EL VALLE DEPORTIVO

“Las rejas y la policía no son la solución. Es hora de poner fin a la barbarie en el fútbol, de castigar a los que lo merecen y no a los que aman el deporte. La seguridad en los estadios no lo tiene que dar la presencia policial, sino la madurez global de la sociedad” José Mújica. Ex presidente de Uruguay.

Y vamos de nuevo. Mientras sigan permitiéndose actitudes de inadaptados que al calor de la adrenalina justifican pensamientos, actos y palabras convertidas en agresiones físicas que atentan contra la integridad de otra persona o grupo, no existirá un real ejemplo de castigo y mucho menos de entendimiento por lo que, la vorágine de quienes exaltan sus acciones y reacciones desatan una iracunda ola de terror y miedo, causando horror entre la población, alejando al aficionado tranquilo de los escenarios deportivo -y los que no lo son- dispersan a las familias, los amigos se vuelven enemigos, los pequeños grupos sectoriales no solamente compiten por un “sitio” entre su entorno, sino que además no les importa un carajo dañar hasta matar; las risas vomitables, la cobardía disfrazada de “chingones” y el eterno anonimato en el que se escudan, más la preponte e ineficaz disque presencia tanto de la policía -sic- como de los grupos de “seguridad privada” léase tipo(a)s que solo van a hacer vallas y a impedir el trabajo de los reporteros, ah y a cobrar su domingo, quienes generan más despapaye que solvencia y tranquilidad, además de que la horda es más fuerte que sus congregaciones, por lo que casi todas las veces son superados y por tanto lamentable acto de vandalismo e intentos de homicidio que, a pesar de mucho recurso empleado no se han podido detener este tipo -y otros- de situaciones que afectan a todo México y que cada día generan otras muchas en un país que de por sí está sangrado y sangrando diariamente, lastimado, ofendido y  por momentos moribundo. Además, si a esto le sumamos las acciones inauditas de quienes se suponen que son profesionales en sus labores pero que se convierten en tipejos que hacen actos no permitidos -que están tipificados como tales- valiéndoles dos kilos de lo que quieran, no ven el fondo de la problemática, sino que se suman a la incitación, al levantamiento de masas y a las eternas justificaciones del o los momentos de pasión…

Lo peor del caso es que no sólo es lo que sucede en el terreno de juego, porque en la mayoría de las ocasiones, es la forma descoyuntada en la que los archienemigos del buen proceder y mejor andar, repudian y se manifiestan como auténticos seres viles, sin remordimientos y más bien con sus bajos instintos producto de su fanatismo, de su veneración a los estupefacientes y la creencia estúpida de alzarse como los más fregones mientras hacen desmanes y destrozos. Es entonces el momento que, si en el juego como tal ocurre un desacuerdo o intento de gresca, traspasa unos cuantos metros y en las tribunas se someten al calor del campo deportivo y es ahí donde aparecen los desfiguros, destrozos, agresiones verbales y físicas, etc. No conformes con eso que, insisto, no debe ocurrir bajo ninguna circunstancia, se pasa al terreno asfáltico, a las calles, a donde nada es de nadie -lamentablemente- y no existe autoridad alguna que opere un sistemático y eficiente control, situación que aprovechan los disfrazados de seguidores para cometer sus fechorías y como siempre, dejar dolor, impunidad, deterioro, pero sobre todo mucha insalubridad. A todo esto, lo peor del caso, es que lo descrito acumula una serie de quejas al aire por muchos años, décadas en que nadie detiene nada, lo mismo da la reventa, bebidas en los estadios, grupos de “animación” incitando a todo menos al apoyo -ojo, no todas eh- las grotescas escenas de muchos con artículos que no se permiten ingresar, etc., y para muestra un botón, donde en nuestro balompié, el mentado Fan ID, o no sirve o pretenden hacer como que si, o definitivamente es el arma perfecta de dos caras para el servicio de a quien más convenga, porque por un lado los desadaptados mentales y sociales, lanzan agüita amarilla a la tribuna o a un jugador y los hace sentir superiores, con un dejo de su invisibilidad a todas luces y que sin embargo, justifican con su desacerbado ánimo al calor de las chelas o incitados por alguien más e incluso, por la propia adrenalina y sacando su reales muestras de acciones incontrolables. Los casos ahí están, la muestra es en todos lados del orbe, hoy tocó en México -una vez más- que pena me cae y vuelve a ocurrir en Monterrey, porque primero fue la intolerante muestra al unísono de falta de respeto a un equipo rival y particularmente contra el mejor jugador del mundo -hasta el momento- y para rematar, este fin de semana en una edición más del clásico regio, que dicho sea de paso, fue lo de menos porque se perfiló lo más increíble con las tomas de cámaras de televisión, que hoy en día en cualquier estadio existen múltiples para captar enajenaciones como las mostradas y el caso hoy circula con tres ejemplares del tejido social que impera en nuestros días: un tipejo, una “señora” y un mamerto con un láser…

Derivado de lo anterior y sin caer ni en provocaciones ni en exageración, esto debe sacudir ya al mundo deportivo, al futbol mexicano de forma inmediata, aplicar la normatividad vigente para tales efectos y, en consecuencia, imponer congruencia entre lo que se plasma, se dice y se intenta hacer.  Dejarse de tanta “juntitis” y corregir. La fórmula mágica es: imponer los castigos que tengan que ser y sentar las bases de una buena -ojalá- civilidad.

Pásenla bien!!!