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Por Rocío Hernández Rogel
Corría el año de 1999, iba en quinto grado y recuerdo que nos comenzaban a preparar para aprender cómo exponer en clase. Teníamos que elegir un tema en específico, una problemática social o ambiental. Y desde esos años los casos de violencia eran “tremendos”, pero en un lugar específicamente: Ciudad Juárez, Chihuahua, ciudad fronteriza más poblada de dicho Estado y donde la principal fuente de empleo son las maquilas. Para el año de 1970 era la zona con mayor número de parques o zonas industriales de ese giro, muchos empleos fueron creados y muchas mujeres empezaban a generar ingresos para sus hogares, pero también, años después, incrementaron las desapariciones y muertes de ellas.
En esa época de los 90´s tuve la fortuna de conocer a una mujer chihuahuense, era novia de un tío y me contaba historias de todas esas mujeres, ella sabía de vecinas, amigas de amigas que vivían esa situación. Me decía que el ambiente se sentía como en las películas de terror, que se podía oler a la muerte cerca, a mí se me erizaba la piel, percibía el problema tan lejos —y digo lejos tanto en territorio como en contexto— pero hoy ya no lo imagino, hoy lo vivo, porque me encuentro en un “Estado Feminicida” hoy el problema nos rebasó, hoy siento lo que ella sentía, percibía y olía.
Pasó el tiempo y ella regresó a Ciudad Juárez, en ese entonces no había redes sociales, sólo cartas postales y llamadas de larga distancia -carísimas, por cierto- y nos comunicábamos muy poco, pero constante; y un día nos perdimos la pista, espero que mi querida María se encuentre bien donde quiera que esté, y si algún día lee esto, decirle que las historias que me contó fueron de mucha utilidad para mi exposición y mi vida.
Mi cartulina blanca de ése día tenía muchas cruces negras, tal y como cuando llegué, por azares del destino, a esa ciudad. Bajándome del autobús tuve un flashback a esos años, y frente a mí, esa imagen que me impactó: un “mini cementerio”, cruces que tienen el nombre de cada mujer, veladoras y artículos que les pertenecían. Un espacio en el centro de la ciudad con recuerdos de esos sucesos que pasaron y siguen pasando. En las noches la ciudad era más sombría, daba miedo, los comercios cerrados desde muy temprano, sólo dejaban esa luz cenital en sus aparadores que la hacían ver más tétrica y el olor del miedo.
20 años después llega algo que no sólo tiene que ver con mujeres y que con el uso de redes sociales pueden “viralizar” con el hashtag “Luto Nacional”, ahora no fue Ciudad Juárez, ni el EdoMéx, ahora nos hizo vibrar Teuchitlán, Jalisco. Nos recuerda que lo que se normaliza, lo que no se nombra, no existe, y que cuando vemos, escuchamos, sentimos y olemos así de cerquita, ahora sí sentimos miedo y caemos en cuenta del terror que vivimos en pleno Siglo XXI.
¿Ahora ya podemos entenderque la marcha de hace 8 días es para todo México?, ¿ya podemos entender que hombres y mujeres estamos en peligro? Y como diría en las conferencias que imparto con las palabras del autor Genaro Snell del libro Los papás no rompemos un plato: “el monstruo social nace en casa y debe morir en casa”.
Sin duda alguna las autoridades deben hacer su trabajo, pero sociedad ¡DESPERTEMOS! porque qué ironía de la vida estamos viviendo, somos un mundo revolucionado tecnológicamente y en retroceso del ejercicio de los valores infundados en casa ¿dónde estás papá?, ¿dónde estás mamá?, no dejes a merced de las redes sociales la educación de tus hijas e hijos, ni que aspiren al “dinero fácil”.
Siempre hay algo para compartir, yo soy Ro y puedes seguirme en mis redes sociales y enviarme tus opiniones a: @elblogdero X: @LaRoHRoo que con gusto voy a leer, no olvides formar tu frase.