Operación cicatriz
- José Edgar Marín Pérez
- 5 marzo, 2020
- Columnas
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Hay un viejo y sabio adagio que reza: “en política no hay nada escrito”, la semana pasada en este espacio se analizó la figura del precandidato demócrata a la presidencia de Estados Unidos, Bernie Sanders, Senador por el Estado de Vermont, un hombre de la “quimérica” izquierda norteamericana autonombrado como “socialista democrático”. En aquel momento, de cara a la elección del pasado sábado en el Estado de Carolina del Sur y del pasado supermartes 03 de marzo, comicios en los que se dio un avasallador resurgimiento del también precandidato demócrata el exvicepresidente norteamericano, Joe Biden.
Pero a todo esto, se preguntarán: ¿Quién es Joe Biden?. Pues bien, a manera de respuesta se afirma que es un político perseverante y impetuoso como él mismo se define en su autobiografía (Biden, 2007, p. 22), fungió como Senador por el Estado de Delaware desde 1973 y hasta 2009, siendo reconocido por formar parte de varios comités al interior de dicho cuerpo legislativo, así como por el papel protagónico que tuvo en la promulgación de la “Violent Control and Law Enforcement Act” (Senate & Representative, 1994), (también conocida como Ley Biden contra la delincuencia o el crimen), marco jurídico en el que se incorporaron nuevas figuras delictivas que pueden ser castigadas hasta con pena de muerte en EUA. Este hecho lo catapultó para ser reconocido no sólo por sus partidarios o por los republicanos, sino también por representantes extranjeros de países miembros de la OTAN y la INTERPOL.
Un hombre que se ha distinguido por su gran capacidad como negociador principalmente en los ocho años que fungió como Vicepresidente, toda vez que basta recordar que de acuerdo a la Sección Tercera del artículo 1°, de la Constitución de los Estados Unidos de América, el Vicepresidente es quien preside los trabajos del Senado, siendo un verdadero interlocutor entre la administración pública y el poder legislativo, sobre todo en los primeros años de la administración Obama que recibió un país sumido en el caos financiero de la crisis de las hipotecas “subprime” y en el descrédito por las invasiones en Afganistán e Irak orquestadas por la administración de George W. Bush (como respuesta a los ataques del 11 de septiembre y de la presunción de la existencia de armas de destrucción masiva, respectivamente).
Una vez hecha esta contextualización, resulta pertinente resaltar la consolidación de Joe Biden como el gran ganador del pasado “supermartes” electoral, en donde arrasó en los comicios en diez entidades federativas de la Unión Americana, siendo éstas: Maine, Virginia, Carolina del Norte, Alabama, Massachusetts, Oklahoma, Tennessee, Arkansas, Minnesota y Texas, llevándose un aproximado de 566 delegados de acuerdo al sistema de Caucus (que dan paso a la conformación de los colegios electorales), frente a los 511 delegados obtenidos por Sanders, lo que además de cerrar la contienda electoral particularmente entre estos dos aspirantes, debiera encender los focos rojos en la militancia demócrata de cara a su Convención Nacional que tendrá lugar en Milwaukee los días 13 al 16 de julio de este año.
Lo anterior, en virtud de que si bien es cierto la contienda demócrata por conseguir el mayor número de delegados y superdelegados estará cerrándose cada vez más en los próximos meses, todo parece indicar que lo que vaticinábamos la semana pasada está cumpliéndose, por un lado la rápida movilización del establishment de dicho instituto político para ponerle un freno a las aspiraciones de Bernie Sanders, muestra de ello han sido las dimisiones de Pete Buttieg, Amy Klobuchar y Michael Bloomberg, quienes han proferido su apoyo al expresidente Joe Biden.
En este orden de ideas, si algo ha demostrado la historia electoral de los Estados Unidos de América es que el hecho de enfrentarse a elecciones primarias para determinar la candidatura presidencial llega a ser sumamente desgastante, por los constantes ataques entre los aspirantes demócratas, basta recordar la elección presidencial pasada en donde las acusaciones entre Hillary Clinton y Bernie Sanders llegaron a tener un grado de afectación mediática considerable a tal grado de cerrarle el paso a la Casa Blanca a la entonces candidata Hillary.
Bajo esta óptica, si algo ha demostrado la política europea y latinoamericana es que cuando se suscitan este tipo de contiendas vale más realizar una operación cicatriz, es decir, amalgamar en una candidatura común al interior de una determinada fuerza política, con una visión que habrá paso a la participación de las múltiples expresiones que tienen voz en partido, motivo por el cual no se desgasta a la base sufragista con un proceso de precandidatura largo, desgastante y que en muchos casos suele pulverizar el voto o reorientarlo en favor del adversario político (en este caso en favor de Donald Trump y los republicanos). Lo anterior, además de garantizar una mayor cohesión dentro del partido demócrata, permitiría canalizar el descontento contra la actual administración presidencial al interior de los diferentes bastiones políticos de la oposición para convertirse de una vez por todas en una sólida y verdadera opción ciudadana frente a la avalancha del aparato estatal.
Twitter: @EdgarMaPe
Referencias
Biden, J. (2007). Promises to keep, on life and politics. New York, Estados Unidos: Random House.
Senate, & Representative, H. (1994). Violent Crime Control and Law Enforcement Act. Ley, Senado y Cámara de Representantes de EUA.