
AMIGOS DE VERDAD
- Jimena Bañuelos
- 7 junio, 2022
- Columnas
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El tiempo pasa y con él vamos ganando experiencia en la vida. Una experiencia que puede ser buena o mala, pero siempre será un aprendizaje para el futuro. Éste siempre es incierto y lo vamos descubriendo poco a poco. Por eso, no sirve de mucho hacer planes a largo plazo porque será el destino el que nos muestre el camino.
Un camino que a lo largo de los años se va fraguando con la familia y con los amigos. Precisamente, son los verdaderos amigos los que entran en nuestras vidas por decisión propia. Ellos nos ayudan y nos apoyan sin pedirnos nada a cambio y siempre están a nuestro lado cuando ni si quiera nosotros mismos nos sostenemos en pie. Decía Tagore que “la verdadera amistad es como la fosforescencia, resplandece mejor cuando todo se ha oscurecido.” Son nuestra sombra, nuestros compañeros de aventuras y, por supuesto, nuestros mejores aliados en las batallas personales. Dicen que quien tiene un amigo, tiene un tesoro. Por eso, su valor es incalculable. Afortunadamente, la vida me ha premiado con personas que han pasado de ser amigos a convertirse en parte de mi familia porque la familia va más allá de los vínculos establecidos por la naturaleza. Cierto es, como afirmó Francis Bacon, que “la amistad duplica las alegrías y divide las angustias por la mitad.”
La amistad depende de muchos factores al igual que lo hace la felicidad. Solo que esta última depende en gran parte de nosotros mismos. Somos los creadores de nuestra propia sonrisa aunque a veces nos resulte complicado plasmarla en nuestra cara. Pero para eso también están los amigos que nos conocen tan bien que detectan nuestra angustia con tan solo una mirada, un mensaje o incluso con el propio silencio. La combinación de la amistad y la felicidad siempre dará buen resultado porque su unión proporcionará más de una sonrisa y, por supuesto, más una experiencia inolvidable.
De experiencias inolvidables tiene que estar lleno el guion de nuestra vida, porque tenemos que ser conscientes de que estamos de paso. Un paso que tendrá muchos baches, pero también disponemos de la manera de cubrir esos vacíos. La vida, esa que solo se vive una vez, cuando te da una segunda oportunidad es por algo. Y ese algo es vivir con la lección bien aprendida. Sabiéndote rodear de quienes te quieren de verdad y dejando al margen todo aquello que no suma sino resta.
En definitiva, si de lo malo hay que quedarse con lo mejor, de la vida hay que extraer todo el meollo, como nos enseñó el profesor Keating en “El Club de los Poetas Muertos”, teniendo las prioridades claras y sabiendo, ante todo, que lo importante es vivir sin poner “peros” y disfrutar con quien quiere disfrutar contigo en las buenas y en las malas… Ahí radica lo verdadero.