EMERGENCIAS Y URGENCIAS 3

8 de enero de 2025
Sacerdote Daniel Valdez García
 
 
Queridos hermanos y hermanas,
 
Hace tres días comencé esta serie de reflexiones titulada “Emergencias y Urgencias”, que concluirán el martes antes del Miércoles de Ceniza. Así, las reflexiones de Cuaresma estarán dedicadas a la sanación, dado que todos tenemos heridas.
 
Aunque hemos establecido claramente la diferencia entre emergencias y urgencias, es útil recordar la definición de la Organización Mundial de la Salud (OMS), ya que estos términos a menudo se confunden.
 
Una emergencia médica se refiere a situaciones que requieren acciones y decisiones médicas inmediatas, debido a la gravedad que pone en riesgo la vida de los involucrados. En estas situaciones, no hay tiempo que perder, por lo que los socorristas deben actuar en el lugar para sacar al paciente del peligro. Una vez estabilizado el riesgo vital, los afectados deben ser trasladados a un centro médico para recibir atención continua. Ejemplos incluyen: pérdida de conocimiento, sangrado abundante, dificultad respiratoria prolongada, dolor intenso en el pecho, ahogamiento por inmersión, caídas desde altura, accidentes de tránsito, electrocución y convulsiones. Después hablaremos de los “diez minutos de oro o de platino en la antención de primeros auxilios” en una emergencia.
 
Por otro lado, una urgencia médica requiere resolución inmediata sin demoras, aunque no implique una amenaza vital. Ejemplos incluyen crisis nerviosa, cólicos renales o hepáticos, fiebre alta, dolor de garganta, dolor de oídos, dolor de cabeza, mareos y bronquitis.
 
El lunes reflexionamos sobre el pasaje de Mateo 4, 12-17.23-25, donde Jesús llama a la conversión, anuncia el Reino de los Cielos, cura dolencias y enfermedades. Ayer martes, hablamos sobre la urgencia material de proporcionar alimento, subrayando la importancia de la solidaridad fraterna (Marcos 6, 34-44).
 
 
También comprendemos que Jesús aborda tanto emergencias espirituales como urgencias materiales, ofreciendo soluciones inmediatas y duraderas. Hoy nos centramos en el pasaje de Marcos 6, 45-52, donde después de multiplicar los panes, Jesús envía a sus discípulos en una barca y se retira a orar. Durante la noche, mientras los discípulos luchan contra el viento en el lago, Jesús camina sobre el agua hacia ellos, calmando el viento y sus temores con las palabras “¡Ánimo! Soy yo; no teman”. Al final, dice el evangelista. “Todos estaban llenos de espanto y es que no habían entendido el episodio de los panes, pues tenían la mente embotada.”
 
Nos preguntamos sobre el embotamiento o aplanamiento emocional, se trata de un síntoma que reduce la expresión emocional y dificulta la concentración, conocido también como atontamiento o insensibilidad. La expresión “embotar” se asocia comúnmente con la dificultad de concentración y análisis de la realidad, también se dice atontar, ofuscar, insensibilizar.
 
Después de saciar a la multitud y retirarse a orar, Jesús muestra su naturaleza divina a sus discípulos, quienes estaban aterrados por las olas. Sus palabras “¡Ánimo! Soy yo; no teman” siguen resonando, recordándonos que su presencia nos libera del peligro. Ese es un hecho sorprendente y consolador por eso sus palabras son reconfortantes y devuelven a la realidad. Tengamos en cuenta que la Biblia tiene 365 veces la expresión  “no teman”, una para cada día del año. La presencia de Dios y su palabra siempre es reconfortante.
 
 
Amén, amén, Santísima Trinidad.