SIN TON NI SON
- Francisco Javier Escamilla
- 14 enero, 2021
- Columnas
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¿CUIDAR EL AGUA? Muchas veces me han preguntado si es cierto que el agua se va a terminar. La respuesta es que no, que la cantidad de agua en el planeta siempre es y ha sido la misma. El problema actual es que la población mundial ha crecido de tal manera que supera los Siete mil millones de habitantes y en México el 70% de la población del país se concentra en zonas urbanas. Entonces, abastecer a esta población, con calidad y en cantidad suficiente representa un muy complicado entramado que si, en un momento dado, falla alguno de los elementos que sostienen el abasto de agua (y el tratamiento del agua desechada, así como su reúso) se podría caer en una crisis que provocaría graves problemas de salud y consecuentes problemas sociales.
Para darse una idea de lo que podría suceder les recomiendo la lectura de la novela escrita por Francisco Martín Moreno y con el título de SEQUÍA. Aunque es una novela con mucha imaginación y que relata una historia de amor e infidelidades, el protagonista de la novela es un ingeniero que trabaja en temas del agua y que predice la catástrofe que nos relata este libro: Nos habla de una sequía, en la que el país sufre escasez de lluvia durante siete años consecutivos y las consecuencias relacionadas con lo que introduje en este artículo las relata en un fragmento bastante ilustrativo. Dejó de llover, las presas no se pudieron llenar, como gran parte de la energía eléctrica que surte al país se genera gracias a la potencia que produce la carga hidráulica de las presas a través de las turbinas, esta energía eléctrica ya no se pudo producir y las ciudades se quedaron sin luz (como decimos coloquialmente), transcribo un fragmento de esta novela que nos debe poner en alerta:
“Al faltar la energía eléctrica la comida ubicada en el interior de los refrigeradores se pudrió en un par de días. El consumo de carnes, pescados y mariscos, frutas y legumbres… se desplomó en un instante… Lo peor vino cuando millones de personas no sólo no pudieron ya bañarse, sino que no pudieron tampoco desaguar sus escusados. La pestilencia se hizo insoportable. Los olores nauseabundos bien pronto se apoderaron de colonias enteras y en tan sólo cinco días se apoderaron de toda la capital de la república… Las compañeras inseparables de todo desecho orgánico en putrefacción no tardaron en hacer acto de aparición: las moscas. Éstas empezaron a cubrir como nubes grises sonoras la bóveda celeste… Las patas de estos insectos empezaron a producir enfermedades gastrointestinales, dermatológicas y oftalmológicas en cadena, entre otras tantas más… Más de veinte millones de personas defecaban y orinaban a la intemperie por falta de agua en los tinacos…Entre siete u ocho millones de toneladas de materia fecal flotaban en el ambiente llamando a su vez a todas las moscas, insectos y gusanos del orbe…La contaminación atacaba ferozmente por todos los frentes. Todo parecía envenenarse de repente…La diarrea, la disentería amibiana, las fiebres intestinales como la tifoidea, entraron en el escenario agravando la difícil situación. El suero existente en México y el que podría producirse fue insuficiente.”
Este es sin duda un escenario dantesco, pero si se carece de agua las consecuencias no están muy alejadas de lo que nos relata Martín Moreno, por ello los invito a reflexionar y a cuidar el agua, en todas sus manifestaciones, así como darnos cuenta que traerla hasta nuestros hogares representa un esfuerzo titánico que no debemos soslayar.
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