Perú y Pedro Castillo, ¿El experimento de la izquierda andina?

El pasado 28 de julio, el mundo fue testigo de un nuevo devenir democrático en el Perú, después de casi dos meses de una lucha poselectoral desgarradora, misma que terminó por dividir aún más a la opinión pública peruana, finalmente las autoridades electorales de la nación andina decidieron otorgar el triunfo electoral al profesor de extracción indígena Pedro Castillo, un actor político que atrajo rápidamente las miradas del electorado así como de la comunidad internacional, por el descontrol vivido en el país sudamericano luego de las dimisiones presidenciales del año pasado, así como de los múltiples casos de corrupción que han salido a la luz pública después del escándalo y posterior suicidio del expresidente Alán García, quien presuntamente recibiera sobornos millonarios por parte de la empresa Odebrecht.
Una elección en la que por vez primera, una fuerza política de izquierda se alza con la victoria, recordando que el panorama político del Perú siempre había estado fuertemente ligado con las fuerzas políticas de derecha e incluso llegando al grado de la intromisión directa de la iglesia católica en los asuntos estatales. Para muestra, basta recordar el oscuro episodio histórico del gobierno de Alberto Fujimori, quien adoptó no sólo políticas económicas neoliberales, sino que también le abrió la puerta al intervencionismo norteamericano y al surgimiento de grupos guerrilleros como “Sendero Luminoso”.
Pues bien, bajo este contexto y como en muchos países de Latinoamérica cuyo pueblo no tiene memoria, surgió la figura de Keiko Fujimori, hija del citado expresidente del mismo apellido, una actora política fuertemente ligada a la derecha radical peruana, de línea dura y con fuertes nexos con los grandes capitales peruanos y extranjeros, quien compitió por segunda ocasión para buscar la presidencia del Perú y que después de tratar de enlodar la elección, con artimañas como el dilatar los resultados bajo el argumento de esperar a la llegada de todos los votos de los peruanos en el extranjero y el tradicional llamado a no aceptar el resultado por un supuesto fraude electoral, vuelve a ser derrotada en las urnas, esta vez por Pedro Castillo.
Bajo esta perspectiva, llega Pedro Castillo, con un gobierno que trata de reivindicar a las comunidades indígenas de un país que desde la época de la colonia española ha sido injusto con éstas, con un Perú que hasta hace unos pocos meses no contaba siquiera con una estrategia nacional de salud pública para inmunizar su población con la vacuna contra el virus SARS-COV2, que enfrenta una indiferencia internacional desde hace décadas y que ha sido fuertemente saqueada en sectores productivos como la minería, la pesca y la agricultura, siendo su mayor sostén económico una todavía endeble industria turística.
Un gobierno que tendrá que atender temas urgentes, como el lograr la pacificación con aquellos grupos insurgentes que han quedado después de la llamada guerra sucia que arrastra el Perú desde los años 50’s, con fuertes problemas de narcotráfico y guerrillas, con un saqueo sistemático por parte de los países hegemónicos, con la presión boliviana de cederle una salida al mar para que este último pueda comerciar, pero sobre todo el más difícil será el lograr la concordia y la cohesión social en un Perú que termina sumamente dividido y enfrentado políticamente entre los partidarios de la izquierda y la derecha, con una población sumida en una pobreza extrema, muy por debajo de los márgenes de desarrollo dictados por los organismos internacionales en la materia.
Asimismo, otro tema que llama poderosamente la atención de los analistas internacionales es de qué manera influirá la llegada de Pedro Castillo en la recomposición política de América Latina, en donde como sucedió en los albores del siglo XXI, al día de hoy vuelven a multiplicarse los gobiernos de izquierda en la región, tal es el caso de México, Argentina, Venezuela, Nicaragua, Bolivia y ahora el Perú, frente a la derecha que reconquistó Uruguay y Ecuador en sus últimos comicios, respectivamente.
Lo anterior, es un tema de crucial importancia frente a tres países con gobiernos de derecha que poco a poco se encuentran desmoronándose políticamente y que en el fututo próximo también habrán de acudir a las urnas, tal es el caso de Colombia quien enfrenta una severa crisis política y económica, Chile cuya población se queja que la bonanza de los indicadores macroeconómicos no se ve reflejada en el bolsillo de su población y Brasil, quien dicho sea de paso además de haber sido sumamente vapuleada por la pandemia del COVID-19, tiene al frente a un presidente que parece haber perdido la cordura.
Por eso y más, habrá que estar atentos en el desarrollo político que tenga el Perú en los próximos años, para que el experimento indigenista y de izquierda se consolide o fracase estrepitosamente.