SIN TON NI SON
- Francisco Javier Escamilla
- 11 julio, 2019
- Columnas
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¿Has leído a Gabriel García Márquez? ¿A Isabel Allende?, mencionar a estos dos autores nos trae irremediablemente a la mente el género conocido como realismo mágico. La tradición del realismo mágico es muy amplia en la literatura de occidente, pero también existe en otras culturas, sin embargo, no empezó a considerarse un género literario sino hasta el siglo XX. Es muy frecuente que la expresión “realismo mágico” se asocie exclusivamente a la literatura latinoamericana, tal vez porque se empezó a contextualizar allí debido al novelista cubano Alejo Carpentier, quien llegó a utilizar este término para sus obras, pero también se pueden ubicar trabajos de este tipo en otras regiones del mundo.
Desde 1925 se utilizó esta expresión, y no precisamente en América Latina; la utilizó el artista alemán Franz Roh para describir un movimiento de arte visual que emergía en esos años, este movimiento describía el mundo de una forma realista, pero con características surrealistas y oníricas. Como hasta la fecha lo hemos interpretado, esta expresión tiene el mismo significado cuando se utiliza en la literatura: las obras literarias catalogadas como realismo mágico representan el mundo de una manera pormenorizada y realista, pero encajando también sin pegamento situaciones y acontecimientos sobrenaturales y mágicos.
El principal autor latino que mostró el realismo mágico ante los ojos del mundo, fue el novelista colombiano Gabriel García Márquez con su mejor obra “Cien años de Soledad” escrita en 1967. Entre otras muchas también destaca “El amor en tiempos del cólera” de 1985. Aquí se aprecia claramente el género que nos ocupa esta vez, debido a la mezcla de acontecimientos sobrenaturales intensos, carnales y a menudo sangrientos, con personajes propios de la vida cotidiana. A menudo, encontramos situaciones que pueden parecernos de otro mundo pero que aparecen en un entorno típico del folclor local; algunas situaciones aparecen como fenómenos de la naturaleza, por ejemplo los años que estuvo lloviendo sin parar en “La cándida Eréndira…”
Entre las obras de la literatura latinoamericana que destacan dentro del realismo mágico se encuentran “La casa de los espíritus” de Isabel Allende (1982) y “Como agua para Chocolate” de Laura Esquivel (1989).
El realismo mágico no es lo mismo que la fantasía o que la ciencia ficción. Las obras de estos dos últimos géneros se llevan a cabo en futuros, realidades o mundos alternativos, mientras que las narraciones del realismo mágico tienen lugar en el mundo real.
Se dice que García Márquez, en alguna ocasión dijo que la tarea más importante que él se había propuesto como escritor era “destruir la línea de demarcación que separa lo que parece real de lo que parece fantástico”.
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