Con la educación no se juega

Por: Jesús Humberto López Aguilar

En las últimas semanas se han suscitado una gran cantidad de críticas al modelo de educación que plantea la “Nueva Escuela Mexicana”, más específicamente, la nueva familia de libros de texto gratuitos, por la calidad y naturaleza de su contenido. Los detractores de la actual administración han centrado sus ataques en dos puntos: el primero es la aprobación por parte de los escritores de los libros de texto al lenguaje que comúnmente se califica de “incorrecto”, promoviendo el uso de expresiones tales como “quesque”, “volver a recaer”, “tons”, entre otras. El segundo punto, y también, el foco principal de las críticas es la ideología que promueven, dirigiendo su enfoque más a lo social que a lo disciplinar, exhibiendo una clara afinidad a los preceptos establecidos desde Palacio Nacional y que, en la teoría, es la columna vertebral ideológica del partido oficialista, y digo en la teoría porque sus militantes son políticos con ambiciones, más que con ideales.  

Me di a la tarea de leer estos libros (a fecha de hoy solo disponibles los de primer grado), encontrando conocimientos que pueden ser de gran utilidad para los niños, como el aprendizaje básico del lenguaje de señas mexicano, la promoción de actividades encaminadas al cuidado del medio ambiente, la identificación de festejos tradicionales, así como elementos típicos de la cultura mexicana. Sin embargo, más que enseñarlos y ahondar en ellos, encomiendan al alumno a investigar por su cuenta, preguntar al profesor o comentar con sus compañeros el tema a tratar. Dudo mucho que los niños a una edad tan temprana tengan un interés genuino en realizar todo esto sin el debido acompañamiento de un profesor o de un padre. Aunado a esto, muchos de los términos utilizados en la redacción de los textos son muy complejos para un niño de 6 o 7 años. En cuanto a la crítica al lenguaje que enseñan, si lo que buscan los libros es fortalecer una identidad nacional, aceptar variantes de nuestra lengua no haría más que generar una ruptura en ella, dejando al libre albedrio de los niños el expresarse como ellos deseen. La carga ideológica de la que tanto se habla la podemos encontrar en el libro para docentes, mostrando una clara aversión al occidentalismo, el individualismo y al sistema hegemónico, más concretamente, a Estados Unidos. También hace referencia a las clases sociales, distinguiendo entre dos polos que supuestamente conforman el sistema, el de las clases hegemónicas que oprimen a los sectores marginados y el de los oprimidos, invitando a estos últimos a construir una lucha organizada para lograr su “liberación”, para después señalar, que la revolución es un “acto de amor”. Resulta preocupante el hecho de que este tipo de mensajes este llegando a un público que no esté lo suficientemente informado o que no tenga un criterio bien establecido como para notar el hedor a hipocresía. Es la propia clase política quien distribuye estos textos, ¿por qué si son ellos quienes cuentan con los más que suficientes recursos y medios, no se proponen buscar una solución viable para la innegable desigualdad?, en lugar de invitar a la clase oprimida a liberarse del yugo de la clase hegemónica, quien, en tal caso, sería el mismo gobierno.

No tendrá ninguna utilidad seguir imprimiendo libros de texto ni crear eslóganes tan llamativos como “la Nueva Escuela Mexicana” si no se tiene la voluntad de cambiar el futuro del país. Un buen gobierno, con verdaderas intenciones de reformar la educación para bien, debería ocupar sus esfuerzos en inculcar en los niños una auténtica conciencia de comunidad y amor al prójimo, además de cultivar en ellos el interés y la curiosidad, tan esenciales en el proceso de aprendizaje. Añadido a esto, se debe de hacer un esfuerzo titánico para vigilar la forma en la que los padres están criando a sus hijos, no serviría de nada fomentar ciertos valores en las escuelas, si en los hogares, que es donde los niños pasan la mayoría del tiempo, son testigos de comportamientos los cuales la sociedad busca erradicar. La creación de una institución que vele por un ambiente familiar sano es esencial para aspirar a tener un país mucho mejor al que tenemos hoy en día.

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