SIN TON NI SON
- Francisco Javier Escamilla
- 13 junio, 2019
- Columnas
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¿Quién no ha disfrutado de una emocionante partida de ajedrez? o ¿Quién no se ha roto la cabeza pensando cómo se juega este juego? ¿O quién no ha dicho que es terriblemente aburrido? Como quiera que sea este, para mí, apasionante pasatiempo ha perdurado durante miles de años en diversas culturas de la humanidad, por ello ahora dedicaré algunas líneas para conocer la historia de su nombre y algunas de sus piezas.
El nombre de este antiquísimo juego es un magnífico ejemplo de una palabra que ha evolucionado junto con la humanidad a lo largo de milenios, durante los cuales recorrió los más variados países, eras y culturas, modificándose por la influencia de incontables lenguas hasta llegar a los idiomas modernos. La invención del juego-ciencia ha sido atribuida, en la oscuridad de los tiempos y en diversas épocas, a hindúes, griegos, romanos, persas, escitas, egipcios y árabes, y es cierto que todos esos pueblos lo conocieron. Sin embargo, los estudiosos del caso han logrado establecer cierto consenso en afirmar que el ajedrez surgió en el Indostán, en época no determinada con seguridad, pero muy remota. Inicialmente, se lo llamó chaturanga, en referencia a las cuatro alas (angas) del ejército indio: elefantes, carros, caballos e infantería. Desde la India, el juego fue llevado a China, Corea y Japón, y en el Occidente, hacia Rusia, Escandinavia, Alemania y Escocia; sin embargo, esta vertiente del ajedrez se perdió en el transcurrir de los siglos, y la forma actual deriva de otro itinerario.
Si se considera la interpretación del cronista persa Firdusi, el chaturanga penetró en Persia en el siglo VI de nuestra era, donde sufrió algunas modificaciones. En efecto, al llegar a este reino ancestral, el chaturanga dejó de jugarse con dados, como en la India, y su nombre se convirtió en chatrang, que luego los árabes cambiaron a shatranj. Asimismo, la mayoría de las palabras de la jerga ajedrecística que llegó hasta nosotros surgió en Persia, donde tuvo su gran apogeo. Así, jaque mate proviene de sha mat, que significa «rey derrotado». Los árabes lo llevaron a España, y el nombre del juego evolucionó a axatraz y, más tarde, a axedrez, que fue como lo llamó el genial ajedrecista español Ruy López de Segura en su Libro “La invención liberal y arte del juego de axedrez”, publicado en 1561 y considerado hasta el día de hoy como una referencia para los estudiosos.
En cuanto a las piezas, el nombre antiguo de la torre, roque, registrado por el Diccionario de la Real Academia Española como voz antigua, deriva del persa rukh ‘roca’, ‘atolón’, que luego los árabes utilizaron en la Edad Media para designar a sus carros de guerra. De ahí proviene el nombre enroque, una jugada de rey y torre al mismo tiempo. En la provincia española de Valencia, en ciertos festivales tradicionales, todavía circula una carroza que se denomina roque, como los carros de guerra de los persas.
El nombre alfil proviene del árabe fil ‘elefante’, pues esta pieza representaba el ala de los guerreros que combatían montados en paquidermos. La forma actual del alfil, casi siempre se representa como la mitra de un obispo, tal vez porque esta pieza tiene el nombre en inglés de ‘bishop’, así como ‘bispo’ en portugués (ambas con el significado de obispo), traducido, probablemente, por los monjes ajedrecistas del medievo.
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