Juan Guaidó y el intento de golpe de Estado en Venezuela

El pasado 30 de abril una noticia sacudió por unas horas los medios de comunicación mundiales, el intento de golpe de Estado por parte de Juan Guaidó el autoproclamado presidente encargado de Venezuela (estatus que le es reconocido por un amplio sector de los venezolanos al ser presidente de la Asamblea Nacional), en el que un pequeño número de militares inconformes con el régimen de Nicolás Maduro y un amplio sector de la población civil, lograron liberar a Leopoldo López (incansable luchador social que junto con Henrique Capriles se han convertido en los iconos de la lucha contra el actual gobierno).
El Estado venezolano es actualmente un campo de batalla entre las ideas de la libertad y de un gobierno populista que se niega a dimitir, entendiendo al populismo como: “una estrategia para llegar al poder y gobernar basada en un discurso maniqueo que polariza la sociedad en dos campos antagónicos: el pueblo contra la oligarquía” (de la Torre, 2013, p. 26). Bajo esta óptica, la problemática más aguda que presenta Venezuela es precisamente el divisionismo marcado entre los partidarios de la denominada “revolución bolivariana” y la disidencia política que se resiste al exilio.
No obstante, ¿De dónde surge el apoyo de los simpatizantes del gobierno bolivariano para un gobierno represivo (desde la época chavista), manipulador y de choque?. Al respecto, Nelly Arena considera que “Maduro afinca su acción política en el discurso divisor y en su adoración al ‘héroe’ muerto, pero también ensaya una cercanía con el pueblo basada en la dadiva maravillosa e inesperada” (Arena, 2016, p. 120).
De lo anterior, se desprenden dos aspectos importantes, por un lado el apoyo que sigue recibiendo Nicolás Maduro bajo esa efigie autoimpuesta como el seguidor de la obra de Hugo Chávez, algo así como el nuevo patriarca de la revolución (tal y como lo que hizo Stalin a la muerte de Lenin para continuar con los objetivos de la revolución bolchevique), el segundo aspecto relevante (como ocurre en otros países de América Latina) es el apoyo que sigue recibiendo el régimen por parte del pueblo “cortesano” beneficiado con el asistencialismo social, que lejos de acabar con la pobreza continúa promoviéndola.
Sin embargo, ¿Puede justificarse un levantamiento como el de la disidencia?. Si bien es cierto, todo intento de “insurrección” o golpe de Estado es considerado como un delito político penado por la mayoría de los regímenes constitucionales en las democracias contemporáneas. También es cierto, que la posición de Guaidó se encuentra legitimada por la vigente Constitución de Venezuela, que en su artículo 233 brinda la pauta para que en caso de revocación popular del mandato del Presidente de la República (misma que a la fecha sólo ha sido de facto), el Presidente de la Asamblea Nacional sea quien asuma la presidencia del país.
Bajo esta tesitura, el gobierno de Nicolás Maduro ha encontrado en la falta de certeza legal (con un Tribunal Constitucional ad hoc al gobierno), el argumento perverso para enquistarse en el poder, cumpliéndose el vaticinio de Jorge Rivadeneyra que considera que una sana organización estatal venezolana “no es contar con el apoyo real o ficticio del Ejército Nacional, con unos cuantos ministros simpatizantes del caudillo, con grupos populares predispuestos al saqueo. Si los camaradas leen y releen ‘El Manifiesto Comunista’, deben tomar nota que Marx teorizó acerca de la lucha de explotados contra explotadores, no de pobres contra ricos, como si la pobreza fuere producida solamente por la riqueza. Con esas proclamas populistas y con este tipo de organización, la única perspectiva es la derrota después de la cual los dirigentes acusarán al pueblo y el pueblo a los dirigentes” (Rivadeneyra, 2002, p. 350).
Por otro lado, surge el cuestionamiento ¿fue prudente el intento de sublevación?, bajo esta perspectiva autores como Hermann Heller o Georg Jellinek, consideran que todo movimiento insurgente o revolucionario (que utilice el mecanismo del golpe de Estado), busca ante todo cambiar el régimen político imperante. Sin embargo, en la práctica Guaidó debió considerar que el apoyo norteamericano a la disidencia venezolana pareciera haberse diluido en las últimas semanas, ya que actualmente el presidente Trump ha dejado solo al Secretario Mike Pompeo, para que dirija los embates contra el gobierno de Maduro. Sin embargo, tal y como sucedió con el intento fallido de la invasión de Bahía de Cochinos en Cuba en abril de 1961, solamente el tiempo dirá si la insurrección encabezada por Guaidó, López, Capriles y otros miles de venezolanos, habrá de triunfar.
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Referencias:
Arena, N. (2016). Nicolás Maduro: ¿populismo sin carisma? Cuadernos CENDES , 33 (92), 113-128.
de la Torre, C. (2013). El populismo latinoamericano: entre la democratización y el autoritarismo. Nueva sociedad (274).
Rivadeneyra, J. (2002). ¿Revolución Bolivariana? Revista Venezolana de Análisis de Coyuntura , VIII (2), 345-351.