Sin tierra a la vista: Las elecciones

Por: Jesús Humberto López Aguilar

Las elecciones para renovar diferentes cargos por todo el país están acercándose. No obstante, el panorama político que se nos presenta a los electores es verdaderamente desolador, no hay un candidato, partido o agrupación política que, con convicciones honestas, exponga propuestas bien fundamentadas con las cuales el país pueda mejorar de forma notable.

Al atenernos a la noción de que lo que sabemos con respecto a algo, en este caso en particular, de la vida cotidiana de nuestro país, es muy diferente a lo que ocurre realmente, nos da la suficiente certeza para asegurar que los diferentes órdenes de gobierno sí están haciendo algo. Por poner algunos ejemplos, apoyando a los adultos mayores dándoles sus pensiones y buscando acelerar el desarrollo económico del sureste, construyendo el Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec (dejando de lado la dura crítica que la oposición y muchos medios han hecho a estos temas). Pero, recorriendo las calles de nuestra localidad, en cualquier dirección que se mire, es posible detectar muy fácilmente a personas apenas sobreviviendo con lo más mínimo, también en algunas ocasiones, actos de violencia y otros actos de injusticia. Todas estas son señales inequívocas del siempre presente malestar social. Estos hechos vienen acompañados de un constante abuso por parte de las autoridades, así como consumaciones de actos de negligencia y corrupción. Resumiendo nuestra situación, y la de casi todo el mundo en general, podemos imaginarnos un gran lienzo con matices en negro y blanco, donde todo no es ni muy muy, ni tan tan.

Con el reciente desastre natural ocurrido en las inmediaciones de Acapulco, pudimos darnos cuenta de que el gobierno no es capaz de afrontar una crisis de esa magnitud.

Formulando la explicación más optimista posible, podemos pensar que no es la falta de interés por parte los legisladores oficialistas la que les hizo votar en contra de destinar una cantidad del presupuesto a la reconstrucción de Acapulco, sino una conjugación de variables relacionadas con intereses provenientes de la cima de su jerarquía y la puesta en juego de su carrera política.

La pregunta es ¿cómo no resignarse ante lo que nos depara a cada uno? Estando en la ruleta del destino lo suficientemente arriba por momentos como para verse beneficiado de las acciones del gobierno o en otros, estando tan abajo como para verse afectado directamente por ellas. Votemos por quien votemos, esta ruleta va a seguir funcionando así para cada individuo.

Algo que parece tan complejo, como tener un gobierno que se dedique a resolver de fondo los problemas de nuestra sociedad, es en realidad algo viable y alcanzable, sin embargo, todos los días personas de buena voluntad ingresan en el juego sucio de la política, dejando de lado sus ideales por intereses económicos, para después mantener su conciencia tranquila creando un sinfín de programas, comisiones y fondos que no van a tener ninguna incidencia a largo plazo en la cotidianeidad de las personas, mientras que aquellos que podemos hacer algo, nos sumergimos en un juego ultra realista en el cual nos enfocamos en aprender como acumular más papeles entintados y unos y ceros en los algoritmos de los bancos, que no tienen ningún valor real.

No se necesitan más soluciones incrementales, es decir, aquellas que añaden algo al sistema que nos rige, al contrario, es crucial replantear al mismo, no a través de revoluciones que han resultado peor que el Estado anterior, sino de forma pacífica.

Una transición de este tamaño debe de llevarse a cabo manteniendo la experiencia técnica del sistema anterior, con el objetivo de no perder la estabilidad y la organización que ya se había logrado. Invitar a todos a la construcción de este sistema es esencial, pero con la condición de eliminar los vicios del comportamiento, entre los que están el egoísmo, la mentira, la prepotencia y la soberbia.

La ciudadanía es la que tiene el poder de seleccionar al menos peor de los candidatos, pero también, si encuentra la voluntad para tener autocrítica y descubrir sus propios errores, llegará a la tan ansiada paz social.

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