LA VIDA POR MONTERA

Dicen que cuando la vida te presente razones para llorar, hay que demostrarle que se tienen mil y una razones para reír porque ésta pasa sin darnos cuenta. Es cierto que no siempre es fácil reírse de lo que nos rodea porque somos nosotros mismos los que nos encerramos en nuestra mente y ésta tiene un poder incalculable. Por eso, es bueno contar con amigos que tienen el don de cambiar con unas pocas palabras todos los pensamientos que nublan nuestra felicidad o apagan nuestra sonrisa. 

Decía George Burns, cómico estadounidense: “Quien nos hace reír es un cómico. Quien nos hace pensar y luego reír es un humorista” y eso es lo que hicieron el pasado sábado Rubén Faura, Marcos Mas y mi querido Félix Álvarez, Felisuco, en “La noche de la risa”. Era imposible no parar de reír, las carcajadas no cesaron en ningún momento y hubo quien hasta lloró de la risa, y esto, en los tiempos que corren es impagable. Es bueno para la salud conjugar el verbo reír y dejar de lado todo lo que en la rutina nos abruma, o incluso, nos saca el peor lado de nuestro carácter. Reírse es una terapia y conectar con las personas y hacer que olviden sus problemas durante hora y media es maravilloso. He de decir que los tres monologuistas lo consiguieron. Sin duda, no recordaré sus palabras, pero jamás olvidaré ese momento en el que mi sonrisa y la de mi amiga Cristina era perenne en el rostro. 

Es cierto que una sonrisa significa mucho. Enriquece a quien la recibe; sin empobrecer a quien la ofrece. Dura un segundo pero su recuerdo, a veces, nunca se borra. Creedme cuando os digo que es muy recomendable pasarse por “La noche de la risa” en el teatro Capitol de Madrid. Hace tiempo que aprendí que una sonrisa lo cambia todo y que con ésta también se pueden lidiar las peores batallas de la vida. Es una aliada que nunca nos debería faltar. El académico francés Chamfort aseguró que “el día peor empleado es aquel en el que no se ha reído” y quizás tenga toda la razón porque los días tienen veinticuatro horas y sería my difícil no conseguir reírse ni un minuto o unos segundos a lo largo de la jornada. No hay que tomarse todo tan en serio. De hecho, son necesarios cuarenta músculos para arrugar una frente, pero sólo quince para sonreír. No lo olvidemos. 

En el recuerdo están las experiencias que vivimos y éstas también nos hacer sonreír y reírnos de lo vivido. Dicen que quien tiene un amigo tiene un tesoro y Felisuco es uno de ellos. Derrocha talento como Rubén Faura y Marcos Mas. Estoy segura que mi amiga Cristina, otro tesoro, y yo no podremos borrar de nuestro recuerdo las carcajadas del pasado sábado. Éstas me recuerdan que “Aún tengo la vida” para seguir sonriéndola con la gente que me rodea, esa gente que sabe que vivo de regalo y me pongo la vida por montera. Así es.