SIN TON NI SON
- Francisco Javier Escamilla
- 10 junio, 2021
- Columnas
- 0 Comments
Es fascinante conocer cómo el sentido de las palabras evoluciona a lo largo de la historia y a través de la geografía, en esta ocasión también me voy a referir a un personaje que se asocia con las palabras y, aunque algunos dirán que no es la época, no es necesario para mí ubicarnos en tal o cual fecha para conocer de un tema, así es como me voy a referir esta vez a Papá Noel, ese viejito con un traje rojo y barba blanca que siempre aparece en vísperas de Navidad en los centros comerciales de todo el mundo, y que se ha convertido en ícono cultural de la sociedad de consumo desde el pasado siglo XX. Este sonriente personaje, que encanta a los niños, ha sido moldeado a lo largo de los últimos diecisiete siglos, basado en la historia de un obispo que vivió en el siglo IV.
La ciudad de Mira, en el antiguo reino de Licia, actual territorio de Turquía, tuvo un patriarca llamado Nicolás, célebre por la generosidad que mostró con los niños y con los pobres, y que fue perseguido y encarcelado por el emperador romano Diocleciano. Con la llegada de Constantino al trono de Bizancio —ciudad que cambió de nombre, al de Constantinopla—, Nicolás quedó en libertad y pudo participar en el Concilio de Nicea (325) y al morir fue canonizado por la Iglesia católica con el nombre de san Nicolás. Surgieron entonces gran cantidad de leyendas sobre milagros realizados por el santo en beneficio de los pobres y de los desamparados. Durante los primeros siglos después de su muerte, san Nicolás se tornó patrono de Rusia y de Grecia, que como se sabe son iglesias ortodoxas que proclaman el cristianismo más puro, así como de incontables sociedades benéficas y, también, de los niños, de las jóvenes solteras, de los marineros, de los mercaderes y de los prestamistas.
Ya desde el siglo VI, se habían venido erigiendo numerosas iglesias dedicadas al santo, pero esta tendencia quedó interrumpida con la Reforma de Lutero, y el culto a san Nicolás desapareció de toda la Europa protestante, pero no de Holanda, donde se lo llamaba Sinterklaas (una forma de san Nicolás en neerlandés). En ese país, la leyenda de Sinterklaas se fusionó con antiguas historias nórdicas sobre un mítico mago que andaba en un trineo tirado por renos, que premiaba con regalos a los niños buenos y castigaba a los que se portaban mal.
En el siglo XI, mercaderes italianos que pasaban por Mira robaron reliquias de san Nicolás y las llevaron a Bari, con lo que esa ciudad italiana, donde el santo nunca había puesto los pies, se convirtió en centro de devoción y peregrinaje, al punto de que hoy el santo es conocido como san Nicolás de Bari.
En el siglo XVII, emigrantes holandeses llevaron la tradición de Sinterklaas a los Estados Unidos, donde los angloparlantes adaptaron el nombre a Santa Claus, más fácil de pronunciar para ellos, y crearon una nueva leyenda, que acabó de fraguar en el siglo XIX, sobre un anciano alegre y bonachón que en Navidad recorre el mundo en su trineo, distribuyendo regalos.
Esta tradición no tardó mucho en cruzar nuevamente el Atlántico, ahora vigorizada, y en extenderse por varios países europeos, en algunos de los cuales Santa Claus cambió de nombre. En el Reino Unido se le llamó Father Christmas (papá Navidad); en Francia fue traducido a Père Noël (con el mismo significado), nombre del cual los españoles tradujeron solo la mitad, para adoptar Papá Noel, que se extendió rápidamente a América latina.
Comentarios: [email protected] Twitter: @_copitoo