¿Cómo se enseña a ser hombre?
- Elva María Maya Marquez
- 22 noviembre, 2019
- Columnas
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De manera reciente se conmemoró una fecha que gran parte de la sociedad aún no tiene presente, el Día Internacional del Hombre, que tiene su origen en 1992. Durante ese año, el profesor de la Universidad de Missouri (Estados Unidos), Tomas Oaster, propuso una fecha en la que se conmemorara la participación del hombre en la sociedad.
Oficialmente, la fecha se popularizo el 19 de noviembre de 1999. Elegir un día internacional para el varón, se consideró una excelente idea que brinde un poco de equilibrio entre sexos asimismo, es una oportunidad para llamar la atención sobre cuestiones particulares del género y reflexionar sobre cuál es el rol que debe ocupar la masculinidad en la sociedad.
La idea no es competir con el Día Internacional de la Mujer, sino resaltar y hacer visible las experiencias y problemáticas de los hombres que por lo menos en el caso de México, no es tan sencillo derivado de una cultura machista y patriarcal que nos antecede y que deposita sobre ellos un papel de proveedor y defensor que los obliga a asumir una posición de vulnerabilidad en cuanto a su salud mental y física.
La violencia que sufren los hombres es una realidad innegable pero silenciada. Existen hombres con lesiones físicas causadas por sus parejas sin embargo, los hombres no suelen denunciar por un mal entendido orgullo y una sociedad que no dudaría en cuestionar su hombría ante un hecho de esta naturaleza.
El Índice de Paz México 2019 (IPM), elaborado por el Instituto para la Economía y la Paz (IEP), señala entre sus principales hallazgos que la tasa de homicidios para hombres alcanzó 49 muertes por cada 100 mil habitantes en 2018, un 15% más que en 2017 y aproximadamente nueve de cada diez víctimas de homicidio eran hombres entre 15 y 29 años de edad.
En lo que respecta a violencia intrafamiliar, el informe no incluye datos sobre las experiencias de hombres, lo cual es importante registrar si se desea tener un panorama general. Por ejemplo, los datos de Reino Unido muestran que, entre 2017 y 2018, 35% de las víctimas de violencia intrafamiliar fueron hombres.
Por otra parte, los estereotipos y roles de género imponen concepciones, parámetros y conductas que se espera cumplan por el hecho de ser hombre sin embargo, porque no pensar que se puede ser hombre de otra manera, vistiéndose y comportándose como quieran, sintiendo lo que quieran sentir más allá de cumplir el estereotipo o no. La idea en la cual el hombre va a trabajar y la mujer debe estar en la casa es parte de nuestra cultura machista que no solo afecta a las mujeres, también lo hace con los propios hombres, ya que no siempre estas construcciones sociales les han sido favorables por el contrario, los oprime y los limita.
Al final del día, se asume que el hombre es el fuerte, agresivo, el que no llora o tiene derecho a mostrar sus sentimientos y anula su forma de ser, de manifestarse, lo cual les restringe libertades por lo que es conveniente cuestionar si todo eso encaja con lo que quieren ser realmente y no implica fallar con su rol o bien, fallar como hombre. Si nosotros construimos esta idea de cómo se debe o se espera sea un hombre, nosotros la podemos cambiar.
No más a esa idea del sexo fuerte, los hombres tienen derecho a mostrarse como quieran hacerlo sin pena al señalamiento en primera instancia; de otros hombres. Los estándares o parámetros impuestos para valorar la hombría son injustos, absurdos y querer cumplir con ellos o bien, seguir reproduciéndolos aun peor. La idea de feo, fuerte y formal, por lo menos en nuestro país tiene que convertirse en un discurso en desuso, hablemos del tema, porque lo que no se nombra no existe.