SANAR HERIDAS DURANTE LA CUARESMA 6

10 de marzo de 2025: Lunes I de Cuaresma 

Sacerdote Daniel Valdez García

Queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús:

A medida que avanzamos en nuestra Escalada Cuaresmal hacia la Cumbre Pascual, Dios también nos invita en este sexto día de desierto para sanar nuestras heridas.

Quiero agradecer de corazón la retroalimentación que he recibido de muchos de ustedes. Una doctora comentó algo que quiero compartir: “Gracias por sus mensajes. Muchas personas se alejan de la Biblia buscando alternativas como Constelaciones, acudiendo a chamanes, etc…, cuando gran parte de la solución está en la palabra de Dios”.

En el libro del Levítico (19, 1-2, 11-18), Dios instruye a Moisés: “Sean santos, porque yo, el Señor, soy santo. No roben, no mientan, no dañen a su prójimo. Amen a su prójimo como a ustedes mismos”. Este es un programa de vida que debemos revisar durante la Cuaresma. Releamos y guardemos silencio……

“No jurarán en falso por mi nombre; eso sería profanar el nombre de su Dios. Yo soy el Señor. No oprimas ni explotes a tu prójimo. No retengas hasta el día siguiente el salario del que trabaja para ti. No maldigas al sordo, ni pongas tropiezos ante el ciego. Teme a tu Dios. Yo soy el Señor. No seas injusto en la sentencia, ni por favorecer al pobre ni por respeto al poderoso. Juzga con justicia a tu prójimo. No andes calumniando a los tuyos ni des testimonio contra la vida de tu prójimo. Yo soy el Señor. No odies a tu hermano ni en lo secreto de tu corazón. Trata de corregirlo, para que no cargues tú con su pecado. No te vengues ni guardes rencor a los hijos de tu pueblo. Ama a tu prójimo como a ti mismo”. 

El Evangelio de Mateo (25, 31-46) describe el juicio final, donde Dios sentado en su trono, como un pastor separará a los justos de los injustos. Los que ayudaron al prójimo serán colocados a su derecha y recibirán bendiciones, mientras que los que no, serán colocados a la izquierda y condenados al fuego eterno. Dios nos ama y perdona, pero también juzga.

Es crucial hacer silencio interior. El ruido nos enferma espiritualmente. La Biblia advierte sobre la sordera espiritual, como en Isaías (43, 8-13) y Jeremías (6, 10), llamándonos a escuchar y cambiar nuestros corazones. Hay muchas citas sobre la sordera espiritual, termino con esta: «Porque el corazon de este pueblo se ha vuelto insensible y con dificultad oyen con sus oidos; y sus ojos han cerrado, no sea que vean con los ojos, y oigan con los oidos, y entiendan con el corazon, y se conviertan, y yo los sane» (Mateo 13, 15).

Debemos estar atentos al sufrimiento de los demás. Como dije el miércoles de ceniza: “¿A quién le importan el sufrimiento actual? Y respondí: hay muchos que se ocupan desde las distintas profesiones y las vocaciones con brazos y regazos abiertos para llevar a los heridos hasta Dios. Para nosotros los que creemos en Dios nos abrazamos al Crucificado, “en sus llagas hemos sido curados” (Isaís 53, 5). 

Somos una sociedad muy ruidosa. El ruido, no hace bien, y el bien no hace ruido. El ruido enferma, es contaminación. Entre las enfermedades auditivas están las siguientes: Otitis. Las otitis son las inflamaciones del oído, que pueden afectar al oído externo (otitis externas) o al oído medio (otitis medias). … La hipoacusia en el niño. … Hipoacusia (pérdida de audición) …  Otitis Media Secretora. … Otosclerosis. … El colesteatoma. … Vértigos….. y Acúfenos.

No podemos ser insensibles ante el clamor de los pobres. Todas las personas tienen algo que ofrecer y algo que recibir. Las obras de caridad, el apoyo al desarrollo personal y las comunidades transformadoras son esenciales. Cuando los pobres se sienten amados, desean verse transformados. No podemos seguir ciegos y sordos ante el clamor de los pobres. Los pobres no pueden esperar.

Permítanme compartir una anécdota: Un maestro llevó a un estudiante a una comunidad pobre con solo una vaca. Más tarde, soltaron la vaca, que murió. Sin su única fuente de sustento,  la comunidad comió y vendió carne, compró otros productos y comenzó a producir y comerciar más recursos, prosperando más que antes. Sin solidaridad y subsidiaridad sólo se da codicia, avaricia, ambición y vaoracidad, no por hacerse sordos se deja de causar heridas. 

Este Jubileo de la esperanza debe fortalecer una fe que sea tanto congruente como coherente, impulsándonos a asistir a quienes lo necesitan.

Amén, Señor Jesús.