tanto aludía al corazón como al estómago. El vocablo griego provenía de la raíz prehistórica indoeuropea kerd-, que también dio lugar al inglés heart ‘corazón’. Corazón, descendiente directo del vocablo indoeuropeo mencionado anteriormente, ha dado lugar en nuestra lengua a una buena cantidad de familias de palabras. Si alguien nos resulta simpático, somos cordiales con él; si estamos de acuerdo, concordamos; si no lo estamos, discordamos; si hurgamos en nuestra memoria, recordamos; si experimentamos un impulso, tenemos una corazonada; si confiamos en alguien, somos capaces de abrir el corazón; si nos ponemos tristes, se nos parte el corazón, y si alguien nos conmueve, nos toca el corazón.
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