El simbolismo oculto en la pugna entre Nancy Pelosi y Donald Trump
- José Edgar Marín Pérez
- 6 febrero, 2020
- Columnas
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El pasado 04 de febrero fuimos testigos del tradicional discurso del estado de la Unión, un speech en el que el Presidente de los Estados Unidos de América acude al Capitolio (sede del poder legislativo norteamericano), con la finalidad de informar sobre el avance de la administración pública en nuestro vecino país del norte.
Figura constitucional que ya ha sido previamente analizada en esta Trinchera Global, por tratarse de un mecanismo que data de finales del siglo XVIII, con formalismos en su desarrollo que recuerdan al parlamentarismo británico (en los cuales no profundizaremos). Un acto que actualmente ha abusado de la producción televisiva, el histrionismo (con narraciones de historias de vida que han degradado el informe a un espectáculo telenovelesco) y la demagogia; situación que ha originado que autores como Leonardo Morlino o el fallecido Guillermo O´Donell, hayan cuestionado seriamente el espíritu de “accountability” gubernamental (rendición de cuentas) de este evento.
En este contexto, se desarrolló antier la intervención de Donald Trump con múltiples simbolismos, desde los más institucionales hasta los más lamentables. Entre estos últimos encontramos el desdén del Presidente Trump al no saludar de mano a la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, hecho que independientemente de la grosería en contra de la dama constituye una afrenta para la Cámara de Representantes en su conjunto (recordando que éste cuerpo colegiado es la voz de los ciudadanos de la Unión Americana, a diferencia del Senado que representa a las entidades federativas, bajo la óptica del sistema bicameral), seguramente porque al interior de este cuerpo legislativo fue donde se gestó el proceso de impeachment que el día de ayer 05 de febrero dirimió el Senado norteamericano (con mayoría republicana), absolviendo de los cargos al Presidente.
Sin embargo, el gesto de rabia de Trump adquiere relevancia más allá del morbo mediático que origina la confrontación ideológica entre los partidos demócrata y republicano; respectivamente, toda vez que al ser éste un año sufragista en donde habrá de renovarse la Presidencia de los Estados Unidos (en el que seguramente el magnate neoyorkino buscará la reelección), los esfuerzos electorales del partido en el gobierno van destinados a propiciar un ambiente de encono y revanchismo político, para muestra basta recordar las múltiples denostaciones expresadas en el mensaje en comento a las políticas económicas y asistenciales impulsadas por su antecesor Barack Obama.
Bajo este orden de ideas, una y otra vez Donald Trump hizo referencia a una “supuesta” fortaleza de las finanzas norteamericanas, de la renegociación del T-MEC, las acciones de su gobierno para contener la migración, el apoyo a Juan Guaido (el autonombrado presidente de Venezuela), la justificación de la acción militar norteamericana en Irán que originó la muerte del General, Qasem Soleimani, las acciones de gobierno en favor de las mujeres norteamericanas; sólo por mencionar algunas, lo cual desencadenó el rechazo de la minoría demócrata presente durante el speech. No obstante, en el caso de Pelosi se podía ver su descontento en cada cifra, y celebración multitudinaria de los republicanos presentes en dicha audiencia, disintiendo con la cabeza en repetidas ocasiones para denotar un supuesto engaño en los logros esgrimidos por el republicano.
Cabe resaltar, que al término de su discurso Nancy Pelosi en franca desaprobación de lo expuesto en el Estado de la Unión, rompió su copia del informe entregado a la Cámara de Representantes, en un arrebato quizás y como respuesta a la desatención cometida por Trump al inicio del evento. Sin embargo, pudiera ser un atenuante el hecho de que Pelosi, es la segunda dentro de la línea de sucesión en caso de ausencia del Presidente y el Vicepresidente, representando a uno de los órganos investidos de representación política dentro del cuerpo legislativo norteamericano, además de ser una incansable luchadora social en pro de los derechos de las mujeres, de la inclusión sexual y del sistema de salud pública de Estados Unidos.
Bajo esta óptica, el espectáculo mostrado al interior del Capitolio fue la antesala de una encarnizada lucha que habrá de medir el músculo de ambas maquinarias electorales que habrán de disputar la presidencia de la nación más poderosa del mundo, por un lado un Trump entronizado por el poder del establishment republicano (blanco, supremacista y abiertamente proteccionista), frente a un partido demócrata (pluriétnico, incluyente y liberal), que el pasado 03 de febrero hiciera el ridículo a nivel mundial con el vergonzoso caucus de Iowa en las primarias para elegir al candidato que contenderá por la presidencia frente a Trump, en donde al día de hoy queda la duda si ganó Pete Buttigieg o Bernie Sanders.
Nota: Quiero reconocer y felicitar a mí estimado brother y amigo Erick Velázquez, sabía que el tiempo, el derecho y la razón se impondrían tarde o temprano frente a la ignorancia, la injusticia y la ambición.
Twitter: @EdgarMape