Esta vez voy a platicar de un filósofo del siglo XVII, cuyas ideas son de una actualidad asombrosa: Baruch Espinoza.

En filosofía se buscan las respuestas a preguntas tales como ¿quién formó el mundo? ¿para qué vivimos? ¿Cuál es el bien supremo? ¿se puede conocer la realidad? Y muchas ottas por el estilo, y cada filósofo encuentra respuestas distintas, iguales o encontradas. Sin embargo, es muy común que las ideas de los filósofos se enfrenten al pensamiento y a las ideas de las religiones, que sostienen que debemos actuar según un mandato divino y que Dios creó el mundo con un fin. Baruch Spinoza desarrolló una corriente de pensamiento que demostraba que Dios es la naturaleza y, como tal, no formó el mundo con un propósito.
Baruch Spinoza nació en la comunidad de marranos, un barrio de Amsterdan, en 1632 y murió en La Haya en1677. Su comunidad de nacimiento estaba formada por los judíos que durante un tiempo practicaron a escondidas su religión en España, antes de ser expulsados. En 1656 fue excomulgado por los judíos y más adelante cambió su nombre por otro de fonética más latina, Benedictus, por el que también se le conoce.
La filosofía de Spinoza constituye la culminación del pensamiento racionalista. Ningún otro filósofo se ha restringido tan rigurosamente a los conceptos del puro intelecto para alcanzar una descripción del universo y del hombre, del plano físico exterior y de la dimensión moral y afectiva interior.
Las ideas filosóficas de Spinoza provocaron una gran controversia mientras el vivía, pero también después de su muerte. En 1670 publicó su “Tratado teológico-político”, en el cual sostenía que la Biblia, al igual que el resto de las Escrituras, debería ser interpretada como un documento escrito por seres humanos y no por Dios. Spinoza siempre defendió que el contenido real de la religión no tenía que ver con la naturaleza de Dios, sino que se trataba de una institución creada para que mediante historias y preceptos la gente hiciera lo moralmente correcto. Concluía que la religión era un sistema de control político y moral, y que todas las religiones eran valiosas para lograr ese fin de una forma eficaz. Estas afirmaciones eran tan polémicas en la Europa del siglo XVII que Spinoza tuvo que publicar este libro de manera anónima.
Gran parte del trabajo filosófico de Spinoza estuvo orientado a su magna obra “Ética”, publicada de manera póstuma. En esta, su obra más sublime, Spinoza presentó una explicación sistemática de Dios, la naturaleza, la mente y la consecución de la felicidad. Para Spinoza, todo lo que forma parte de la naturaleza está gobernado por las necesarias y estrictas leyes causales, motivo por lo cual todo es una consecuencia necesaria de las leyes y nada podría haber sido diferente de lo que es. Spinoza sostenía que Dios era simplemente la suma de toda la naturaleza, no un creador independiente y que no había hecho el mundo con un propósito, como sostienen algunas religiones, de hecho, se cree (aunque no se tiene la total certeza) que Spinoza fue excomulgado por negar que el alma fuera inmortal o que Dios hubiera creado el mundo con un propósito.
En “Ética” hace un tratado de las pasiones y de la felicidad, la felicidad que Spinoza propugna es la del sabio que conoce sus propias pasiones y que es capaz de gestionarlas de un modo a la vez racional y afectivo, a partir de ideas adecuadas y completas sobre sí mismo y el mundo.
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