La noche de la democratización boliviana
- José Edgar Marín Pérez
- 22 octubre, 2020
- Columnas
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Luego de un año de gobierno de ultraderecha en Bolivia la izquierda vuelve a la carga, el pasado domingo dieciocho de octubre el Movimiento al Socialismo-Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos, partido ligado al otrora depuesto Presidente Evo Morales, logro una avasalladora victoria al hacerse nuevamente de la presidencia de una de las naciones más golpeadas en América del Sur, largamente marginada por el hambre, el olvido, el rechazo a los pueblos originarios y el saqueo de sus recursos naturales sumamente valiosos para el comercio mundial como el litio, altamente valorado para la manufactura de herramientas tecnológicas de última de generación.
Bajo este tenor, después de doce meses de un desastroso gobierno conservador que arribó al gobierno con la cruz, la biblia y con el apoyo de la prensa reaccionaria tanto nacional como extranjera, en la persona de Janine Áñez que a través de un golpe de estado militar y artilugios constitucionales violatorios del mandado popular boliviano, usurpó la presidencia para acabar con uno de los gobiernos que de acuerdo a las cifras macro y micro económicas, así como de carácter social se constituyó en poco más de una década en ejemplo mundial en la lucha por el abatimiento de la pobreza y la igualdad entre los pueblos andinos.
Para quienes no recuerden la realidad política que vivía Bolivia, basta recordar la gran intervención y colonialismo norteamericano en dicho país, que paradójicamente gracias a su ubicación geográfica como el corazón del cono sur de nuestro continente, resultaba de gran valor estratégico para los gobiernos de Lindo Johnson y Richard Nixon, como laboratorio del control de la expansión del socialismo en América, ya que desde estas latitudes se ejerció un control del vecino Chile y particularmente del gobierno del presidente Salvador Allende, trágicamente muerto después del golpe militar de Augusto Pinochet quien fuera apoyado por el exsecretario de Estado norteamericano Henry Kissinger y la CIA, así como el control de Brasil, Argentina y Uruguay a través de los también abominables gobiernos militares en dichas naciones hermanas, para muestra basta recordar que precisamente durante los últimos años de la década de los 70’s, los Estados Unidos terminan por completo con los movimientos revolucionarios en la región con la muerte de Ernesto Che Guevara, justamente en Bolivia un 07 de octubre de 1967.
Posteriormente, durante los años 80’s y 90’s del pasado siglo XX, Bolivia se convirtió en una pesadilla mundial de lo que es la hiperinflación, para muestra basta un ejemplo, un ciudadano promedio podía comprar un litro de leche a un precio en la mañana, encontrarlo a otro precio al medio día, otro precio por la tarde y en la noche podía estar dos o tres veces más caro de lo que se ubicaba en la mañana. Lo anterior, por una economía en franca recesión y por la equivocada política monetaria de emisión de circulante como si fuera pan caliente. Luego llegaron los gobiernos tecnocráticos tal y como sucedió en gran parte de América, con ministros de Economía que se habían formado en universidades norteamericanas ligadas a la denominada “escuela de Chicago”, que mucho daño había empezado a hacer en Chile, México y Argentina.
Asimismo, otro gran problema que se agudizó en la región fue la producción de hoja de coca, utilizada para la producción de cocaína, principalmente utilizada por grupos de delincuencia organizada colombianos que en los años 80’s inundaron a los Estados Unidos y el mundo de esta droga que suponía una sustancia menos “agresiva” que la heroína que había cobrado tantas muertes por sobredosis a lo largo y ancho del mundo. No obstante, precisamente de la producción de hoja de coca, que cabe aclarar no es una actividad ilícita (la que es ilícita es la transformación en cocaína), trajo consigo el surgimiento de un carismático líder como Evo Morales que buscaba transformar la realidad de los pueblos indígenas que desde la colonia española han vivido en el abandono y en condiciones ignominiosas.
Sirva este contexto, para retratar cuál es la realidad imperante en Bolivia actualmente, ya que los medios ligados al poder hegemónico se encargaron de vender la idea de que la salida de Evo Morales en noviembre de 2019 fue producto de un legítimo movimiento reivindicados de la vida pública nacional que rechazo cualquier intento de permanencia en la presidencia, pese a que constitucionalmente contaba con dicha facultad al tratarse precisamente de un marco constitucional realizado años antes del referido proceso electoral y segundo intento de reelección. Sin embargo, lo que vimos el pasado domingo fue una verdadera fiesta de la democracia en dicha nación, una victoria de más del 54.4% en favor del candidato de izquierda, Luis Arce, quien como primera acción de gobierno ha dicho que será el restablecer la política social asistencialista contra el hambre.
Bajo este entendido, ahora vendrán cuatro tareas preponderantes para el nuevo gobierno en comento, la primera y más urgente será el adoptar plenamente la autoridad del ejecutivo boliviano, es decir, marcar distancia del líder moral Evo Morales para la consumación de los planes de gobierno, el segundo compromiso deberá ser investigar y en su caso sancionar las violaciones a derechos fundamentales en tiempos de la presidenta Janine Áñez, el tercero será una urgente pacificación de la vida pública del país, y la tercera y más importante es lograr un acercamiento entre los países latinos que curiosamente en tiempos complicados para Estados Unidos, está volviendo los ojos hacia la izquierda como el arquetipo ideológico que lleve a América Latina a reclamar de una vez por todas su verdadero papel en la evolución de los pueblos.
Twitter: @EdgarMaPe