Adiós al último ícono del machismo
Muchos pensamos que de a poco se acaban las grandes personalidades de las artes, sobre todo de aquellas más populares, como lo es la música, sin embargo, no todo se trata de grandes perfiles que se devuelven al universo de estrellas infinitas, sino de lo que significaron en el colectivo, de lo que representan o representaron para las vidas de todos y cada uno de nosotros que, a final de cuentas, fue el éxito de posicionarlos como ejemplos a seguir y dignos de nuestra admiración.
Vicente Fernández fue desde siempre la imagen renovada y re-construida de Emiliano Zapata, un hombre que hacía lo que quería, con muchas mujeres a su lado, con habilidades propias de la masculinidad, representando en sus películas la fortaleza, la gallardía, la galantería, la irritabilidad, la destreza en el combate y tantas otras cualidades que se coronan alrededor de un concepto: el macho mexicano.
Vicente era el último asidero del prototipo de macho mexicano, que todas las puede, que siempre canta bien, que enamora y engalana, pero que también tras sus enamoradas cuenta con su “Cuquita” en la casa, atendiendo a los hijos, sin admitir que uno de ellos sea gay, obcecado en una imagen fuerte, aunque fea, bien cumplidor, siempre “respetuoso” y justo.
¿Cuántos de nuestros padres no tuvieron algo de Cruz Treviño de la Garza en aquella película de “La oveja negra”? ¿Cuántos de nuestros padres no admiraron a Don Pedro Armendáriz y sus graciosas rabietas? ¿Cuántas veces no golpearon a nuestras madres? ¿Cuántas veces se destramparon y regresaron con la cabeza caída implorando perdón a su “Cuquita” por los errores cometidos”? ¿Cuántos no han podido decir sus verdaderas preferencias sexuales a su padre? Preguntas fuertes que tienen que ver con ese prototipo de masculinidad y la imagen que se apagó hace unos días con la inevitable muerte de Vicente Fernández.
Ahora, se vislumbran en el horizonte otros tipos de masculinidad, otros prototipos de hombres exitosos, que de apoco se van afianzando y que todavía no habían podido instalarse del todo por la figura tan poderosa del charro mexicano tan inalcanzable y que ya no existe más. Lejos quedaron ya las épocas rancheras de Pedro Infante, Jorge Negrete, Antonio Aguilar y ahora Vicente Fernández cantándole a todas y a ninguna, viviendo el sueño del todo poderosos y justo, del siempre rey.
Se queda como un referente histórico a partir de ahora, como una época mexicana que se quedó en un momento casi post-revolucionario.
Lo que sí es que personalmente espero que la masculinidad recaiga en personajes eximios, con notable progreso tanto económico como mental, más humanos, menos de pose y sobre todo con un verdadero respeto a la mujer y a su familia. En México necesitamos mejores prototipos ahora, que resuelvan las problemáticas actuales, que defiendan nuestra verdadera forma de pensar, nuestra nueva forma de actuar y que engendren un nuevo paradigma visual de México.
Adiós al macho mexicano, hola nueva masculinidad.