Jóvenes, pero no revolucionarios
- Elva María Maya Marquez
- 14 mayo, 2024
- Columnas
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“Ser Joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”, esta frase fue pronunciada por el médico y político chileno; Salvador Allende en el discurso realizado el 2 de diciembre de 1972, en la Universidad de Guadalajara. Esta idea nos recuerda a un sector heterogéneo de la población que ha sido capaz de aglutinarse de manera histórica para alzar la voz, para denunciar abusos, injusticias, para pedir el reconocimiento de los derechos de grupos minoritarios, y de manera reciente para pedir un alto a la guerra entre Israel y Palestina, pues que no se olvide que las demandas estudiantiles también son expresiones de las tensiones que se viven en la sociedad y que encuentran un espacio precisamente entre los estudiantes.
Cuando los sectores estudiantiles se movilizan es porque algo está pasando y no pueden ni quieren mantenerse indiferentes, sin embargo, cuando se piensa en los jóvenes que se comprometen con una causa, el referente obligado en el caso de México es el movimiento estudiantil de 1968. No obstante, sin dejar de reconocer la importancia de esta movilización, se debe medir en su justa dimensión, no hay que sobreestimarlos bajo una narrativa heroica al punto en el que ya no se pueda hablar de este movimiento porque se piensa que nunca se estará a su altura. Tampoco hay que subestimar a las nuevas generaciones, ya que pensar que detrás de los estudiantes siempre existen fuerzas oscuras que son quienes los movilizan, es hablar desde el desconocimiento, pues quienes hemos convivido con universitarios sabemos que movilizarlos no es fácil, ellos tienen sus propios intereses y no siempre están dispuestos a la imposición de una agenda.
No obstante, si de movimientos estudiantiles se habla, la represión es un elemento que no se puede pasar por alto, pues la potencia o el alcance político del sector estudiantil, se mide más por la reacción del sistema que por el propio movimiento, y ahí, donde la reacción del sistema es violenta, es porque la potencia de este rebasa lo que el propio movimiento ha sido capaz de asumir y reflexionar sobre si mismos.
En la historia contemporánea se habla de juventudes desinteresadas e indiferentes, personas que habitan un mundo virtual y no real, universitarios que han cambiado la capacidad de movilización en el espacio público por un me gusta en redes sociales con la esperanza de que, desde la comodidad de su casa, surja la revolución social que habrá de proponer ajustes y cambios que reemplacen lo que hoy tenemos por algo mejor.
Pero justo cuando esta idea estaba más que estacionada en el imaginario social y colectivo, el sector joven de la sociedad hizo lo que distintos gobiernos a nivel mundial, organismos internacionales y la sociedad en general no ha podido hacer después de siete meses de guerra entre Israel y Palestina, pedir que esto se detenga, un cese al fuego y el ingreso de más ayuda humanitaria en la Franja de Gaza, donde hoy en día, se calculan cerca de 35 mil personas sin vida.
Las protestas estudiantiles comenzaron el 17 de abril en Estados Unidos, se habla de por lo menos 60 campus universitarios con campamentos propalestina, que ha derivado en más de 2 mil 500 estudiantes detenidos de acuerdo con la agencia de noticias AP. Las protestas se han extendido fuera de Estados Unidos, en la Universidad de Toronto (Canadá), estudiantes propalestinos han levantado un campamento en el campus y se añaden algunas universidades de Alemania, Francia, Turquía, Australia, España, Bélgica, Suiza, Reino Unido e Irlanda, sumando alrededor de 100 universidades en todo el mundo.
Lo que inició en la Universidad de Columbia en Nueva York, ha traspasado fronteras y México no ha sido la excepción, pues los estudiantes de la máxima casa de estudios, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), comenzaron el jueves 2 de mayo la instalación de un campamento en las “Islas” de Ciudad Universitaria, como una muestra de solidaridad con Palestina, y en rechazo de la incursión de Israel en la Franja de Gaza, lo cual ha sido posible en gran medida, gracias al financiamiento de Estados Unidos. Entre las principales demandas, la comunidad universitaria solicitó al Gobierno de México romper relaciones económicas, políticas y académicas con Israel.
Es así como los estudiantes se vuelven actores políticos de gran relevancia al ser los protagonistas de un movimiento estudiantil como este, recordando que los movimientos estudiantiles tienen como propósito modificar aspectos de la realidad que identifican como perjudiciales o peligrosos no solo para el sector estudiantil, si no para la sociedad global. En este sentido se deben distinguir dos tipos de movimientos estudiantiles; unos propiamente de carácter universitario que buscan o han buscado cambios en sus respectivas universidades, y otros que están orientados a transformar las condiciones sociales con el fin de empujar cambios en un régimen político.
Las juventudes a nivel mundial nos hacen recordar que nunca se puede generalizar, que hablar de las y los jóvenes en «los 60», «los 70», «los 90» o «los 2000», representan una forma de pensar, de actuar y de habitar el mundo de manera distinta de acuerdo con el contexto social, político, económico y cultural que les toca vivir.
Las críticas a los estudiantes que deciden participar en movimientos estudiantiles frecuentemente van encaminadas a jóvenes flojos que no quieren estudiar, si bien es cierto que no hay certeza de que exista un interés orgánico por parte de todos los participantes para reivindicar ciertas causas, no se puede descalificar a todos por intentar un cambio. Sin embargo, loable sería reconocer que la mayoría cuenta con pleno conocimiento de las causas que enarbolan, que haya fondo y no solo forma, que conozcan el origen de las problemáticas o los temas que buscan denunciar y también defender, pues la rebeldía que forma parte de las y los jóvenes, tiene que ser encausada a un proceso de transformación.
Retomando nuevamente el discurso de Salvador Allende, este mencionó que el estudiante universitario debe estudiar, debe comprender los fenómenos económicos y sociales, las realidades del mundo, y por tanto tiene la obligación de ser un factor dinámico del proceso de cambio. Afirmó que el paso por la Universidad no debe hallarse motivado por alcanzar un título solamente que permita el ejercicio de intereses individuales, sino que debe llevar a inmiscuirse en los problemas de su pueblo, pero no sólo a través de pensamientos teóricos o enseñanzas doctrinarias, sino concibiendo la realidad, observando qué pasa dentro de su país y más allá de la frontera.
La juventud es una etapa de transición que permite a algunos detenerse a observar con mayor detalle a una sociedad, a tratar de comprender aquello que le duele y la erosiona, si los jóvenes se hacen presentes en el espacio público asumiendo la responsabilidad que ello implica, algo bueno estará por venir. Hoy es Palestina, pero motivos para unirse, salir a las calles y denunciar la injusticia existen muchos, pues la causa del otro, del que es diferente a mí, también puede ser mi causa.
Los jóvenes son un sector vigoroso en la sociedad, han dado muestra de su valentía en momentos coyunturales a nivel mundial, pero no pongamos en ellos más expectativas de las que pueden cumplir, pues ser joven también tiene sus limitaciones.
No les estigmaticemos y tampoco hablemos de ellas y ellos como si fueran iguales. Los tiempos cambian y las maneras que han encontrado de hacerse presentes en la actualidad no son mejores o peores que las de antes, simplemente son distintas. A muchos les gustaría que actuaran diferente, que asumieran un rol distinto, pero el ser humano es impredecible y no queda más que dejar que se expresen.
¿Se puede ser joven y no revolucionario? Ustedes tienen la mejor respuesta.