La esperanza de la nueva reforma educativa
- Julián Chávez Trueba
- 22 mayo, 2019
- Columnas
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Otra reforma educativa viene, pero ¿resolverá los temas más apremiantes? Ha habido desde la creación del artículo 3 Constitucional en 1917, reformas a ese artículo en los años 1934, 1964, 1992, 1993, 2002 y 2013. Su creación en aquel tiempo fue aspiracional, no había algo establecido y los legisladores lo engrandecieron con los mejores valores; colocaron que la educación debería ser laica, libre y obligatoria. De ahí en adelante la necesidad fue siempre otorgar una educación de calidad para todos, esto significaba que toda la población tuviera la misma oportunidad de estudiar y de desarrollarse, pero prácticamente todas las reformas han obedecido a intereses momentáneos como dice Eugene Bardach, toda política pública es producto de una situación coyuntural. Del artículo 3 en 1934 se le colocó “socialista”, en 1964 se le quitó. En los años 1992 y 1993 se reguló la educación privada. En el 2002 se hace obligatoria la preescolar. En el 2013 se agrega la educación secundaria como obligatoria y se obliga a los profesores a una evaluación.
Todos los políticos se llenan el pecho diciendo que ellos hicieron reformas a la Constitución, que ellos la compusieron, que ahora está mejor, pero la verdad es que en materia educativa poco se ha hecho emanado de una normatividad. Con Porfirio Díaz aumentó el acervo artístico y universitario; con Juárez se realizó la idea de una educación con inclusión indigenista; con López Mateos se cumplió con la educación obligatoria y gratuita; todos ellos sin necesidad de una reforma constitucional.
La reforma del año 2013 abonó mucho a la idea de la mejora educativa. La mayoría de la gente no sabe, pero hasta el año 2013 todo aquel que estudiara en alguna Normal de Profesores al terminar su carrera de docente tenía un trabajo seguro en alguna escuela de gobierno, solo por el hecho de terminar la carrera. Esto hizo que algunos sectores de la jerarquía del sistema educativo acumularan poder al decidir en qué lugar deberían de prestar su servicio y en qué condiciones económicas. Algunos profesores, previo a la homologación de las plazas de aquel año, contaban con una plaza radicada por ejemplo en Toluca, y 31 plazas radicadas en cada Estado con comisión en Toluca, esto hacía que una misma persona tuviera hasta 32 plazas, con una imposibilidad lógica de su ejercicio, esto debido a favores políticos.
Entonces la reforma que ahora se derogó impuso la necesidad de evaluarse para ingresar al sistema educativo y evaluarse para promocionarse, esta idea para nada estuvo mal ni era perjudicial para los profesores, que si bien estaban obligados a presentarla, no era estrictamente necesario aprobarla. Además, los casos de éxito fueron muchos. Los profesores con lágrimas platicaban que no tenían ningún padrino y que no tenían más que su conocimiento en la docencia y por fin pudieron ingresar a un trabajo estable sin deberle nada a alguien.
Lo verdadero importante es que el Estado controle los contenidos y directrices de la educación, para controlar el Sistema Educativo y con ello el desarrollo social, que no se preste nuevamente a la política sindical. La verdadera reforma sería que en la Ley se obligue a tener un punto del PIB en el gasto directo de gobierno, eso conllevaría un avance tecnológico y de infraestructuras nunca visto.
La reforma de 2019 no conlleva a una mejora de oportunidades ni a un mayor gasto de inversión, esto seguirá haciendo que México sea uno de los países peor calificados en el desempeño PISA (México Evalúa), que la inversión en educación no llegue al 0.6% de nuestro PIB (OCDE), que las patentes mexicanas no lleguen al 0.5% de las patentes de los Estados Unidos (IMPI) y que siga la currícula sin materias sociales en el nivel básico.
Sin lugar a dudas la reforma planteada no va a solucionar absolutamente nada, será de nuevo el producto de una coyuntura política que calmará a los actores políticos y nada más.