Italia, la nueva preocupación de la Unión Europea
- José Edgar Marín Pérez
- 28 marzo, 2019
- Columnas
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Desde la época de la antigüedad uno de los antecedentes comerciales más impresionantes de la historia fue la antigua ruta de la seda entre China y el imperio romano de occidente, sobre todo por los miles de kilómetros que tenían que recorrer los comerciantes orientales cruzado Asia y Europa occidental, sorteando condiciones climáticas adversas y los ataques de tribus bárbaras. En este sentido, la implantación de dicho comercio permitió el acceso a productos e insumos prácticamente desconocidos en la Europa antigua, tal es el caso de una múltiple cantidad de especias utilizadas hoy en día en la gastronomía y en la industria farmacéutica.
Tomando este antecedente histórico como punto de partida, el pasado 22 de marzo del presente tuvo lugar en Roma la firma de un memorándum de entendimiento entre el Primer Ministro italiano Giuseppe Conte y el presidente chino Xi Jinping, para adherirse a lo que será el más ambicioso proyecto de infraestructura que pretende conectar Europa, Oriente Medio y Asia, a través de nuevas terminales aeroportuarias, estaciones ferroviarias y puertos marítimos. Situación que tomó desprevenida a una Unión Europea que sigue a la expectativa frente al estira y afloja diplomático con Reino Unido, con el doble rechazo por parte del parlamento británico de un acuerdo de salida con la Unión.
Pero, ¿Cuáles son las razones de Italia para unirse al gigantesco proyecto comercial de la ruta de la seda chino?. La respuesta podemos dividirla en tres grandes aspectos importantes, el económico, el político y el social.
En el primero de ellos, se resalta que desde el año 2008 Italia ha sido uno de los países europeos más golpeados por la crisis económica del “subprime” (junto con Grecia y España), que con la caída del banco de inversiones Lehman Brothers, se vieron afectados no sólo el sector de la vivienda (industria muy demandada en los países de la Europa mediterránea), así como a los sectores manufactureros, automotriz y de la construcción de infraestructura urbana, de hecho de acuerdo a al Fondo Monetario Internacional la deuda pública italiana cuando menos al cierre del tercer trimestre del año 2018, se elevó al 133.00%, situándose entre los primeros cinco países más endeudados del mundo, situación que ha encendido los focos rojos en el país transalpino.
En segundo término, la debacle política italiana sobrevino después del gobierno del Primer Ministro italiano Silvio Berlusconi (magnate que fuera dueño del equipo de fútbol AC Milán), el cual en tres años de gobierno sumió al ambiente político de su país en una serie de acusaciones graves sobre corrupción, escándalos sexuales y una agenda pública tendiente a la denominada “ultraderecha”, situación que ha acarreado una gran inestabilidad política en la península de forma inusitada, para muestra está que en los últimos nueve años Italia ha tenido un total de nueve Primeros Ministros. Aunado a lo anterior, desde hace décadas las acusaciones, investigaciones y procesamientos de funcionarios públicos ligados a grupos de delincuencia organizada han escandalizado a los gobiernos de distintos órdenes de poder público, ligados a la mafia siciliana o “Cosa Nostra”, a la mafia napolitana o “Camorra”, la mafia calabresa o “Ndrangheta”, o incluso con grupos delincuenciales de otras naciones como Albania.
Por lo que respecta al ámbito social, sigue habiendo una problemática constante en Italia como lo es la polarización de la economía, de las fuentes del empleo y de ingreso a centros de educación superior e incluso de seguridad entre el norte, el centro y el sur de la península, es decir, no son las mismas condiciones de vida de los italianos residentes en ciudades industriales y comerciales como Milán, turísticas como Venecia y Florencia, o en ciudades portentosas como Roma que además de turística es una de las capitales culturales del mundo, por lo que en muchas regiones italianas como Nápoles, Sicilia y Cerdeña, el progreso y la distribución de la riqueza parece seguir siendo un tema pendiente.
Por lo anterior, es comprensible que el país mediterráneo encuentre en una alianza de gran envergadura con China como lo es la “Nueva ruta de la seda”, una alternativa urgente y satisfactoria en un relativo corto plazo para poder salir de la crisis en la que se encuentra a partir de su ingreso en 2002 al bloque del euro, lo que ha imposibilitado a Italia para poder devaluar la moneda como lo hacía en la época en la que estuvo vigente la lira, siguiendo los designios de Bruselas (sede la Unión Europea), por lo que al tiempo Italia parece haberse convertido en una Europa de segunda, rezagada incluso frente a países como sus pares holandeses, finlandeses y belgas.
Como era de esperarse, la noticia de la unión comercial entre China e Italia parece haber calado fuertemente en los gigantes de Europa: Emmanuel Macron (presidente de Francia), Angela Merkel (canciller alemana) y Jean-Claude Junker (presidente de la Comisión Europea), que nunca imaginaron que una China en un plan comercial y económico bastante agresivo podría colarse hasta Europa meridional a través de Italia, actores políticos que se resisten a perder el control que eventualmente orille a la desaparición de una Unión Europea cada vez más desunida.
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