EMERGENCIAS Y URGENCIAS 5
- Daniel Valdez García
- 10 enero, 2025
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10 de enero de 2025
Sacerdote Daniel Valdez García
Queridos hermanos y hermanas,
Permíteme comenzar con una experiencia profundamente conmovedora. Hace años, después de la Eucaristía dominical de las 7 am, una mujer se acercó a mí con una súplica que estremeció mi corazón: “He caminado desde una fiesta solo para confesarme, porque tengo la intención de acabar con mi vida”. En ese momento, la pregunta resonaba en mi alma: “¿Por qué yo, Señor?” Mientras rogaba a Dios por orientación, encontré la fuerza para actuar. Le propuse a la mujer que me acompañara porque tenía otra Eucaristía en otro lugar, y nos fuimos junto con los monaguillos, prometiéndole que la llevaría de regreso a la parroquia al final de la misa.
Durante nuestra conversación, me confesó que tenía una bebé de un año. Quise ayudar, así que le ofrecí mi teléfono para que pudiera comunicarse con su familia. Al término de la Eucaristía, seguimos hablando y ella aceptó buscar ayuda profesional. Contacté a su familia usando el número que había marcado, y gracias a la intervención divina, Mariana encontró una razón para continuar.
Al reflexionar sobre emergencias y urgencias, me siento inspirado por la manera en la que Dios nunca deja de extender su mano para salvar almas extraviadas y atender necesidades urgentes. Esta quinta reflexión se centra en la comprensión de que una emergencia es una amenaza inmediata para la vida, mientras que una urgencia requiere atención rápida para prevenir un daño crítico. Para eso quiero hablarles del shock emocional o trastorno por estrés postraumático, cuya comprensión de síntomas son tales como flashbacks o revivir mentalmente el acontecimiento traumático una y otra vez, tener recuerdos o sueños inquietantes relacionaados con algún acontecimiento y los signos físicos de ansiedad, como palpitaciones y sudor. Si no se abordan rápidamente, estos síntomas pueden escalar a una crisis severa. El tratamiento básico son los ejercicios de respiración profunda que ofrecen un camino hacia la calma, activando el sistema nervioso parasimpático y ayudándonos a encontrar la paz interior.
Nos detenemos ahora en el inspirador pasaje del Evangelio según San Lucas 5, 12-16. Imaginen por un momento a Jesús, quien transforma el mundo tocando a un leproso con amor compasivo, diciendo: “Quiero, queda limpio”. En una sociedad donde la lepra significaba un exilio cruel, no solo físico sino espiritual, Jesús nos mostró que la gracia y la liberación que hemos esperado han llegado. Así como el leproso se acercó con fe inquebrantable, nosotros también podemos elevar nuestras súplicas al Señor, siempre en conformidad con su voluntad. Entendamos que el verdadero milagro reside no solo en que Dios cumpla nuestras peticiones, sino en que nosotros aceptemos y cumplamos su voluntad.
Para la sociedad de tiempos de Jesús, la lepra era consideraba como castigo del pecado. Era la enfermedad más terrible puesto que entonces era incurable. El leproso vivía alejado de la sociedad en cuevas y descampados, fuera del mundo de los sanos. La lepra era «primogénita de la muerte» (Job 18,13). Una minuciosa revisión nos hace comprender que no todo lo que se señaló como «lepra» en los escritos del Antiguo y Nuevo Testamento fue o tuvo que ver algo con la enfermedad de Hansen, patología infectocontagiosa crónica, tal como la conocemos en la actualidad. Incluso en la Biblia se llama lepra a las más de veinticinco enfermedades de la piel, como la psoriasis, tiña, dermatitis y otras. Aunque son loables las medidas tomadas para su control tanto en el enfermo como en su ambiente (Lv 13).
Los leprosos tenían prohibido acercarse, vivían lejos de la gente, y cargaban una campanita a dar a notar su presencia cercana. No solo era un aislamiento social, sino también espiritual, ya que las personas creían que los enfermos sufrían un terrible castigo enviado por Dios. La “lepra” o la enfermedad de la piel que haya sido, fue considerada una enfermedad-pecado donde el culpable quedaba manchado, impuro, contaminado. Así que ver acercarse a alguien considerado leproso podría hasta provocar un shock emocional a cualquiera, pero Jesús sana al hombre manifestando que los tiempos mesiánicos de la liberación y de la gracia, ofrecida desde tiempos antiguos, habían finalmente llegado.
Amén, amén, Santísima Trinidad.