MEXICO QUIERE CONQUISTAR LA VERDAD (Artículo 3 de 4)
Pbro. Dr. Daniel Valdez García
Saludos, interrumpo para decirles que algunas personas me pidieron textos menos largos, así que aquí va el tercer artículo. Lo mismo será el cuarto y último. Gracias estimados lectores.
La supuesta “quema de las naves” españolas realizada por Hernán Cortés a fines de julio de 1519. La temeraria decisión de destruir los mismos navíos que habían traído a los expedicionarios desde Cuba hasta Veracruz, y que les permitirían huir en caso de una derrota, ha sido interpretada como una muestra de la valentía y de la grandeza del capitán español. Por eso se ha convertido en un símbolo del arrojo de los grandes hombres que construyen la historia, según algunos autores. Pero dichas naves no fueron quemadas, sino barrenadas para que hicieran agua y no pudieran navegar. Parte de su madera fue aprovechada en las fortificaciones de Veracruz. Sus insustituibles aparejos de metal fueron guardados y se emplearían un año después en la construcción de bergantines para atacar México-Tenochtitlan.
Y Cuauhtémoc derrotado frente a un Hernán Cortés bajo un hermoso palio indígena en una terraza de la calzada de Tacuba, y éste desde su silla enseñoreado, escuchaba las últimas palabras del héroe, narradas por Bernal Díaz del Castillo: “Señor Malinche, ya yo he hecho lo que estaba obligado en defensa de mi ciudad y vasallos, y no puedo más; y pues vengo por fuerza y preso ante tu persona y poder, toma luego ese puñal que traes en la cintura y mátame luego con él”.
El tiempo que las huestes de Cortés estuvieron hospedadas en el palacio de Axayáctl se percataron de los cuantiosos tesoros con que estaban decorados los palacios, y seguramente intuyeron que la majestuosa ciudad había sido edificada sobre las bases de su religiosidad y la desmoronaron para que surgiera el nuevo mundo. “Para muestra basta un botón”, reza el refrán. Sobre la pirámide más grande se edificó el templo más importante en Cholula, Puebla.
Describe el “Nican Mopohua” relato sobre el acontecimiento Guadalupano, narra 10 años después de la conquista que la población estaba dismada, pero esa población del reino azteca en ese momento sufrió una merma del 80%. Las causas fueron la peste que se creó con el contacto biológico, por el genocidio en las batallas, por el desánimo espiritual de los sobrevivientes en un nuevo régimen y en un mundo inconcebible ¡para ellos, todo se había acabado! Hernán Cortés lo llevo consigo por todos lados para que vieran que los aztecas ya no dominaban a nadie, pero lo harían ellos con el dominio español. Así se expresaría el mismo rey Felipe II: “En mis dominios jamás se oculta el sol”, inspirada en el salmo 113.
Cortés con 750 hombres que salieron de Cuba, además de los 1500 soldados que trajo Pánfilo de Narváez para apresarlo por orden del gobernador de Cuba y, que se pasaron a su bando, sólo con 1250 hombres no se hubiesen cubierto de la supuesta gloria, porque la conquista realmente la hicieron posible la no poca cantidad de tribus que hicieron alianza con Cortés para librarse del domino mexica, y “fue peor el remedio que la enfermedad”, dice otro refrán. Alfonso Reyes, sostiene que la conquista fue obra de los pueblos originarios sometidos por los mexicas, así como la independencia fue obra de los españoles nacidos en la Nueva España.
Así se gestó el nacimiento de la Nueva España, que sería la cuna del México independiente, moderno y el actual. El tributo impuesto era la incomodidad. Por otro lado, con frecuencia se escucha decir que los españoles engañaron a los mesoamericanos y les cambiaron “espejitos por oro”; sin embargo, las fuentes históricas son parcas cuando hablan de espejos, aunque se mencionan “espejuelos”, palabra que tiene connotaciones despectivas. Lo cierto fue que las cuentas de vidrio eran comunes en Europa en el siglo XVI. Se fabricaban en lo que hoy es Italia y su alta producción las hacía un objeto preciado, aunque de fácil acceso. Muchas de ellas eran transparentes y tenían varios colores en su interior, pero las que más gustaban a los mesoamericanos eran las de color verde o azul. En las crónicas se dice que “las tomaban por buenas”, en el sentido de que tenían un valor de intercambio alto, ya que ambos colores representaban la trascendencia y la divinidad. Así que no es casualidad que la imagen de la Virgen de Guadalupe tenga en el cuello un jade y su manto sea azul. Incluso color exclusivo del máximo gobernante azteca como el amarillo lo fue color superior exclusivo de la corte china.