Del salario mínimo al salario digno
- Elva María Maya Marquez
- 10 enero, 2020
- Columnas
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Para muchos un día “normal” comienza así…
Salir de casa hacia el trabajo cuando el sol aún no se ha puesto y regresar cuándo este se ha ocultado, la cruda realidad que viven cientos de personas ¿Dónde? en nuestro querido México. Gente que ve pasar los días en su lugar de trabajo el cual se convierte en su vida al no tener tiempo para algo más que para trabajar, regresar a dormir porque al otro día la rutina se repite y lo más lamentable de esta situación es que aun con ello, no logran mejorar sus condiciones de vida.
El salario es el único medio con el que cuenta la mayoría de los mexicanos para aspirar a cambios que impacten de manera favorable en su forma de vida, pero qué hacer cuando este ha sido insuficiente y más allá de incrementar de manera paulatina, en más de una ocasión se ha visto disminuido. De acuerdo con la Organización Internacional del Trabajo (julio, 2019) México es el país del mundo en donde más horas se trabajan sin embargo, esto no es proporcional al ingreso que se percibe.
La asociación de la sociedad civil Acción Ciudadana Contra la Pobreza (octubre, 2019) señala que en nuestro país del total de empleados remunerados, el 78% no cuenta con condiciones dignas de trabajo, es decir, que la jornada laboral es de más de 48 horas a la semana, el ingreso es insuficiente, el trabajador no cuenta con seguridad social ni prestaciones de ley y/o está en subocupación es decir, trabajan menos de 35 horas semanales por causas involuntarias y desean trabajar más horas.
La expectativa y la realidad una vez más avanzan por caminos distintos y para muestra el artículo123 constitucional, donde se estipula que el salario mínimo deberá ser suficiente para cubrir las necesidades de un jefe de familia en el orden material, social, cultural, y para proveer la educación obligatoria de sus hijos no obstante, no es necesario un análisis exhaustivo para saber que lo anterior no se ha cumplido.
La apuesta del actual gobierno es clara, disminuir las brechas de desigualdad al apoyar a quienes históricamente han sido los menos favorecidos y no han logrado ser incluidos en reformas y políticas públicas que aparentemente han buscado un país más justo donde la distribución de la riqueza se haga de manera más equitativa pero no hay, ni habrá programa social o dadiva que sustituya al trabajo como el medio para superar o dejar atrás la pobreza siempre y cuando sea un trabajo bien remunerado. En México quienes perciben el salario mínimo parecen estar condenados a vivir en pobreza ya que más que representar una esperanza de mejora se ha convertido en un factor de reproducción y perpetuación de pobreza para quien trabaja y sus familias.
Inadmisible concebir la idea de trabajar para ser pobre y que trabajar duro, honestamente ocho o más horas no se traduzca en bienestar para las personas. El aumento en el salario mínimo lucha a contracorriente, ya que los productos de la canasta básica parecen cada vez menos asequibles no obstante, iniciamos el año con un incremento histórico del 20 por ciento al pasar de 102.69 pesos a 123.22 pesos al día y para la Zona Libre de la Frontera Norte, de 176.72 a 185.56.
Es necesario pensar en un salario digno más que en un salario mínimo que permita a las personas vivir y no sobrevivir. Aumentar el salario va más allá de una medida políticamente correcta, es tiempo de promover acciones que dignifiquen el trabajo y aseguren un nivel de vida digno, lo cual requiere de compromiso con una estrategia donde el desarrollo y el crecimiento económico no sean vistos como antagónicos, sino como una medida urgente y necesaria que refleje el interés de trabajar en la sociedad que queremos y podemos construir.