Goodbye Joaco, ¡hasta que nos volvamos a ver!
- José Edgar Marín Pérez
- 30 septiembre, 2021
- Columnas
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Siempre he afirmado que personalmente si el Gran Arquitecto del Universo me bendijo con mi padre a quien quiero y admiro demasiado, también me dio un segundo padre, el Maestro Joaquín Bernal Sánchez, un hombre a quien le debo gran parte de mi formación como jurista, como liberal y ser humano.
Hablar de Joaquín es hacerlo de un hombre producto de la cultura del esfuerzo, evoco cuando en las charlas con el círculo más cercano de amigos, platicaba que era de cuna humilde, que siendo obrero de la empresa refresquera Coca – Cola se metió a estudiar la preparatoria en la escuela nocturna y posteriormente se inscribe en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma del Estado de México, escalando después en los posgrados jurídicos hasta culminar con el Doctorado, una historia de vida sin duda ejemplar.
Precisamente, ese apostolado universitario fue la que le permitió el adoptar con profunda vocación intelectual la vida académica, llegando a ser Director de la Facultad de Derecho, mediando para resolver un intento de huelga en dicho centro de estudio, un académico que le permitió a la Facultad de Derecho firmar los primeros convenios con universidades europeas para que los jóvenes fueran a cursar intercambios académicos, durante su dirección se construyen su actual biblioteca, decidiendo nombrarla Cesar Camacho Quiroz, por el apoyo recibido para su construcción durante el gobierno del citado actor político, así como las salas de computo. Asimismo, destacó por ser el primer defensor presidente de la Defensoría de los Derechos Universitarios de nuestra máxima casa de estudios.
Excelente Abogado civilista, siempre refería que esta materia era la finura del Derecho, aunque destacó en la defensa de los derechos humanos, al haber sido Visitador en la zona de Ecatepec cuando se crea la Comisión de Derechos Humanos del Estado de México, el Maestro tuvo dos pasiones académicas, el Derecho Municipal y la Filosofía del Derecho.
Personalmente, fue gracias a esta última que tuve el alto honor de conocerle, al ser mi profesor en el tercer semestre en la Facultad de Derecho, recuerdo perfectamente la vehemencia de cada una de sus clases, en la que repasaba los clásicos para explicarnos el ius naturalismo o la lectura obligada de la Teoría pura del Derecho de Hans Kelsen para comprender el ius positivismo, a partir de ese momento se fue forjando una gran amistad académica que a la postre me llevaría a escogerlo como director de mi tesis de Licenciatura sobre Derecho Legislativo, ya que él formaba parte de la academia de Derecho Constitucional.
En este contexto, corría el año 2002 cuando junto a otros jóvenes interesados en la filosofía, el arte, la cultura, la ciencia, nos invita a sumarnos al club liberal que había formado años atrás y que le habían ganado un gran reconocimiento en la entidad y a nivel nacional como uno de sus promotores y una de las mentes más preclaras, enseñando valores como la Libertad, la Igualdad y la Fraternidad a todos sus discípulos, recuerdo las tertulias que en ambiente fraterno compartíamos desentrañando los misterios del arte real, charlando de política, contando chistes o simplemente repasando la historia con una mirada siempre crítica.
Recuerdo también su gusto silencioso por la poesía, por la astronomía, por el estudio de los símbolos, a veces acompañados de una copa de tinto o tequila, quesos o de la increíble píldora que preparaba (carne tártara), consejero y amigo en momentos difíciles, siempre tenía las palabras precisas para mostrarte la luz en medio de la oscuridad.
Hoy su partida deja una herida profunda en sus discípulos más cercanos como Pepe Nader, Julián Chávez, Rummenige Velasco, Emmanuel Ávila, Itandehui Chávez, Miriam Sánchez, Erik Lara, Andrea Hernández y tantos otros que le acompañamos durante años. Sin embargo, también nos lega la obra perenne del jurista recto, sabio, íntegro, del hermano fraterno, guía y luz, así como del profesor dilecto, ilustre y sapientísimo.
Sirva este espacio para expresar mis condolencias a sus hijos Adriana, Gabriel y Daniel, con estos últimos con quienes crecimos en esa comunidad de confraternidad universal en compañía de otros cercanos como Luis Felipe Hernández Llop, Rodolfo Arzate, Eliseo Lugo, Pedro Silva o Gabriel Corona, quienes siempre le profesaron un gran respeto por su gran calidad humana.
Por eso, estas líneas hacen una pausa del habitual análisis internacional que se expone semanalmente para hacer un merecido homenaje a Joaco como le decíamos de cariño. Gracias por enseñarnos el valor del pensamiento crítico, de la rebeldía propositiva, de la libertad como condición inherente al espíritu, hoy los que aquí nos quedamos seguiremos trabajando al triunfo de la verdad y al progreso del género humano, por todo lo anterior sólo me resta decir: Goodbye Joaco, ¡hasta que nos volvamos a ver!
Twitter: @EdgarMaPe