EL VALLE DEPORTIVO

“La humanidad tiene una moral doble: una, que predica y no practica, y otra que,  practica pero no predica” Bertrand Russell

 

Lamentablemente es cierto: en el deporte -en general- aplica una doble moral que en repetidas ocasiones salta a la vista de todos y detona un cúmulo de incógnitas sobre el actuar de aquellos personajes que utilizan estas malas mañas para obtener beneficios a costa de otros y que, también, lastiman al grueso de la sociedad. Cierto es que hoy en día nada nos espanta, bueno a mi sí -ciertas entes y los terremotos- pero es tan común saber, leer y ver, todo tipo de situaciones alrededor del deporte que muchas veces terminan sucumbiendo otras personas, grupos y hasta núcleos que ni la deben ni la temen y todo porque oscila en torno al poder, ese que maniata y ejerce un opresión, aquel que derrumba sueños y anhelos y también el que trunca y devasta carreras sin importar nada más allá que el supuesto poderío y, evidentemente la riqueza a costa de otros. La manipulación es un arma de doble filo y discurso común en cualquier área del deporte que incluso ya hasta sabemos que van a declarar ciertos personajes y en el peor escenario destacan por su soberbia y osadas hazañas llenas de -según ellos- innovaciones y aperturas. ¡Ñaaaaaa! Nada que ver, solamente vestidos con otro disfraz, con otro lenguaje y con otro guion. La opción prioritaria sigue siendo la misma: tener el poder cueste lo que cueste y sea lo que sea, o sea, la dichosa y mentada doble moral. Vivimos en un mundo hipócrita y con una doble moral, donde México y el deporte no son para nada la excepción. Resulta que varios gobiernos, incluyendo el nuestro, dictan leyes, reformas, derogaciones, excepciones, propuestas y normas, para determinar que, por ejemplo, fumar en espacios cerrados es nocivo para la salud y legislan en pro de los buenos hábitos para preservar a aquellos que no inhalan humo. Paralelamente, las potencias mundiales venden armas por doquier y les da igual si el presidente de turno dirige las almas de su respectivo país con mano férrea o a base de cañonazos, o sea, practican a la perfección el tema en comento. Su vivacidad los hace excelsos ante los ojos de los oprimidos y quienes creen en sus míseros discursos de cambio y transformación, ¡patrañas! Hicieron, hacen y si los dejamos seguirán haciendo lo mismo. De modo que seamos honestos con el deporte, porque fuera de las canchas de juego en su práctica o seguimiento, así como de cualquier expresión deportiva, hace mucho, pero mucho tiempo que dejó de tener esa bucólica imagen que persiguió el Barón Pierre de Coubertín, impulsor de los Juegos Olímpicos modernos a finales del siglo XIX y quien expresó para la posteridad que “lo importante no es ganar sino competir”. Pobre de él si asomara la cabeza hoy en día, se revolvería en su tumba al ver en lo que se ha convertido el deporte, sobre todo, si viera el momento olímpico y cómo los Estados han actuado como convertidor del mismo, y esto no es nuevo, solo se recrudece y se alista con nuevos aislamientos, cuestionamientos y señalamientos, porque el tema del altruismo deportivo ha quedado prácticamente secuestrado, primero, por los estados participantes, que no titubean un instante en utilizar las justas deportivas para canalizar sus políticas exteriores o económicas, haciendo de las competiciones una poderosa herramienta para sus intereses. En seguida, las miles de empresas privadas, que se valen de la marca y rentabilidad que suponen las mismas para hacer caja o lavar su imagen, cerrando la cuadratura del círculo vicioso el Comité Olímpico Internacional (COI) y la mayoría de organizaciones deportivas, que lejos de ser entes desinteresadas, se dejan querer por Estados y compañías para hacer de éstas un evento inigualable y tremendamente rentable a la vez.

De modo que a grandes rasgos podría decir que el deporte, en sí mismo, no es política pero, es un instrumento político con un poder inmenso y se ha dejado contagiar por aquellos individuos que rigen los destinos de las diversas disciplinas y sus deportistas, atletas, equipos, etc., sólo por poder y dinero. En México, la crisis -que sí existe- ha aflorado en una nefasta gestión por parte de las cúpulas federativas y gubernamentales de las dispares modalidades deportivas.

En fin,  queda claro que el deporte fuera de su condición o de las mismas canchas y/o entorno  no se salva del contexto en el que está envuelto el mundo entero. No hace justicia la actitud de los gobernantes a los sacrificios que realizan los deportistas o las lágrimas que derraman muchos tras lograr los éxitos más laureados o, incluso, tras perder un partido o caer  eliminados. Y tal es el caso de lo que se ha venido manejando desde el cierre de 2022: la recomendación de la Ejecutiva del COI para la readmisión de los deportistas rusos y bielorrusos en competencias internacionales bajo bandera neutral si cumplen una serie de condiciones, como no apoyar activamente la guerra de Ucrania. O sea, leyeron bien: CONDICIONES, pero entre líneas se debe y tiene que apreciar que este nuevo llamado sea para una rápida resolución del conflicto de acuerdo al del derecho internacional que mantiene su apoyo a los deportistas ucranianos, como ha hecho desde el inicio de la invasión el 24 de febrero de 2022. Así pues, la adopción de la resolución insiste en el compromiso con la neutralidad política y en el derecho de todos los atletas a ser tratados sin discriminación, independientemente de su nacionalidad, de acuerdo al mandato de Naciones Unidas. La misma afirma que la participación de deportistas y oficiales rusos y bielorrusos debería depender únicamente de sus méritos deportivos y de su RESPETO a las reglas del deporte, aunque solo la contemplaría bajo estrictas condiciones y solo después de una nueva resolución de la Comisión Ejecutiva del COI.

Conclusión: ¿existe y se trabaja con doble moral?

Pásenla bien!!!