El regreso del gobierno talibán a Afganistán, la venganza del extremismo islámico
- José Edgar Marín Pérez
- 19 agosto, 2021
- Columnas
- 0 Comments
El pasado 14 de agosto del presente, el mundo fue testigo de una noticia que cimbró el ambiente político internacional, la huida del presidente afgano Ashraf Ghani hacia los Emiratos Árabes Unidos y el ingreso a la capital Kabul de las tropas de un viejo cáncer que se creía extinto, los talibanes.
Este grupo, tiene sus antecedentes desde el conflicto armado que enfrentó a la nación de oriente medio con la extinta Unión Soviética a finales de los años 70’s y el primer lustro de los años 80’s del pasado siglo XX, en aquel entonces existía un grupo armado rebelde denominado los “muyahidines”, los cuales durante la guerra fría fueron financiados y apoyados armamentísticamente por los Estados Unidos de América.
Posteriormente, a la conclusión de la invasión soviética, comienza a conformarse en la zona fronteriza entre Pakistán y Afganistán un movimiento islámico fundamentalista de origen suní, con una fuerte doctrina en pro de la conformación de un gobierno sustentado en las leyes islámicas, con una ortodoxia respecto a la enseñanza de la fe islámica, rechazando totalmente la liberación femenina y la escalada de derechos que habían obtenido las mujeres en el país desde finales de los años 60’s y principios de los 70’s del pasado siglo XX.
En este sentido, a partir de la década de los 90’s, se comienza a librar una lucha fratricida con los insurgentes “muyahidines”, más liberales y de los cuales se habían escindido por la lucha en búsqueda del poder político, por lo que fue precisamente en los años de 1995 a 1998, en donde los talibanes empiezan a llamar la atención internacional por dos hechos en especial, el primero fue el asesinato en masa en contra de los “hazara” una comunidad minoritaria en Afganistán de origen chiita que fue salvajemente masacrada por los talibanes, así como víctimas de vejaciones como violaciones de mujeres y niñas, principalmente y el segundo hecho que despertó el rechazo mundial fue cuando en marzo de 2001, influenciados por sus ideas que rechazan la presencia de otras creencias religiosas que no son las suyas, comenzaron a destruir y dinamitar los famosos budas de Bamiyán, unas imponentes estatuas que se encontraban en el valle de la seda, por donde pasaran en la antigüedad los ejércitos de Alejandro Magno y la ruta de la seda de China en su camino comercial hacia Europa.
Bajo este orden de ideas, los talibanes arribaron al poder en los albores del presente siglo XXI, imponiendo un régimen opresor que desdeñó por completo el uso de la tecnología, cualquier vestigio occidental en la sociedad y cultura afgana y con un régimen de completo terror en contra de las mujeres y las niñas. Precisamente, por la violencia sistemática que ejercieron en contra del género femenino rápidamente fueron rechazados por la comunidad internacional, ya que fueron obligadas a utilizar burka de forma cotidiana, es decir, no sólo en espacios públicos, también empezaron a ser violadas, mutiladas, condenadas a morir apedreadas o dilapidadas comunalmente por cometer adulterio y en caso de las mujeres adultas mayores o en estado viudez fueron orilladas a ejercer la prostitución como forma de subsistencia.
Siguiendo esta óptica, para el mantenimiento del dominio talibán los líderes optaron por permitir el cultivo indiscriminado de amapola, convirtiéndose en pocos años en grandes productores de opioides como la heroína con la que volvieron a inundar el mercado de las drogas en Europa, consumo que se había reducido después de la gran crisis que causó esta droga en la sociedad europea de los años 80’s, sin tomar en consideración que en el corto plazo se elevaría el consumo interno en Afganistán de esta droga, principalmente en ciudades grandes como Kabul o Kandahar.
Asimismo, el régimen talibán se convirtió en uno de los enemigos de los Estados Unidos tras el ataque terrorista del 11 de septiembre de 2001, por proporcionar protección a grupos terroristas como Al Qaeda, situación que llevó a una intervención militar por parte de las fuerzas de los Estados Unidos y países miembros de la OTAN, misma que fue criticada por la comunidad internacional y estadounidense, propiciando la salida paulatina del ejército americano a partir de las administraciones demócratas del expresidente Obama y del actual mandatario Joe Biden.
Hoy, finalmente los talibanes han vuelto al poder, por lo que las alarmas internacionales vuelven a encenderse, las oficinas gubernamentales han cerrado, las telecomunicaciones han sido cortadas, miles de afganos buscan salir en calidad de refugiados hacia otras naciones, algunos colgados de aviones militares muriendo de la caída de dichas aeronaves, imágenes que han sido captadas por los corresponsales e instituciones de ayuda humanitaria. Sin embargo, nuevamente la preocupación de la comunidad internacional vuelve a estar centrada en las mujeres afganas, ya que las fuerzas talibanes que desean conformar un emirato islámico como forma de gobierno, amenazan con regresar con una brutalidad nunca antes vista en esa región en la que desde las conquistas de los ejércitos de Alejandro Magno y el imperio persa, jamás ha habido paz.
Twitter: @EdgarMaPe